INEXPLICABLE por Guille

Portada de EL PASEO

Como me pasó con Jakob Von Gunten, acabo el libro maravillado por lo aparentemente injustificado que se me antoja el placer que me proporciona leer a Walser. No es fácil explicar cómo me atrapa la sencillez y la austeridad de su estilo, la simplicidad aparente de su narración, la despreocupación y la indolencia con la que parece haber sido escrita esta obra, las divagaciones que parecen no responder más que al azar que rige los encuentros, tan propias de un paseo, por otra parte. Todo predispone a pensar que no se persigue ningún propósito concreto, que no se pretende llegar a ninguna parte, a lo que también contribuye el tono paródico, burlesco y hasta sarcástico en ocasiones que endosa Walser a este poeta de personalidad solemne y arrogante, sin inspiración ni público, inclinado a las lucubraciones y fantasías literarias, que sublima y lamenta su oficio siempre expuesto a la cruel opinión ajena y gran invasor de la vida cuyas satisfacciones son, antes que disfrutadas, pensadas para darles forma escrita después.

Sin embargo, son muchas las reflexiones que caben en este corto paseo y en estas pocas páginas. Walser, huyendo de la grandilocuencia con el mismo horror con que el paseante de este relato huye del oro y la plata que adornan el rótulo de una panadería, reivindica el placer de la contemplación en silencio de esos detalles y elementos cotidianos y habituales, que por tal condición son fácilmente inadvertidos y que con rapidez son convertidos por el paseante en ideales objetos de fantasía o análisis. Ese silencio que domina el alma feliz, donde nada perturba, donde surgen sin dificultad castillos y castellanos de reluciente armadura. Un alma de donde emana la alegría de vivir, una alegría del mediodía, de la juventud, con la que poder disfrutar de caminos, calles, campos y bosques; un tiempo en el que las resoluciones de las inevitables y molestas responsabilidades pueden predisponernos rápidamente al éxtasis, al entusiasmo de la libertad y a la libertad del juego y a la posibilidad de ser otro y, precisamente por eso, “ser otra vez yo”.

Pero también, un poeta que denuncia el estado de un mundo en el que abundan los que engañan con una dulce y suave sonrisa, donde impera el valor del dinero, del parecer más que del ser, del oropel, de la novedad por la novedad, donde son abundantes las inmensas e injustas desigualdades, donde es común la opresión del débil por el fuerte de la que ni el mismo poeta duda en disfrutar en cuanto tiene ocasión. Un poeta para el que, además de las “muchas ocurrencias, relámpagos y luces de magnesio (que) se mezclan y se encuentran con naturalidad para ser cuidadosamente elaboradas” también surge el monstruo, el conflicto con uno mismo, su particular Tomzack.

Un paseo en el que inevitablemente llega el momento de hacer recuento del cumplimiento y los inevitables descuentos que se produjeron en “nuestros anhelos, en los osados deseos, en las dulces y elevadas concepciones de la felicidad” que tuvimos. Un paseo en el que no tarda en caer la tarde creando un ambiente propicio para la nostalgia de aquella hermosa muchacha que estúpidamente dejamos ir, en la que nos asaltan reproches y malos recuerdos donde no faltan la infidelidad, el odio, la terquedad, la maldad. Un ocaso, donde nos sacude la necesidad de tumbarnos ya en la orilla… porque ya es tarde y todo está oscuro.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 4 votos · @Guille le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@sedacala hace 8 años

Hola Guille.

Explicas en tú reseña, que lees los libros de Walser con un gusto sorprendente, en cuanto que no te parece que esté justificado, y supongo yo que dices que no lo está, basándote en la aparente falta de ganas que pone el autor en hacer atractivo su libro. Sencillez, simplicidad, austeridad, despreocupación, indolencia, divagador, falto de objetivos, paródico, burlesco y sarcástico, son todos ellos adjetivos que le adjudicas al talante con que el autor ha escrito el libro y te parece sorprendente que, en un terreno así abonado, haya podido brotar algo tan hermoso. Sorprendente e INEXPLICABLE.

