¡MIRA! por Guille

Portada de UN HOMBRE QUE DUERME

“Un hombre que duerme” se abre con una cita de Kafka:

«No es necesario que salgas de casa. Quédate a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate completamente solo y en silencio. El mundo llegará a ti para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se prosternará extático a tus pies.»

Y este será el camino elegido por nuestro protagonista una vez que, como si de un Gregor Samsa se tratara, se descubre un buen día enfrentado a una terrible verdad, “no sabe vivir, nunca sabrá”.

«¡esta caldera, este horno, esta parrilla que es la vida, estos miles y miles de requerimientos, de provocaciones, de amenazas, de exaltaciones, de desesperaciones, este baño de obligaciones que nunca se acaba, esta eterna máquina de producir, de triturar, de engullir, de superar baches, de volver a empezar de nuevo una y otra vez, este dulce terror que insiste cada día, cada hora de tu ínfima existencia! »

A partir de ese momento epifánico le acompañaremos en sus interminables itinerarios parisinos que le llevarán tediosamente por bares, cines, cafés, verbenas, museos, mercados, bibliotecas, escaparates, parques, siempre sin objetivo o siguiendo su propia sombra o una espalda gris. Persiguiendo un anhelo de serenidad sin hastío ni amargura, utilizará solo las palabras justas y necesarias, no habrá saludos ni disculpas ni relojes ni carcajadas, solo el abandono de fines, de elecciones…

«Caminas o no caminas. Duermes o no duermes. Bajas tus seis pisos, vuelves a subirlos. Compras le Monde o no lo compras. Comes o no comes. Te sientas, te acuestas, te quedas de pie, te deslizas dentro de la sala oscura de un cine. Enciendes un cigarrillo. Cruzas las calles, cruzas el Sena, te detienes, te vas. Juegas al millón o no juegas. »

… de proyectos, de deseos, un dejarse ir sin despechos ni rebeldías. Le veremos durante sus interminables lecturas de Le Monde u observando durante horas una cucharita egipcia en un museo o las figuras que las grietas dibujan en la pared de su habitación o un insecto o una piedra o un árbol, sus raíces, su tronco, su ramaje, sus hojas, cada hoja.

Pero algo no cuadra. Una prosa lírica, bella, va poco a poco contradiciendo en su forma este anhelo de ser piedra, de ser árbol, de ser rata. La voz, en segunda persona y en tiempo presente, con frases muy cortas o muy punteadas, haciendo continuas enumeraciones, va adquiriendo un ritmo, una impaciencia que casa poco o nada con lo que debería ser el estado anímico del protagonista. Una rabia creciente va tiñendo sus reflexiones, un subterráneo enfrentamiento con la vida elegida le va despertando. Nada ha podido evitar que se muerda las uñas, ni que de forma incesante entrelace y desenlace los dedos. Las ratas no buscan conciliar el sueño durante horas. Las ratas no se despiertan sobresaltadas, invadidas por el pánico, empapadas en sudor. Las ratas no sueñan. Por fin, llega el grito: "Deja de hablar como un hombre que sueña. ¡Mira!"

No es esta, como dijo Camus acerca de su novela El extranjero, citada expresamente en el libro, una novela realista ni fantástica. Su protagonista es uno de esos personajes improbables que encarnan una forma de hacer frente a un problema existencial, uno de esos personajes que son la novela. Un Bartleby, que también tiene su propia cita en el relato, sí, pero un Bartleby que aprende, un Bartleby que descubre que esa postura que pretendía ser una victoria de la libertad no era en sí misma más que una rotunda derrota de la vida.

«El mundo no se ha movido y tú no has cambiado. La indiferencia no te ha dejado indiferente. »

No, no es Bartleby, ni tampoco Meursault. No está muerto. No se ha vuelto loco. Todo lo contrario, siente, tiene miedo, sí, pero siente y ya espera, espera "a que la lluvia deje de caer".

Lo que vendrá después…

“Un hombre que duerme” será para mí, por encima de todo, el descubrimiento de un gran escritor que entra con el máximo merecimiento en mi lista de imprescindibles.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 5 votos · @Guille le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 8 años

Magnífica reseña, Guille, muy bien escrita y muy bien traída. Te vamos a tener que dar un premio o algo.

Me recuerdas que, pese a que La vida. Instrucciones de uso es una de mis novelas favoritas, no he leído demasiado a este autor más que singular, posiblemente de lo mejor de la literatura francesa del siglo XX. Que se muriera tan pronto nos dejó un poco más huérfanos. Al saco.

@Guille hace 8 años

Pues muchísimas gracias, nuevamente. Vuestro reconocimiento es ya una premio para mí pero si os empeñáis en que os dé mi número de cuenta...

A esa que citas le tengo unas ganas... pero habrá que esperar a que la reediten y, puestos a desear, que lo haga Impedimenta. En esta editorial hay otro par de obras del autor, pero no son de lo más llamativo de su biblioteca.

Yo llegué a él a través de Vila-Matas que lo coloca a la altura de un Proust o de un Celine. No sé yo mucho de jerarquías pero tengo claro que leeré lo que pueda de él.

@Poverello hace 8 años

Pues me has convencido, chico, y cada vez soy más duro, ji. Anotado queda.

@Poverello hace 8 años

Pues no está en castellano en ninguna biblioteca. Cachi en tóoooooooooooooooo. Claro que puedo aprender francés y sacarlo luego.

@Faulkneriano hace 4 años

Entiendo dónde quiere ir pero el camino es arduo. Todo muy nouveau roman, poco legible. Luego Perec cambió, se hizo más humano y accesible.