LOS BUENOS Y SIMPÁTICOS SE RETIRAN DEL ESCENARIO por EKELEDUDU

Portada de LOS REYES MALDITOS V: LA LOBA DE FRANCIA

Cinco años separan a LA LOBA DE FRANCIA, quinto volumen de LOS REYES MALDITOS, de su predecesor, LA LEY DE LOS VARONES. Durante esos cinco años, Francia ha padecido diversas calamidades, ninguna de ellas por culpa de Felipe V "el Largo", pero éste ha muerto a causa de beber agua envenenada de los pozos de Poitou, "sin que nadie, excepto su esposa, lo llorara", según afirma Maurice Druon. En todo caso, el lector tampoco llorará ese óbito: cualquier simpatía que el lector pudiera sentir por él se desvaneció al hacerse cómplice de infanticidio en LA LEY DE LOS VARONES. Tras su muerte, ha subido al trono su único hermano sobreviviente, coronado como Carlos IV y manejado, por su tío Carlos de Valois y su primo Roberto de Artois, pero también, imprevisiblemente, por repentinos caprichos que lo hacen imponerse a cualquier otra cosa.

De cualquier modo, la acción de LA LOBA DE FRANCIA, mote que darán los ingleses a la reina Isabel cuando ésta exhiba una crueldad que no se le conocía hasta ahora, empieza precisamente en Inglaterra, con la fuga del barón Roger de Mortimer, encarcelado en la Torre de Londres por Eduardo II -monarca abiertamente homosexual y gobernado por sus favoritos y/o los allegados de éstos- tras una frustrada revuelta. Mortimer se exilia en Francia, adonde busca apoyo contra el monarca inglés. Por supuesto, debe tratar, no con Carlos IV, sino con Carlos de Valois, quien en ese momento está organizando una Cruzada que nunca se llevará a cabo, aunque el Papa Juan XXII ha aportado dinero para financiar parte de los gastos. Valois se siente afrentado por Eduardo II, quien rechazó la propuesta que aquél le hizo de casar a una de sus hijas con el heredero del trono inglés, también llamado Eduardo; aun así, empieza un tanto reacio a acceder a las peticiones de Mortimer, a quien quiere embarcar en su cruzada. Pero la intervención de Roberto de Artois da al asunto un vuelco imprevisto: a sugerencia suya, los fondos enviados por el Papa terminan financiando, no una cruzada, sino una campaña militar contra Aquitania, justificada merced a una ambigüedad jurídica. Durante esa campaña se asedia la fortaleza de La Réole, comandada por Edmundo de Kent, hermanastro de Eduardo II, asistiéndose por primera vez en la Historia al empleo de cañones (por parte de los sitiadores). Ante la lentitud de su hermanastro para enviar refuerzos, Kent entrega la fortaleza, recibiendo trato de príncipe e, invitado por Mortimer, cambia de bando. Kent acepta la propuesta y será uno más en un grupo de ingleses exiliados en suelo francés, entre los que se cuenta, no sólo Mortimer, sino un tal Maltravers, individuo desagradable que, más tarde, ocupará un rol capital. Y a todos ellos se sumarán la reina Isabel y el joven príncipe Eduardo, venidos a Francia con pretextos protocolares, pero que no retornarán mansamente a Inglaterra. Es más, Isabel se convierte en amante de Mortimer, una relación que todos verán con simpatía al principio, pero resultará funesta para el reino inglés.

Mientras tanto, fallece Valois y Roberto de Artois se convierte en la persona más influyente en la corte francesa. Pero cuando Eduardo II reclama a Carlos IV que le entregue a Isabel y al príncipe Eduardo, ya que no parecen inclinados a regresar por su cuenta a Inglaterra, esa influencia se revela inexitosa. Carlos IV guarda cierta inquina hacia su hermana Isabel porque ésta, en otro tiempo, delató la infidelidad de Blanca, la única esposa a la que él amó; y esa inquina se reaviva porque la misma Isabel es ahora una adúltera. Así que, acicateado por su suegra Mahaut de Artois (tan rencorosa como Carlos) decide embarcar por la fuerza a isabel y al joven Eduardo hacia Inglaterra. Siempre hostil a su tía Mahaut, Roberto de Artois previene a Isabel y a Mortimer de las intenciones de Carlos IV, por lo que ambos huyen junto con el príncipe Eduardo hacia Hainault, donde gobierna el duque Guillermo, pariente político de Roberto. Allí, aprovechando la notoria atracción que sienten el príncipe Eduardo y la joven Felipe de Hainaut, hija de Guillermo, se los promete en matrimonio. Esta alianza bastará a Isabel y a Mortimer para organizar una expedición destinada a derrocar a Eduardo II.

Al margen de estas intrigas, Hugo de Bouville, ex chambelán de Felipe IV, guarda todavía el terrible secreto del infanticidio que supuestamente acabó con la vida del pequeño Juan el Póstumo, pero cuya verdadera víctima fue otro Juan, hijo de Guccio Baglioni y María de Cressay presentado ante los barones en sustitución de aquél. No lo hará por mucho tiempo: revelará la verdad en confesión, nada menos que al Papa, quien se entera así que el legítimo rey de Francia está vivo en Cressay. ¿Debe el Santo Padre revelar al mundo la verdad, o callarse?

Quede claro que van quedando pocos personajes simpáticos en LOS REYES MALDITOS: las apariciones de Guccio Baglioni y María de Cressay son contadas y tristes, la reina Clemencia no es más que una viuda que busca en lo material una compensación por su amargura. Se entiende la motivación de cada personaje, pero ninguno resulta muy querible, salvo, hasta cierto punto, Roberto de Artois, quien de todos modos no es un santo precisamente. Eso sí, el oscuro, atrapante clima de intriga medieval, sigue vigente como siempre

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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