CÓMO NO SER PESSOA por bobok

Portada de ANTOLOGÍA POÉTICA: EL POETA ES UN FINGIDOR

Parece que la dispersa mano de Pessoa hubiera vuelto a actuar firme en la persona de Ángel Crespo. Que viniera Ángel Crespo con su antología y su prólogo de cien páginas a disolver como un heterónimo más la vida de Pessoa, como el propio Pessoa tuvo que corregir a Alester Crowley el día que le echó las cartas y quiso sentar su destino. Lean el prólogo, reléanlo, incluso tres o cuatro veces: asegúrense desembocar en los poemas cuidadosa y cariñosamente perdidos.

De los poemas, nada se puede decir, salvo que cada palabra se ha levantado, se ha sacudido el polvo y ahora está en su exacto sitio. ¿Es algo más, la poesía?

Fijémonos, por ejemplo, en su nombre; Pessoa, que se traduce por persona, que se traduce por máscara (prosopon), que es la careta que se ponían los actores griegos para ser los personajes. Cae la máscara, y (eso lo sabemos por los miserables intentos de críticos y expertos biógrafos) detrás no hay nadie. Pessoa apetece por ese nadie. Quijotesco inexistir, de quien dice ser Orfeo, ser el rey Sebastián, ser Camoes, ser Alberto Caiero, ser Ricardo Reis, ser Álvaro de Campos, ser C. Pacheco, ser Bernardo Soares. Pessoa, indescifrable, nos deja un hueco en la calma del ojo del huracán, desde donde se ve todo como:

Al pie del río
junto al camino
según el caso,
siempre en el mismo
descanso leve
de estar leyendo
(Viviendo dice el bello poema)

José Saramago dijo que Fernando Pessoa es una horma en el zapato que debe afrontar cualquier escritor portugués, y se puso a ello. En efecto, El año de la muerte de Ricardo Reis es una sacudida; más que un elogio, una venganza. Saramago parece decir a Pessoa, ¿no vivían por su cuenta, los heterónimos? Pues que vivan, y veremos. Así va Ricardo Reis caminando triste por las calles de Lisboa, él, que había escrito tan hermosísimas odas, conversa ahora con el fantasma de Pessoa y se cepilla a la Lidia existible; una sirvienta.
Saramago se ha visto capaz de condenar el universo de Pessoa a la cotidianeidad, pero estamos en la Lisboa de 1935 y tiene por delante otra (la principal) tarea: ¿Qué hacer de Pessoa en lo político? O lo que es lo mismo, ¿Fue el más gran poeta portugués un fascista? La excelente estructura de la novela guiará los trastabilleos del asfixiante mundo pessoano para resolver la cuestión con un “No” reconfortante e históricamente necesario. Pero si alguien corre a salvar a Fernando Pessoa del fascismo, este es Tabucchi. Dejemos a un lado su cuento Los últimos días de Fernando Pessoa, escrito pedagógico (malo, vamos) que nada resuelve. Es en Sostiene Pereira, donde recoge el testigo de Saramago para expiar los pecados del individualismo pessoano y elevarlo hacia una dignidad histórica de dimensiones trágicas. Tabucchi, no tan elegante como Saramago, nos da una lección de psicoanálisis en la que se esfuma el loco (por llamarse a sí mismo loco) y aparece el liberal.

La presente antología lleva por título el primer verso del poema Autopsicografía, que reza completo:

El poeta es un fingidor
finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que en verdad siente

Quizá la mejor forma de adentrarse en ella como lector sea también fingiendo. Dejemos que los heterónimos sean de verdad los autores de sus poemas, que luchen entre sí, que se rebatan. Leer a Pessoa es no pensar en Pessoa. No seamos él; él tampoco lo fue.

Escrita hace 6 años · 5 puntos con 3 votos · @bobok le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@Poverello hace 6 años

Magnífica reseña. bobok, de un magnífico autor.