REALISMO PORTUGUÉS por sedacala

Portada de EL CRIMEN DEL PADRE AMARO

Constreñidas a sus respectivos marcos idiomáticos y con una gran incomunicación mutua, las literaturas española y portuguesa del siglo XIX no consiguieron tener en Europa la enorme repercusión que sí tuvieron las literaturas inglesa y francesa. Una de las consecuencias de ello es el desconocimiento generalizado que aún hay en España de la obra de José María Eça de Queirós, uno de los mejores escritores portugueses del siglo XIX; y eso pese a que su importancia fue parecida en muchos aspectos a la que aquí tuvo Benito Pérez Galdós; ambos escritores fueron prácticamente coetáneos, cultivaron un tipo de novela similar de corte realista, empezaron trabajando como periodistas, luego se relacionaron con las administraciones públicas de sus países, Galdós fue diputado y Eça de Queirós diplomático, y ambos, también, eran tenidos por personas de ideas progresistas.

La principal consecuencia del realismo que marca su estilo literario, es la eficacia con que “El crimen del padre Amaro” introduce al lector en la sociedad decimonónica de su época, una sociedad muy aferrada todavía a valores arcaicos y conservadores, en la que sin embargo comenzaba ya a aflorar tímidamente el germen de la modernidad. La Iglesia era una de las instituciones que más se oponía a esos esbozos de progreso tratando de mantener un férreo control social; además, la presión religiosa que muestra, no hubiera sido tanta en una ciudad mayor y más moderna, como Lisboa, pero era especialmente asfixiante en Leiria, una ciudad pequeña, de interior, en la que el clero, siempre vigilante de la moral y las costumbres, fomentaba sobre todo entre las mujeres de la burguesía local, un ambiente saturado de catolicismo rancio y anquilosado.

Leer “El crimen del padre Amaro”, permite exponerse a los efectos de aquella beatería como si nos sumergiéramos en el pasado, como si viajáramos en un túnel del tiempo que nos transportara de golpe a 1870; tanto es así que cualquier lector español de más de sesenta años (como es mi caso), encuentra el ambiente descrito como algo familiar, como algo que rememora inequívocos recuerdos de la infancia, lejanos sí pero no olvidados, en los que cierta presión social del entorno hacía temer un futuro cuajado de rosarios y jaculatorias, de lecciones de liturgia y de asistencias a ejercicios espirituales. Afortunadamente, hace sesenta años había ya también otras influencias alrededor que en seguida permitieron comprender con alivio que ese temor era injustificado. Esta novela, en cambio, nos retrotrae a la segunda mitad del siglo XIX y a un país, como Portugal, de gran tradición católica, por lo que la influencia de la Iglesia debía ser allí igual o seguramente mayor que la que pudo existir en la España de 1958; y hago tanto hincapié en el ambiente en que se mueven los personajes porque el realismo de este tipo de novela (recuerdo aquí una vez más el paralelismo con Galdós), permite palpar una con gran fidelidad ese entorno tan asfixiante.

Naturalmente, cuando se plantean los problemas que son centro del argumento, el lector de hoy toma partido y comparte absolutamente la visión inequívocamente crítica que ofrece el autor. Pero independientemente de ese enfoque moderno, natural en el lector actual, la lectura es atractiva por cuanto el método literario de Eça de Queirós facilita dos cosas: una, la perfecta comprensión del espacio moral en el que se mueven los personajes, y otra, la facilidad con que, una vez inmersos en dicho espacio, podemos seguir y entender los conflictos anímicos que les atenazan, pese a que éstos sean a veces tan imprevisibles como diferentes entre sí puedan ser las reacciones de distintos seres humanos; y así el autor nos va presentando a cada personaje cuando se le introduce en la narración, haciendo un retrato que le define perfectamente, para luego, según se va desarrollando la trama, observar cómo se desenvuelve y, por fin, cómo soporta los aprietos a que se ve sometido. En esta tarea, la prosa del autor es precisa en las descripciones, pero también imaginativa, envolvente y dotada de una enorme solvencia para explicar los conflictos morales que pasan por el interior de la mente de sus personajes en cada momento.

