JOYCE I por Volsung

Portada de RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE

Joyce, James Joyce.

Ulises, Finnegan’s Wake, Dublineses, Retrato, algunas poesías, una obra de teatro y poca cosa más.

Aun así Joyce, James Joyce.

Cuánto peso en dos palabras para aquellos que nos gusta leer ¿no? Parecería que iba a ser la cara de Dios lo que encontrásemos al abrir sus libros.

Desde luego no en el Retrato del artista adolescente, una novelilla sobre los convencionalismos sociales en la que he encontrado algún que otro arrebato, esporádicos, sí, pero potentes, de lirismo y prou (basta), que decimos en Catalunya.
Clase social, patria y religión. La tesis del retrato es que detrás de estas instituciones y los convencionalismos que las sostienen y nos infiltran, para que nosotros a su vez las sostengamos también, se esconde la verdadera identidad del individuo, una entidad pura (podría decirse) si se la destila de entre tanto “ruido ambiental”. Yo, que simpatizo con el materialismo cultural y creo que el terreno determina quienes somos tanto o más que el sustrato biológico con el que aterrizamos en este planeta, he encontrado las reflexiones del libro algo frívolas, como suele decirse: pajas mentales.

Pero no, falso, no hace falta exagerar, en realidad es el abordaje psicológico del libro, el enfocar la entrada de una nueva vida humana en el entramado social, la vida adulta, la cultura toda ella, en suma, descubrirla y empezar a defenderla con las tareas que los demás nos encargan (universidad, respeto familiar, fe, compromiso social…), abordar todo esto, decía, desde las implicaciones psíquicas y afectivas me parece insuficiente, muy insuficiente. El sesgo del yo como una realidad que existe al margen del universo (la base del idealismo desde que los pitagóricos defendieron la existencia de los números en sí mismos y luego llegaran Platón y las sucesivas legiones de los que creen en las substantia y que dieron en llamarse religiones monoteístas) me irrita. El idealismo es simplón. El romanticismo es simplón. Explicar que renunciar al misticismo, al nacionalismo o a la clase social mediante motivaciones individuales y que eso conducirá, justamente, a un individuo más puro, más… Individuo, me resulta, además de pueril, el súmmum del autoengaño.

El viajero ante el mar de nubes, el hombre que, desengañado por el caos del universo que le rodea, recurre a la búsqueda interior y a lo que allí encuentra lo llama la verdad, lo auténtico, lo artístico. Podrán ser sus novelas posteriores más modernas, no lo sé, pero el artista es, desde luego, el ejemplo perfecto de lo que es el eurocentrismo romántico: el espíritu del yo existe y a través del arte (las formas europeas del arte como pintura, poesía, teatro…) puede abarcar el mundo entero, envolverlo y explicarlo, porque es universal.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 4 votos · @Volsung le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@Tharl hace 8 años

Partimos del mismo rechazo a la metafísica y la palabrería de “encuentra tu verdadero yo”, así que me interesa y sorprende tu crítica.

Siempre tuve “El retrato de…” como un libro donde la identidad se llevaba al plano del lenguaje. El yo es una estructura lingüística producida por “el orden del discurso”: los discursos de la religión, la familia, la profesión, la nación, la publicidad... El yo está formado, polifónicamente, por todos estos lenguajes. Etcétera. Tengo la historia de Stephen Dedalus como la lucha contra estos lenguajes en un intento de construir, y no hallar, uno propio. La cuestión es importante ¿es posible encontrar una lengua realmente propia, independiente del resto? ¿Es la literatura capaz de ello? ¿Qué queda si no? Por motivos políticos y personales, no se me ocurre un tema más crucial y actual. Pero me sorprende que en el libro se encuentre una respuesta positiva tajante, con ese nivel de certeza. Si éste es el proyecto de Dedalus (no lo leí aun) supongo que será el lector quien deba juzgar hasta qué punto su lenguaje se ha independizado totalmente del resto de discursos dominantes, quedado prisionero de ellos o si, simplemente, ha encontrado una posición dentro de ellos que le resulta cómoda y concede ciertos grados de autonomía.

Aunque con su institucionalización el modernismo ha fracaso por completo, en su origen tenía pretensiones revolucionarias: cambiar el mundo a través del lenguaje. Tal vez (insisto que no he leído el libro) en esta intentona emancipatoria de Dedalus encontremos ya cifradas las contradicciones de las vanguardias y el por qué su éxito-institucionalización ha resultado en su fracaso.

Tengo que leer “El retrato de un artista adolescente”.

@Volsung hace 8 años

Hay dos momentos, sobre todo al final del libro en los que se trata el tema de la estética, se habla de la función del arte, se dice que la literatura es la forma más noble de arte (...) y se reflexiona alrededor del lenguaje como herramienta emancipadora. No son, en cualquier caso el grueso del libro, pero supongo que sí reflejarían el potencial transformador que acompaña a la voluntad de renovación estética del que hablas (en este caso una renovación de la estética literaria/lingüística).

Con un enfoque distinto está la cuestión nacional: él es irlandés, pero habla la lengua de los ingleses (él no sabe irlandés, pero en el libro él deja bien claro que no es del mismo grupo que sus profesores nacidos en inglaterra). Siente que podría haber una conexión más íntima con sus antepasados y su tierra y, sobretodo, dado el individualismo del libro, con él mismo a través de la expresión de sus pensamientos en irlandés que en inglés. Ahí sí hay una asociación directa lengua-identidad. Antes de la 2a GM una definición clásica de nación era comunidad de individuos que comparten una lengua.

Leételo y cuéntanos a ver qué sacas en claro tú de todo esto!