Sinopsis
Sin afán arribista ni entregado a la genuflexión partidista, Rafael Escuredo no ha vendido acomodaticia o interesadamente su alma a la esclavitud de ninguna idea. Y desde esta lealtad y libertad ha participado desde lo mejor de sí mismo y como hombre andaluz que pregunta, para no envolverse en un silencio no consentido por él mismo, unas veces, y otras, para ahuyentar el dolor que le provoca lo que quiere. Aquí bien podríamos parafrasear a Dante cuando afirmaba que su patria es el mundo como el mar la de los peces pero que a fuerza de beber agua del Arno amaba Florencia. Sea en nuestro caso el agua del Guadalquivir u otras las que obligaron a Rafael Escuredo a amar a su tierra, a una tierra peregrina y a veces errática, pero con una identidad que se encierra en tópicos y salmodias engoladas de historias tergiversadas.
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