Nadie debe confundirse con el título de la novela y pensar que está leyendo algo así como una novela policiaca, porque la novela no trata de crímenes, tramas policiales, ni nada de ese estilo. La novela narra la trayectoria de Amaro, un cura joven destinado en la parroquia de Leiria; el narrador omnisciente empieza poniendo al lector en antecedentes de su vida desde pequeño hasta su llegada a esa población, y continúa con la explicación de los pequeños problemas domésticos que tiene que solucionar para organizar su hospedaje; a la vez va introduciendo paulatinamente al cura en la vida social de la ciudad, y va situando a los personajes que van a presidir la trama a lo largo de la novela, entre los que hay un canónigo amigo suyo, y varias personas más que frecuentan tertulia en la casa en la que se hospeda. La novela parte de una intención claramente crítica de Eça de Queirós en todo lo relacionado con la preeminencia de la Iglesia Católica en la vida social de la época, pero muy concretamente con el mantenimiento del celibato entre los miembros del clero y con los problemas que ello acarrea. Así la trama se dedica a analizar el comportamiento social de Amaro, y a mostrar cómo su personalidad particular llega a afectar a su ministerio y a su labor espiritual, a pesar de sus intentos por compaginarlo todo, y ello en una sociedad sujeta a prejuicios arraigadísimos alentados por el clero y mezclados con la creciente influencia de las ideas modernas que van tomando también posiciones, aunque tímidamente, en la pequeña burguesía rural del Portugal de 1870.

Escrita hace 5 años · 5 puntos con 4 votos · @sedacala le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 5 años

No la tengo en biblioteca y últimamente ando remiso en comprar libros, sobre todo por razones de espacio, pero siempre he querido leer esta hermana portuguesa de La falta del padre Mouret, de Zola.

Tengo que confesar que me gustan las novelas de curas: mi favorita no es precisamente San Manuel Bueno, mártir, que conocerán buena parte de los bachilleres recientes y menos recientes, sino El cura de Monleón, de Pío Baroja. Y terminaré por leer esta de Eça, un novelista tan bueno como Galdós y a la altura de los franceses, del que siempre me han gustado especialmente La ilustre casa de Ramires y El primo Basilio. Y mucho más después de tu excelente reseña.

@Lorizar hace 5 años

Extraordinaria reseña Sedecala. Nunca había tenido mi estantería de libros pendiente de leer tan repleta como la tengo, aun así y todo tomo nota de este libro para leerlo próximamente.

@sedacala hace 5 años

Me gusta mucho el estilo de Eça de Queirós, disfruto leyéndole, y al igual que a ti Faulkneriano, me gustan mucho también las novelas de curas, son como una especie de fórmula que pueda servir para descifrar la mente de aquellas personas que han decidido dedicarse a eso en la vida. Por eso escribí sobre este libro. Sin embargo, fijaos que le puse un 7 y no el 8 que suele corresponder a los libros plenamente satisfactorios. Hubo algo, no sé qué, que eché en falta; me gustaría saber qué, y me gustaría saber que opinan otros sobre este libro. En fin, a ver si alguien se anima. Eso sí, es un viaje en toda regla al mundo decimonónico, al más rancio y brutal, aunque eso mismo forma parte de su atractivo.
Gracias por vuestros elogios compañeros.

@Faulkneriano hace 5 años

Ah, bueno,se me había olvidado. Un autor imprescindible del subgénero "novela de curas" es George Bernanos. Bajo el sol de Satán y Diario de un cura rural son dos obras mayores.

@sedacala hace 5 años

¡Es verdad!, Diario de un cura rural, de Bernanós, encaja perfectamente en la temática aun con un enfoque radicalmente opuesto, también le puse un 7.

@Faulkneriano hace 5 años

Supongo que el padre Amaro no tendrá mucho que ver con el atormentado cura de Bernanos...

@sedacala hace 5 años

El cura de Bernanos está verdaderamente atormentado, Amaro lo que está es jodido, pero porque él mismo se lo busca. Es un jeta.