DESVIO HACIA EL INFIERNO INTERIOR por FAUSTO

Portada de THÉRÈSE RAQUIN

“Therese Raquin” fue escrita en 1867 y, además de un escándalo, supuso todo un acontecimiento, un antes y un después para el autor e incluso un evento (pequeño o grande, a gusto del lector) para la literatura: el nacimiento del naturalismo, un movimiento artístico que trascenderá lo literario. Con este libro Zola definió su estilo y confirmó una ideología que aplicaría a sus posteriores escritos: había encontrado su ideal novelesco. Como toda obra innovadora y transgresora fue vilipendiada de una forma atroz por la crítica y la “sociedad biempensante” de la época, algo similar a lo acontecido con la pintura impresionista. El libro fue tachado de nauseabundo, obsceno, inmoral y pornográfico. Zola, para defenderse de estos ataques y explicar su propósito, escribió un pequeño prologo que acompañó a la 2ª edición. En dicho prefacio expone las características de la nueva corriente literaria que se basaba en los fundamentos del realismo (representación de la realidad, objetividad, actitud crítica) incorporando el método científico para experimentar sobre la naturaleza de los personajes (análisis de la “maquinaria humana”), sus pasiones y los hechos sociales desde una perspectiva analítica. Una observación de la realidad que se prolonga hasta el límite. Metafóricamente hablando, la pluma y el ojo de Zola escrutan tanto el ser humano como la sociedad que revelarían sus secretos a la luz de las teorías de la herencia, la educación y la influencia del medio ambiente.

En esta primera narración naturalista el autor aplica las tesis mencionadas recalcando su mirada en el interior de los amantes más que las condiciones sociales que les envuelven y oprimen. Así explica en su prólogo: “mi único deseo era buscar el animal que reside en un hombre y una mujer insatisfecha.” Los capítulos iniciales, a guisa de presentación, se describen los caracteres del trío protagonista: Therese, Camile (marido y, a la vez, primo) y Madame Raquin (suegra y también su tía). A modo de pinceladas nos bosqueja sus personalidades infectadas de pequeñas mezquindades y caprichos egoístas, cuya inicial descripción de la lúgubre calle y la oscura tienda que regenta la familia es el fiel reflejo de Therese: pensativa, fría y hastiada. Huérfana desde niña, su tía se hizo cargo de ella con una educación represora que replegó su fuerte y fogosa naturaleza hacia una total sumisión y una indiferencia ante todo estimulo vital; todo ello en pro de los cuidados de su enfermizo y mimado primo, que con el paso de los años fue “natural y normal” que se convirtiera en esposo. La existencia transcurre gris, sombría y monótona, donde la hipocresía afianza la tranquilidad de la apariencia exterior y sepulta la fogosidad interior. Pero, al igual que un volcán latente, una “chispa” es capaz de provocar el ardor de la pasión velada. Este estímulo es el amigo de Camile, Laurent, que desencadena en Therese el instinto de mujer, floreciendo su deseo y las ganas de vivir.

El adulterio, a pesar de ser un tema recurrente en la literatura, ha dado obras maestras que “curiosamente” el título nombra a la esposa infiel: “La letra escarlata”, “Madame Bovary”, “Ana Karenina”, “La regenta”, etc., cuya piedra angular se apoya en la crítica social, el matrimonio, los convencionalismos y el sufrimiento de los enamorados con su dilema ético. Zola con esta corta pero intensa novela, para mí a la misma altura (o casi) de las mencionadas, se ha centrado especialmente en el estudio psicológico de la pareja adúltera, integrando en el argumento una importante variante como es el crimen pasional.
Infidelidad y asesinato (mimbres con los que la novela negra se ha nutrido) son los componentes para escapar de la cárcel que supone la insustancial existencia. Un atajo peligroso que, paso a paso, trocará esa prisión labrada desde la infancia por un desvío hacia el tenebroso infierno interior. Es un vínculo común que establece un abismo entre los dos amantes y que, paradójicamente, ligará a los dos con más fuerza que la impulsiva pasión que los unió. Zola, a modo de guía como Virgilio en la “Divina Comedia”, nos adentrará en este averno particular y que cada capítulo significará una bajada más profunda a los “círculos dantescos”. El crimen (representado por varios símbolos a lo largo de la historia) producirá una metamorfosis en sus temperamentos que engendrará temor, culpa, remordimiento, violencia o la pérdida de confianza en sí mismo y en el otro; serán las mortificaciones que deben pagar y padecer, una decadencia moral que no siempre será igual en intensidad y afectación en cada miembro de la pareja. La búsqueda de un remedio para su mórbida situación será su única tabla de salvación.

