NO ESCAPEN DE ESTA MUJER por Guille

Portada de ESCAPADA

Escapada me ha parecido tan y tan bueno como aquel primero que leí de ella titulado Secretos a voces. Y así, ya son tres los galardones que esta obra acumula tras recibir el Giller Prize y el Rogers Writers' Trust Fiction Prize.

Las decisiones en momentos cruciales de las vidas de los protagonistas son uno de los puntos fijos alrededor de los cuales gira una buena parte de la narrativa de Alice Munro. Ya destaqué este aspecto en el comentario sobre El amor de una mujer generosa, aunque en este caso el tema se aborda en muchos de los cuentos desde un punto de vista bien distinto. En esta ocasión no se trata tanto de reflexionar sobre el camino elegido o el lugar alcanzado, como de la propia toma de decisiones, de las muchas veces insondable toma de decisiones.

Porque no siempre resulta fácil conocer las razones que nos llevan a tomar tal o cual decisión, y no siempre es por falta de valentía para enfrentarnos a ellas. En ocasiones parece que simplemente las tomamos o que son ellas las que nos toman a nosotros. Y si ya es difícil para el protagonista, para los espectadores puede llegar a ser un imposible. Entre estos relatos viven mujeres que actúan de forma sorprendente, incluso podríamos llegar a pensar que de forma irracional por lo perjudiciales que aparentan ser esas decisiones para ellas mismas, y, al mismo tiempo, la autora logra convencernos de que en el fondo nada podía ser de otra manera o, mejor aún, nos da pistas, ni muchas ni pocas, para construir esas razones que nos permitan hacer pie, cada uno su pie, sabiendo que…

"Siempre tenemos la idea de que hay una u otra razón y seguimos intentando descubrir razones. Pero creo que la razón no es algo tan fácil de sacar a la luz"

Otro punto que me ha parecido novedoso en estos relatos respecto a otros libros de Munro es la tensión que envuelve a muchos de ellos. Una tensión de desastre inminente que sobrevuela constantemente las relaciones existentes entre los personajes.

Por lo demás, no faltan todos esos elementos que hacen grandes los relatos de esta excepcional escritora: la aparente sencillez con la que despliega ante nosotros la complejidad de los sentimientos; los reveladores detalles, contados como de pasada, que caracterizan una vida y pueden cambiarla por completo; los giros inesperados, los silencios, el deseo en todas sus posibilidades, la culpa, la esperanza, y la sensación, al terminar cada relato, de haber leído toda una novela, de haber asistido a toda una vida. Lean y disfruten comprobando lo difícil que puede ser escapar, máxime si no se tiene muy claro de qué escapas y la explosión de sentimientos que te llevó a ello se ha desvanecido hasta dejarte vacío.

Oh, Alice Munro, por el placer que me ha sido concedido yo os declaro grande entre las grandes. Podéis ir en paz.


P.D. Y todo ello teniendo fundadas sospechas de que la edición tiene problemas de traducción y que el trabajo del corrector brilla por su ausencia.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 4 votos · @Guille le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Kodama hace 8 años

Soy de llevarme chascos con libros de relatos como me pasó con Le Clezio, Xingjian, Vargas Llosa (todos ellos ganadores del Nobel como Munro) así como Murakami, Lem, Akinari, Lovecraft (sí, relatos de Lovecraft me dejaron indiferente); sin embargo con Alice Munro, de quien he leído Demasiada Felicidad, no puedo hacer más que recomendarla. Una gran narradora de relatos y en mi opinión, justa ganadora del Nobel.

@Poverello hace 8 años

Tendremos que seguir con esta mujer más pronto que tarde. Secretos a voces me pareció más que notable.

@Guille hace 8 años

Demasiada felicidad es uno de los que me faltan de la autora y que seguro leeré en algún momento porque quiero leerlos todos.

Poverello, este de ahora me ha parecido, junto con Secreto a voces, de lo mejor de Munro (llevo cinco leídos), lo que ya es decir muchísimo.

@Tharl hace 8 años

Desde la primera vez que escuché hablar de Munro la describían como la “Chéjov canadiense”. Cada vez que surge un buen escritor con un registro naturalista dicen algo similar, así que no presté demasiada atención. Pero, Guille, tu reseña, párrafo por párrafo, podría referirse perfectamente a los cuentos de Chéjov.

