UNA MUESTRA ACEPTABLE DEL GENIO DE FOWLES por Guille

Portada de LA TORRE DE ÉBANO

Podría leer con gusto hasta la factura de la luz si esta saliera de la mano de Fowles. Es más, estoy convencido de que conseguiría que cada una de ellas fuera única y apasionante. Tres eran las obras que de él llevaba leídas y las tres no podían ser más diferentes: desde su thriller psicológico “El coleccionista”, pasando por el victorianismo postmoderno de “La mujer del teniente francés” hasta su incalificable y genial “El mago”, todas ellas reflejan la gran versatilidad del autor, su erudición sin grandilocuencia, su genio; todas ellas combinan sabiamente la profundidad y la agudeza con un estilo claro y elegante y todas ellas reflejan el gusto del autor por el misterio, el desconcierto y la ambigüedad.

En estos relatos que componen “La torre de ébano” se puede encontrar la misma diversidad y algunos de los elementos narrativos de todas ellas. Pienso que no llegan a la maestría de las novelas citadas, aunque brillan a gran altura, destacando sobre todos ellos el que da título al libro (y a pesar de una escena de amor que me pareció un tanto cursi, casi tanto como cualquiera otra de la que nosotros mismos no seamos protagonistas).

En la novela corta que es "La torre de ébano”, David Williams visita al excéntrico, seductor e irascible Henry Breasley en su solitaria casa de campo de la Bretaña francesa. Allí se adentra en un idílico paisaje en el que el famoso y anciano pintor se encuentra acompañado de dos jovencitas que parecen estar a su servicio, a cualquier servicio, y que le dispensan un frío recibimiento. Una atmósfera inquietante, un misterio latente, amor y deseo, aventura o seguridad, el inicio de un viaje de autoconocimiento. Para quien haya leído “El mago”, estoy seguro que todo lo dicho le recordará muy mucho a la famosa novela.

Allí asistiremos al conflicto acerca del arte contemporáneo que se entabla entre ambos protagonistas, un pintor representativo, Breasley, y un pintor abstracto, David Williams. Un conflicto que corre en paralelo a sus diferentes concepciones vitales: la pasión y el compromiso del primero, “un viejo sátiro en zapatillas, sonriendo con suficiencia y echando pestes con gran satisfacción sobre cualquier atisbo de sentido común y sobre todos los cálculos", tal y como aparece en un sueño de Williams, que, a su vez, es visto por Breasley como el representante del arte como institución social, una disciplina objeto de debates en comités y dirigida a intelectos constructores de teorías, “no para la gente ni, lo que es aun más grave, para uno mismo”.

Y en el centro de esta discusión, poco a poco, se va erigiendo la figura de una de las jóvenes, Ratón (un juego de palabras entre mouse y muse), y por la que David se verá inmerso en una lucha interior, en un descubrimiento de sí mismo y por la que se asomará a “algo más que la realidad de ser: la pasión de existir”.

Escrita hace 6 años · 5 puntos con 2 votos · @Guille le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 4 años

Buena reseña, Guille. Acabo de leer La torre de ébano y estoy en todo de acuerdo contigo.Es significativo que te centres en la novela corta, de lejos la mejor del lote y con un argumento que te hace suspirar por esa obra maestra que fue El mago. como bien dices. Los cuatro cuentos restantes son de variable interés: uno, La nube, bastante malo. La puntuación final se resiente. La novelita corta es, desde luego, una pequeña joya, con un final triste y trabajado.