El novelista se ha centrado exclusivamente en individuales asuntos psicológicos, dejando a un lado cuestiones sociales, políticas o laborales que si acometerá en sus posteriores obras. Sin embargo en el capítulo 13, con la descripción descarnada (nunca mejor dicho) de los cadáveres de la Morgue, Zola “disecciona” no sólo la podredumbre de la carne a la que todos estamos abocados, sino revela la mezquindad del alma al pormenorizar la “fauna humana” que visita estos lugares para satisfacer sus deseos de curiosidad, diversión, morbidez y sexuales. Un episodio realmente crudo donde es fácil imaginar el rechazo del lector decimonónico con un mohín de repugnancia y que al lector moderno le causará, como mínimo, cierta perplejidad ante imágenes tan ásperas.
El estilo y la filosofía zolaina con su énfasis en el detalle (exterior e interior), su expresión fría y ruda y todo ello bajo un enfoque riguroso, creará una atmósfera asfixiante que sumergirá al lector.

Ya que este relato me ha servido de “excusa” para visionar diferentes adaptaciones y un biopic sobre el escritor, me gustaría terminar con un apunte cinematográfico. Han sido 2 largometrajes y una miniserie que me han agradado en diferente medida. Primero fue el film biográfico “La vida de Emile Zola” de 1937 con una notable actuación de Paul Muni y una correcta semblanza del literato haciendo hincapié en el caso Dreyfuss. Luego fue el turno de la serie homónima (1980 de la BBC y compuesta por 3 capítulos) que además de entretenida me sorprendió su versión fiel del escrito que llegó incluso a ser “literal” en varias ocasiones. Por último, volví a ver la versión que dirigió Marcel Carné (espectacular su film “Los niños del paraíso”) con un buen trabajo interpretativo: Simone Signoret y Raf Vallone. Película inspirada en la novela donde trastoca el carácter de algunos personajes y añade varios cambios sustanciales del argumento, con una menor complejidad psicológica y dramática que aflora en el texto, aunque, eso sí, el ambiente opresivo y angustioso está realmente conseguido. Para mí la característica principal es el giro que da el guión para convertirlo en una historia con tintes de cine negro y sus respectivas dosis de suspense. Además de una gran película es una interesante y peculiar adaptación.

Escrita hace 10 años · 5 puntos con 4 votos · @FAUSTO le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 10 años

Buena reseña, Fausto. Zola siempre está necesitado de atentos lectores como tú, aunque (como me probó la experiencia de La tierra) puede ser verdaderamente desagradable, lo que no quita que sea un excelente escritor.

Por lo que dices (no he leído la novela) parece algo así como "Los carteros del II Imperio siempre llaman dos veces.

A mi mujer, que sabe más que yo de estas cosas, los franceses le resultan algo limitados porque siempre están... detrás de lo mismo. Es verdad que, en comparación con la francesa, tan aficionada a lo amoroso y aún a lo específicamente sexual,, la literatura rusa del siglo XIX no parece de este mundo, de puro espiritual. También es cierto que las excepciones son numerosas.

@sedacala hace 10 años

Coincido más o menos contigo en lo que dices en la reseña, entre otras cosas por que es difícil no coincidir, por que, las formas que adopta aquí Zola, tanto en la manera de escribir como, sobre todo, en la manera de enfocar los temas, es “de libro”; es decir, que representa el ejemplo de aplicación de las teorías del naturalismo a una novela, quizá la primera en la que aplicaron tales teorías. Mis divergencias con tu reseña, van más en el sentido de que esta novela me parece una especie de experimentación con dichas teorías, que es interesante y válida, pero que peca de ser un poco floja, de no ser una obra redonda, de tener ciertas debilidades, todo ello como consecuencia de ser la primera que se adentra en este campo. A mí, me gustó, le puse un 8, y me divirtió (a pesar de su truculencia), pero, y esa es mi divergencia, no la puedo comparar de ninguna manera con esas otras obras que tu has mencionado en la reseña, a las que quizá también les puse un 8, pero, era un 8 de otra categoría distinta. La verdad es que como tú insinúas, hay cosas en la novela que al lector del siglo XXI, le hacen sonreír, más que estremecer. Pero aparte de esa consideración que hago sobre el carácter un poco flojo de la obra, por experimental, u por obra juvenil, las obras de Zola se leen con muchísimo interés y más si son de una época suya más tardía, en la que eran más elaboradas. En realidad hablo basándome en la lectura de Germinal, que es una novela, en mi opinión, mucho más sólida y consistente que esta, y que yo sí que incluiría junto a Ana Karenina, Madame Bovary o La Regenta.

