PARA QUÉ CITAR LAS FUENTES, ¿NO? por EKELEDUDU

Portada de LOS GRANDES ENIGMAS DEL UNIVERSO

Una sana costumbre muy soslayada por demasiados ensayistas es la de adjuntar la bibliografía consultada, que concede seriedad a la obra y que, además, permite tener adónde remitirse cuando algún dato parezca poco creíble. Rupert Furneaux adhiere a esos demasiados ensayistas de los que hablamos, y es una real pena porque, a pesar de que hasta los temas más polémicos incluidos en este libro están tratados con aparente seriedad, sin la mención de las fuentes consultadas uno no se atrevería a citarlo como referencia.

Como ejemplos de esos temas polémicos pongamos en principio dos, la Atlántida y las estatuas de la Isla de Pascua. En el primer caso, Furneaux hace un breve repaso de algunos lugares donde se ha creído localizar la legendaria Atlántida, para luego centrarse en el que desde hace tiempo parece el sitio más razonable, el Egeo. En el segundo caso, es uno de los pocos autores que hacen alusión a las investigaciones efectuadas en la isla por Thor Heyerdahl. Ciertamente, manifiesta alguna discrepancia, pero al menos las discute, en vez de omitirlas por completo, algo que la labor de Heyerdahl no merece.

Cabe aclarar que este libro es de 1977, y por lo tanto mucha de la información ha quedado desactualizada, por ejemplo la que concierne al Santo Sudario (no deja de resultar cómico que, más de treinta años después y con nuevas pruebas científicas, el debate sobre su autenticidad no esté del todo cerrado, pese al dictamen oficial de que fue hecho en la Edad Media). También hay temas que ya han sido muy trillados, como las pirámides de Egipto, la localización de Camélot o la existencia o inexistencia del Arca de Noé. Pero en cambio se incluyen otros que no se tocan con tanta frecuencia, como la identificación de los garamantes como posibles antepasados de los tuareg, los misteriosos Ainú, los templos de Malta, las ruinas de Zimbabwe y el reino olvidado de Dilmun. Estos son los que, creo, más justifican la eventual lectura de este libro.

Otros temas que se discuten en el libro son las teorías de Erich von Däniken, quien no sale muy bien parado, y las de Velikovsky. Con éste ya se muestra más benigno, no tanto por sus teorías en sí como por la reacción de antemano hostil con que fueron recibidas por la comunidad científica. Aquí ya entramos en un punto más candente, porque Velikovsky en general sigue padeciendo desprecio por parte de los científicos, y sería interesante saber de dónde saca Fourneaux los elementos en los que se basa para defenderlo. La piedra rúnica de Kensington es denunciada como falsa en un capítulo dedicado a la misma (en algunos sitios de Internet se la reivindica como verdadera, pero Fourneaux parece aportar pruebas irrefutables de que no lo es. Esto demostraría que a veces la verdadera desactualización nada tiene que ver con el avance del tiempo); de la inscripción de Parahyba y la piedra de Metcalf, en cambio, se concede la posibilidad de que sean auténticas.

En conjunto, el veredicto es que este libro -que forma parte de la colección "Lo inexplicable" de Javier Vergara, que supo incluir lo mismo libros excelentes que auténticas gamberradas) resiste bastante bien el paso del tiempo, y que el autor intentó enfocar seriamente cada uno de los temas abordados. Por desgracia, sin bibliografía que lo avale, resulta sólo un libro muy interesante, y no uno al que de verdad se pueda acudir en apoyo de opiniones relacionadas con dichos temas.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 8 ·

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