STATUS QUO por Poverello

Portada de MUERTE ACCIDENTAL DE UN ANARQUISTA

Con el trasiego este del año enterito que vamos a estar sin gobierno (o con un gobierno en funciones, que recalca que sólo puede tomar decisiones en lo que le interesa seguir tomando decisiones) no puedo menos que echar un ojo a estos meses pasados y compartir la obviedad, a ojos vista, de que no se nota mucho la estancia en la que nos hallamos más allá de los miedos que tratan de volcar sobre las personas de a pie acerca de los bloqueos presupuestarios (aunque sus señorías siguen cobrando religiosamente cada mes por tocarse las partes nobles) y del desastre de tener que votar en Navidad, como si no se hubiesen podido valorar otras opciones.

Sí, el desgobierno es el caos, como bien se encargan de repetir una vez y otra desde las instancias de poder aunque nada haya dejado de funcionar por el momento o cuando interesó, la Europa democrática, impusiera un gobierno de tecnócratas en Grecia o Italia hace un lustro. Quien manda es la Troika, así que importa un pito que nos pasemos veinte años más votando como si fuésemos borregos camino del matadero. Eso no va a pasar, claro, porque para beneplácito de la Europa rancia y fascista, en las terceras elecciones van a ganar los fieles apóstoles de la derecha, posiblemente con mayoría absoluta.

No creo que resulte muy difícil encontrar la relación entre esta digresión introductoria y la obra de teatro que nos ocupa: “Muerte accidental de un anarquista”, de Dario Fo. Entre la ingente amalgama de bulos y falsas acusaciones hacia el movimiento anarquista está la de asociarlo de manera ordinaria con el desorden y la confusión. Algo con lo que colabora graciosamente la RAE y su diccionario asumiendo en su segunda acepción de anarquía la idea de desconcierto, incoherencia, barullo, cuando pocas situaciones más desconcertantes, incoherentes y embarulladas hemos podido vivir que aquellas que suceden con el gobierno de turno. Y si hay algo en lo que todos los gobiernos han de estar de acuerdo, pues los unen comunes intereses, es que la culpa de lo que sea (violencia en las manifestaciones, faltas de acuerdo, revoluciones, atentados…) la tienen los anarquistas.

Dario Fo nunca se casó con nadie –figuradamente, pues su relación con a Franca Rame en medio de las más tormentosas experiencias como pareja no puede ser más emblemática- y atiza con mazo y puño de hierro a todas las instituciones de poder que a lo largo de la historia han supuesto coartar la libertad de los seres humanos: iglesia, estado, capitalismo… “Muerte accidental de un anarquista” no iba a ser menos y desde la sátira y el humor nos entrega una obra milimétricamente diseñada y que sorprende que sorteara la censura. De manera muy inteligente, en el prólogo a la obra, Fo escribe que el origen del argumento proviene de un suceso real acaecido en Estados Unidos en 1921 del que hace analogía a fin de evitar la censura, pero de lo que sí hay constancia es que en diciembre de 1969, prácticamente un año antes de que se estrenara la obra, fue detenido junto con otros compañeros el ferroviario y monstruo anarquista Pinelli tras dos atentados con bomba en Roma y Milán que sirvieron para demonizar a todos los movimientos de izquierdas. Pinelli se cayó por una ventana de la Jefatura de Policía de Milán. A partir de este hecho, Fo construye una tragicomedia esperpéntica de investigación sobre el supuesto suicidio, donde el personaje principal, un loco para todos menos para los que sean capaces de mantenerse cuerdos, asume muy diferentes papeles de cada uno de los mantenedores del status quo (obispo, juez, comisario…) para ridiculizar todo argumento, que en su boca son simples excusas, a favor del control social y la justificación de lo injustificable.

Escrita hace 7 años · 5 puntos con 5 votos · @Poverello le ha puesto un 8 ·

Comentarios