Un saludo.

@FAUSTO hace 10 años

Je, pues no creo que le falte razón a tu mujer, Faulkneriano. La novela francesa se implica más en asuntos de amores y sexuales, aunque en la actualidad resulta totalmente desproporcionados los calificativos que recibió Zola por esta narración.
En cuanto a tu alusión a “El cartero…” puede que en algunos momentos lo recuerde leyendo este libro, de lo que no hay ninguna duda es viendo la adaptación de Carné, ahí los paralelismos son más que evidentes, tanto del libro de Cain como de la película de Garnett.

Creo que al final las discrepancias no son tales, sedacala, más bien es una cuestión de matices. Primero, como bien dices y apunto al principio, es una novela primeriza y experimental en el sentido de encontrar una “fórmula” que se ajuste a su forma de pensar y lo que quiere expresar: la verdad desnuda y absoluta. Rompe con su literatura anterior: una carrera poco afortunada como poeta y el romanticismo de sus primeras novelas. A partir de “Therese Raquin”, y juzgando por “El vientre de París” y la información leída sobre la obra de Zola, su narrativa progresa abarcando más temática, motivos argumentales, ambientes y circunstancias históricas. Es lógico que este libro tenga sus imperfecciones, pero me encantan sus virtudes.
Cuando me referí a esas grandes obras (aquí seguro que discrepamos en “La letra escarlata”) sobre el adulterio no pretendía compararlas literariamente (de ahí mi expresión de “casi”), sino agruparlas en el mismo escalón temático y con la suficiente fuerza y clase que, como mínimo, merecen tener en cuenta para su lectura. Si las comparamos con la obra de Zola es inferior en las materias que trata (como esbozo en la reseña enumerando las temáticas que tocan las otras novelas) y el estilo no es tan bello y cuidado como en los otros autores. Sin embargo no es óbice para que merezca un notable alto, según mi criterio, y sin caer en una contradicción cuando afirmo que otro libro calificado con un 8 es “superior” literariamente, ya que, como bien apuntas, hay diferentes grados en cada nota.
Como dije antes, y reconociendo los fallos o su flojedad, sus virtudes me encantan, tanto la historia (la tragedia que es un análisis profundo y por etapas de sus personajes en un argumento bien hilvanado), la descripción del claustrofóbico ambiente (por momentos me angustié) e incluso su forma de escribir tan visceral e intensa.
En fin, coincido en el interés con que se lee a este autor y espero con ganas leer sus obras posteriores (reconozco que “El vientre de París”, por lo que recuerdo, no me impacto tanto) donde indicas una mayor elaboración y contundencia.

Saludos a ambos.

@Faulkneriano hace 10 años

Zola se prueba a sí mismo y a su nuevo estilo naturalista en La fortuna de los Rougon, cuatro años posterior a Therese Raquin, que inicia el ciclo de los Rougon, de las que El vientre de Paris es su tercera entrega. Por cierto tanto La fortuna de los Rougon como La ralea y La conquista de Plassans, son excelentes: primera, segunda y cuarta de la serie. Me falta El vientre de Paris, que no acabo de encontrar en mi biblioteca.

Puede que Zola no sea tan buen estilista como Flaubert o Maupassant, pero de lo que no hay duda es de que sabe cómo pergeñar una novela: es lo que antes se llamaba un novelista de raza, y nadie le moja la oreja a la hora de diseñar y cerrar una trama.

@sedacala hace 10 años

Desde luego, Zola se lee con mucho gusto; si acaso se podría decir que trata algunas materias de manera un tanto... desmedida, o excesiva quizá, y como además, "le ves venir", por decirlo así, adoptas una actitud de prevención con la cual absorbes sin problema todas las barbaridades que te cuenta por truculentas que sean. De todas formas, las burradas que hacen y padecen sus personajes en “Terese Raquin”, se quedan pequeñas con las situaciones de terribles padecimientos, injusticias y desesperación que se ven en Germinal. Y sin embargo, yo como lector, he sobrellevado esa dureza mejor que, por ejemplo, en lo que estoy leyendo ahora que es “El corazón es un cazador solitario”, que es una novela verdaderamente depresiva. No sé porqué, pero uno lee a Zola parapetado tras una máscara de aparente indiferencia hacia el sufrimiento humano.

Fausto, alabo tu perspicacia con lo de “La letra escarlata”. Es cierto, parece mentira que, con lo que me gustó “La casa de las siete chimeneas/tejados”, “La letra escarlata” me desilusionase tanto. Debió haber por ahí algún matiz que no capte, pero el caso es que no fui capaz de encontrarle el interés.