UN TRABAJO DE CAMPO CON MUCHAS LEYES DE MURPHY por EKELEDUDU

Portada de EL ANTROPÓLOGO INOCENTE: NOTAS DESDE UNA CHOZA DE BARRO

Nigel Barley, doctorado en antropología en Oxford, llevaba una vida tranquila dedicándose a la docencia en Inglaterra, hasta que tuvo la malhadada idea de hacer un trabajo de campo dentro de su especialidad. No menos desafortunada que esa primera ocurrencia fue la elección de la etnia que sería objeto de su investigación: el pueblo dowayo, que habita en Camerún. Pero Barley no tenía la menor idea de en qué se estaba metiendo. No en vano este libro se llama, con acierto, EL ANTROPÓLOGO INOCENTE: sí que era bien inocente este pobre antropólogo, cuyas desventuras empezaron de inmediato y mucho antes de haber visto siquiera un solo dowayo. A lo primero que hubo de enfrentarse fue a una burocracia de pesadilla. Ya en Camerún, y entre los dowayo -y sin que esto signifique que la ya mentada burocracia lo dejase al fin en paz-, las complicaciones idiomáticas acudieron también a fastidiarlo, y eran complicaciones extraordinarias, pues en dowayo una misma palabra adquiere distinto significado según el tono con que se pronuncie; de modo que Barley, tratando de pronunciar frases tan inocentes como él mismo, se arriesgaba en realidad a hacer comentarios obscenos o insultantes. Por último, la propia Africa vino a hacerle frente; Africa, tan exótica y romántica en la fértil imaginación de un lector ingenuo, pero tan hostil con los imprudentes blandengues que osan arrimársele; Africa, donde no existe el confort, y donde un feroz león hambriento, de fauces poderosas y doscientos cincuenta kilos de peso, resulta menos temible que un diminuto parásito que desova en nuestro cuerpo, dejándonos de regalo un repugnante stock de larvas, y la amenaza de alguna impensada y dolorosa enfermedad.

Y no obstante, Barley sobrevivió a todo ello y contó sus experiencias en este libro. Se le ha comparado con Gerald Durrell. La comparación es válida. En efecto, EL ANTROPÓLOGO INOCENTE es una mezcla de libro de viajes, ensayo científico y relato humorístico, muy al estilo de MI FAMILIA Y OTROS ANIMALES, aunque a diferencia de este último, bastante desprovisto de diálogos. También es menor, en Barley, el desfile de personajes excéntricos que, en Durrell, comenzaba por la propia familia. De hecho, en EL ANTROPÓLOGO INOCENTE, lo excéntrico, surrealista inclusive, es el propio país al que fue a parar y en el que se sucede toda una serie de increíbles desventuras. Los demás personajes no son más que comparsas, salvo el pintoresco ayudante Matthieu y como mucho el pesimista pastor Brown y el jefe Zuuldibo. Hay otros, pero de apariciones tan esporádicas, que uno no los recordará fácilmente.

El estilo de Barley impide que uno profundice demasiado en el hecho de que uno se ríe, tal vez, de cosas a las que en otras circunstancias no les encontraríamos la menor gracia. Porque estamos hablando, después de todo, de Camerún, uno de los países más pobres de Africa, con una expectativa de vida muy breve y condiciones de salubridad paupérrimos. Barley tuvo que adaptarse a eso y lo hizo con humor decididamente negro, acorde a las circunstancias: ante tamaña sucesión de infortunios, también habría sido la reacción más sana y más lógica de cualquiera que estuviese en sus zapatos. En cuanto al pueblo de Camerún, dowayos incluidos, ¿cómo quejarse de la única vida que conocen? Vida que sigue adelante, a la que están acostumbrados, y que quizás sobrelleven mejor de lo que cualquier hombre con mejores expectativas, y quejumbroso sólo de lleno, toleraría la suya. Barley volvió al país dowayo seis meses después de esta primera experiencia (esas nuevas andanzas se narran en UNA PLAGA DE ORUGAS), así que no habrá sido tan terrible aunque, efectivamente, fuera terrible.

Y entre calamidad y calamidad, por supuesto, Barley efectúa su trabajo de campo. Los dowayo quizás no resulten a priori el pueblo más interesante que pueda uno imaginarse, pero el autor sabe hacerlo interesante, quizás precisamente porque la descripción que hace de ellos viene entrelazada con el relato de sus penurias. Y siempre tendrá el mérito de ser información obtenida de primera mano, recogida por el propio Barley, y no una discutible recopilación de datos puestos en entredicho por otros autores. A él no le podrán objetar acerca de cosas que él vio y vivió en persona. Como mucho, en algún caso le podrán cuestionar algunas de sus conclusiones, pero allí termina cuanto de debatible tenga ese particular. Y lo que, también, queda fuera de discusión, es que éste es un libro poco habitual, ameno y divertido, que dejara al lector ganas de volver también él al país dowayo, merced a la lectura de UNA PLAGA DE ORUGAS.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 3 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@lucero hace 11 años

Interesante, y contado con humor también no? La experiencia de este antropólogo es reciente?

@EKELEDUDU hace 11 años

Depende de lo que entiendas por reciente. Fue en los '80. Sí, por momentos me hizo revolcarme de la risa.