Sí, la verdad es que en esto de la lectura hay cosas inexplicables. A mí por ejemplo, me parecieron inexplicables, los comentarios que Krust y tú escribisteis a propósito de la reseña que él publicó sobre la novela de Richard Ford “Canadá”, que he terminado hace poco y que me gustó mucho. Y me llamó muchísimo la atención que la misma historia que a mí me atrajo, a vosotros no os gustara, la misma. Claro, cuando es el contenido de un libro lo que no nos gusta, hay que pensar en que la empatía de cada uno con el tema puede ser muy distinta, e incluso opuesta. Lo que pasa es que en Canadá, yo tenía claro que el atractivo, para mí, provenía de la forma de contar la historia, no de la historia en sí misma, eso era lo que más me sorprendía.

En un libro escrito por Walser (sólo he leído Jacob von Gunten), supongo que el atractivo también ha de provenir, todavía más si cabe, de la forma de contar, no por la historia, que sospecho que tiene poca, pero sí por el encanto que se desprende de su lectura que, interpreto por tus palabras, es mucho.

A pesar de lo dicho, en mi caso no sería inexplicable que me gustara un libro con los mismos argumentos que tú expones, porque son ya bastantes los casos en que me han gustado mucho libros en esas mismas circunstancias. Por tanto a mí no me llamaría la atención. Otra cosa distinta es que fuera capaz de razonar, analizar, y encontrar las causas concretas de alguno de esos deslumbramientos. Si me empeño en llegar hasta ese desmenuzamiento, es cuando la cosa se convierte para mí, en un profundo misterio. Fue el caso de Canadá y por eso lo he traído a colación.

@Faulkneriano hace 8 años

... Porque ya es tarde y todo está oscuro... Buena reseña, Guille: ¿es usted una actriz retirada?

@Guille hace 8 años

Gracias Faulkneriano. Espero y deseo que todavía me queden algunos años de memorables actuaciones.

Vaya, sedacala, me has descubierto. Realmente era demasiado burda la treta de magnificar en el título de la reseña la tarea que tan magníficamente desarrollo después en el cuerpo de la misma. Se me fue la mano en la campaña de marketing de mí mismo y pido disculpas por ello, no se volverá a producir.

Pero lo que sí es inexplicable es que te parezca inexplicable la disparidad en gustos acerca de cualquier obra. Como inexplicable se me hace el hecho de que solo atribuyas la posibilidad de discrepancia al tema y no a la forma, si es que he sido capaz de entenderte. En este sentido puedo llegar a asombrarme de que no te guste Vila-Matas, un escritor muy Walresiano, por otra parte, o que puntúes tan bajo los cuentos de Mansfield, en los que me encuentro enfrascado ahora y disfrutándolos mucho, pero estos desacuerdos nunca me pueden llegar a parecer inexplicables.

Siempre lamento muchísimo mi imposibilidad de disfrutar de algunas obras cuya calidad intuyo pero que soy incapaz de apreciar, como es el caso de la novela que citas, y hasta llego a cabrearme un poco, en parte con el autor y en parte conmigo mismo, aunque siempre consigo controlarme y no llegar hasta el punto de, por ejemplo, puntuar con un 1 a Pedro Páramo como hiciste tú.

Y dicho todo esto, creo que te gustará El paseo, te animo a leerla.

@Tharl hace 8 años

Los apuntes y el estilo que recreas, Guille, en tu reseña me recuerdan mi lectura, abandonada, de “Historias”. Reconozco “ese silencio que domina el alma feliz, donde nada perturba, donde surgen sin dificultad castillos y castellanos de reluciente armadura”; pero sencillo y austero son los últimos adjetivos que emplearía para describirlo (indolente y despreocupado, sí).

Si no supierais nada del autor, ¿en qué siglo situaríais su estilo?, ¿no os tienta fecharlo en tiempos más pretéritos? Escrito “El paseo” en 1917 -sus “Historias” en 1914-, ¿no os resulta de un estilo descaradamente naif? Al punto de producir cierto extrañamiento. Uno de los recursos más interesantes de sus “Historias” es contemplar cómo Walser nos encanta, literalmente, para romper después el encantamiento.

En lo que he leído de él, me resulta un escritor muy incómodo.

@Guille hace 8 años

Pues Tharl, a mí Walser me parece que fue un autor que se adelantó a su tiempo y que es ahora cuando los lectores le están dando todo el valor que se merece aunque ya fuea justamente reconocido por muchos grandes autores contemporáneos y posteriores a él.

Cuando hablo de sencillo me refiero precisamente a ese carácter naif al que tú te refieres y la austeridad viene por la falta de adornos, de complejidades estilísticas, que hay en su prosa. Yo, por ejemplo, nunca diría que es un escritor incómodo; la facilidad, la naturalidad es lo que prima en mi lectura de sus textos. A no ser que esa incomodidad se produzca precisamente por ese extrañamiento que pare mí viene a ser el enorme placer que me produce leerle sin saber muy bien a qué se debe.

@Tharl hace 8 años

Hay un tipo de grandeza patrimonio exclusivo de los escritores incómodos.

No pongo en duda la modernidad radical de Walser; aunque se vistiera a sí mismo y a sus textos con ropajes de otras épocas -gusto rebelde por lo anacrónico y lo inútil-. Su modernismo yace en sus paseos y vagabundeos, en lo superfluo. La anécdota. Lo habéis apuntado. Un lector muy inteligente me dijo que sus “Historias” (como todo en Walser no sé si tomarme el título ingenuamente o con perversa ironía) parecen interludios de una trama de fondo que se ha perdido. En sus textos y en sus paseos, Walser se rebela contra el utilitarismo de una sociedad burguesa orientada hacia la producción. Todo es superfluo en ellos y nada tiene utilidad o fin alguno; no hay trama si quiera, tan sólo el transcurrir de impresiones y detalles a contemplar. El paisaje se justifica por sí mismo, como su escritura lo hace por el gusto (o la compulsión) de ensuciar cualquier papel a mano y unir el sonido de las palabras. ¿Cómo no iba a llevarle esta forma de ser y su amor por lo superfluo a fascinarse por lo “pequeñoburgués” y lo naif?

Walser carga con amaneramientos propios de otro siglo y nada naturales. Naif viene de nativo, natural, primitivo, tonto, ingenuo (remite al buen salvaje o paseante solitario, no es casual, de Rousseau); y en tiempos tan poco inocentes como el nuestro fingirlo es de una artificiosa afectación. No puedo leerlo sin ironía. El suizo nos seduce con lo más superfluo del lenguaje, recreándose en ello y en el universo pequeñoburgués para, a veces, sacarnos repentinamente del ensueño e incluso mostrarlo como una fantasía o el artificio de un artista. ¿Nos está alertando de los encantamientos del lenguaje y la conformidad? (La historia “La extraña ciudad”, mi favorita, es paradigmática de lo que digo.)

Me inquieta todo de Walser. De más a menos: ¿Era tonto y verdaderamente ingenuo o de una peligrosa ironía e intención? Su estilo naif me incomoda tanto como pasear por Gran Vía con un amigo vestido de levita y sombrero de copa mientras finge naturalidad. ¿Me está tomando el pelo en sus historias, absolutamente vacías (y lo firmaría en más de una historia), o era un genio peligroso que se dedicó a sabotear el núcleo más profundo de la narrativa (la trama) y la modernidad (la subjetividad y el sentido) e incluso la vida (la acción)? Soy un lector muy apegado a la narración y me encuentro desarmado ante textos semejantes, sin demasiadas herramientas para profundizar en ellos y disfrutarlos. Y, lo más inquietante, me inquieta su entrega en vida y obra a la nada, así como su correlato literario: el rechazo radical de la trama.

En “Ideas sobre la novela”, Ortega confronta al campesino, al turista (paseante) y al cazador (por favor, tomadlo metafóricamente, no recaigamos en discusiones estériles). El campesino se encuentra tan alienado por su actividad que no puede conocer la tierra. El paseante tiene tal desinterés que está abierto a todo o a nada, que es lo mismo. El cazador, en el seno de una acción “lúdica” (medio en serio, medio en juego; la distancia justa), es el que mejor reconoce la tierra. Todo acto debe(ría) insertarse en una historia pues nuestra percepción de la realidad viene siempre mediada por el proyecto en que se inserta la acción. Pretender atender a todos los elementos de la realidad, sin mediación alguna, desemboca en esa hiperrealidad tan poco realista que caracteriza a los esquizofrénicos y la posmodernidad. Y no puede surgir nada de allí. En Walser no hay historia, no hay trama, no hay nada más que el pequeño placer de hilvanar impresiones, sonidos y palabras desde el aislamiento e incluso el anonimato; hasta morir solos, vestidos con traje y sombrero, rodeados de una blancura absoluta y cuatro borrones que no llevan a ninguna parte.

No pongo en duda la modernidad radical de Walser. Y aun faltaría hablar del componente metaliterario de su obra. Es de un modernismo tan radical que, voluntariamente, restringió su recepción a unos pocos; pero siempre fue considerado un genio. Kafka y Musil, bastante antes que Vila-Matas y Siruela, le deben mucho. Más me perturban las implicaciones de la moda-Walser actual. ¿A qué se debe? ¿Cómo se le lee? ¿Igual que lo hizo Kafka o, simplemente, disfrutando de sus encantos naifs?

Walser me es incómodo.

@Guille hace 8 años

Coincido contigo en esa sensación de no saber a qué atenerse con Walser. En lo que escribí para su novela Jakob... dije: ¿Qué elegir, la seriedad o la bufonada? O quizás, como criaturas degradadas, ¿no deberíamos tomarnos la novela (y la vida misma) “en serio, pero también a la ligera, casi frívolamente”? Y algo muy parecido se podría decir de esta otra. Todo parece superfluo, como dices, pero sólo lo parece. Todo parece sencillo, sin complejidades técnicas, naif, pero solo lo parece.

En El paseo hay una escena que me dejó totalmente desconcertado:

Dos niños muy pequeños estaban, en el camino bastante polvoriento, como en un jardín. Uno le dijo al otro: «Dame un besito». El otro niño le dio lo que con tanto énfasis se le pedía. Entonces el primero dijo: «¡Bueno! Ahora puedes levantarte del suelo». Muy probablemente, sin el dulce besito no le habría permitido lo que ahora le concedía. «¡Cuan adecuada es esta ingenua y pequeña escena al hermoso cielo azul, que tan divinamente sonríe a la alegre, ligera y luminosa tierra!», me dije.

¿Una ingenua escena? Si bien pudiera ser la escena de un abuso.

En lo que no puedo estar de acuerdo contigo, Tharl, es en la importancia que das a la trama en una novela. ¿Sabemos acaso qué es la novela? ¿Qué características debe tener un texto para calificarlo como novela? Sobre esto se ha escrito y se seguirá escribiendo cienes y cienes de libros, como, de igual forma, se ha escrito y se seguirá escribiendo sobre el amor sin agotar nunca el tema, porque ¿sabemos acaso qué es el amor? ¿Hablamos todos del mismo sentimiento cuando hablamos de amor? ¿Y qué más da? ¿Es necesario acotar el tema? ¿Para qué es necesario? Creo que la novela es, desde su nacimiento, un género donde cabe todo, es el campo de la literatura al que no se le pueden poner puertas y yo me alegro de ello.

Por otro lado, por lo que te voy leyendo, tú le exiges a la novela una utilidad concreta, un cuestionamiento social, una denuncia, un objetivo. Y no digo que estés errado en tu demanda, aunque creo que hay medios mucho mejores que la novela para ello, simplemente me parece muy restrictivo el planteamiento.

@Tharl hace 8 años

Significativa la frecuencia con que profundizar en una obra o autor nos lleva a discusiones de teoría literaria; por más que nos resistamos lo primero parece demandar lo segundo. La literatura social y la de ideas suelen resultarme mala literatura. Tú lo has dicho, existen medios mejores -artículo, ensayo- para ello. Exijo a la literatura algo distinto. Lo planteo en términos que podamos coincidir, aunque yo matizaría cuestiones que ya conoces: pido a la literatura algún des-cubrimiento sobre la naturaleza (o existencia) humana; comprender mejor el mundo, a los otros, a mí mismo.

Walser debe ser un buen escritor y parece proponer una nueva forma literaria, correlato irrenunciable de una original forma de vida que, personalmente, me incomoda. Y esto comienza con la eliminación de la trama y la historia de la novela. ¿Y qué más da? Lo mismo ha llegado el momento en que no haya nada que decir de la novela. Seguramente sea una inútil pérdida de tiempo -muy del gusto de Walser, seguro- hablar del amor, pero también lamentaré mucho el día que dejemos de hacerlo.

@Faulkneriano hace 8 años

Tienes razón,, Tharl, en lo de no saber a qué carta quedarte con Walser. Las palabras "ingenuidad" e "ironía" salen sin querer en cualquier reseña sobre Walser, sin excluirse la una a la otra. A mí eso no me incomoda, la verdad.

Sigue pareciéndome un escritor conmovedor y necesario.