Eso no es un problema para mí, que tanto disfruto leyendo y releyendo a mi querido médico rural, pero sí para Munro. El problema de hacer lo mismo que Chéjov, es que Chéjov ya lo ha hecho, y mucho mejor. Los autores chejovianos están condenados a estar a la sombra de su maestro. Es un suelo muy fértil, pero la luz que a él llega viene filtrada por hojas que no son las suyas.

Tengo acceso a Demasiada felicidad, así que os diré más cuando lo lea.

@Kodama hace 8 años

Había leído lo de la "Chéjov canadiense". Algún día tendré que ponerme con el ruso, que tengo gente cercana recomendándomelo.
Entrando en el peligroso juego de las comparaciones, yo a Munro la comparo, por la forma de adentrarse en pocas páginas en los estados de ánimo de los personajes, con Raymond Carver. Recomiendo a ambos, pero si he de elegir, de entre lo leído, me quedo con Munro.
Saludos.

@Guille hace 8 años

Hace muchísimo que leí una edición de cuentos completos de Chejov y, aunque guardo un buen recuerdo general, en particular recuerdo bien poco. Estas navidades pueden ser un buen momento para recuperarlo y comprobar si Chejov es o no la Munro ruso. Ya comentaré.

@Saratobias hace 8 años

Hola soperos y Guille! Con tan buena reseña y notas, yo que aún no he leído nada de ella, me lo apunto. Un saludo...

@Guille hace 8 años

Uf, empieza a pesarme la responsabilidad de la recomendación... pero poco.

@Tharl hace 8 años

A Carver también suelen asociarle con el ruso, Kodama. Aunque cuando lo leí no vi tantas semejanzas, que probablemente se me escaparon (leí muy mal a Carver). Desde luego el propio Carver reconoció numerosas veces su deuda con Chéjov y llegó a dedicarle un cuento.

Yo, según sigo leyendo a Chéjov, me pregunto si tiene sentido y si se puede ser chejoviano hoy en día. En tiempos de Chéjov era mucho más fácil ser humano. Se escribió antes de la televisión, de Internet, de un mercado global, de unas finanzas hipertrofiadas convertidas en una segunda naturaleza, de dos guerras mundiales... en una Rusia anterior a la industrialización, al capitalismo de estado de Stalin, al capitalismo conservador de Putin, etcétera. No tengo todas conmigo sobre si se puede ser un autor chejoviano hoy en día sin dar la espalda a la realidad y al presente.

Si leéis los cuentos del autor de “La dama del perrito”, ya me contareis si os gusta. Yo prometo leer a Munro pronto :)

@Poverello hace 8 años

Pienso que Munro tiene un estilo muy muy propio a la hora de escribir. Y considero que bastante más metódico y reflexivo de lo que puede resultar en una lectura rápida; no recuerdo en qué reseña -creo que en una de Guille- enviaba un artículo que había leído con un análisis literario de uno de los cuentos del libero Secretos a voces y me quedé absolutamente anonadado de la estructura y de la precisión de la Munro.

Su única novela no me entusiasmo, desde luego, quizá como los dos nombrados Carver y Chéjov (gran dramaturgo este también), estaba más hecha para el relato. Ella misma comentaba que escribía cuentos desde joven porque no tenía tiempo de otras cosas más largas por el poco tiempo que le dejaban sus hijos.

Por otro lado, Munro no me recuerdo a Carver en absoluto. Ni en estilo, ni en narración, ni en sentimientos... Carver (o si editor, mejor) es pura concreción, con bastantes diálogos y nada descriptivo. Con Chéjov ya puedo compararla algo más, pero sin excesos. Aparte del enfoque, los relatos del ruso tienen un componente de critica social clarísimo que. excepto algunas excepciones, no lo he visto en Munro. Y ya puestos, ese componente social no me parece, desde luego, nada pasado de moda. Conozco muchos muzhiks actuales que, por desgracia, poco tienen que envidiar en concepción de la vida y en miseria impuesta, a los de Chéjov.

@Kodama hace 8 años

A mí tanto Munro como Carver consiguen trasmitirme esa angustia de sus personajes, esa situación incómoda, esas relaciones sociales y humanas cotidianas de las que no hay forma de escapar... Quizá sólo sea una opinión subjetiva de mi yo lector :)
Yo entonces prometo leer a Chejov (que lo dejáis muy bien)... y más de Munro

@Tharl hace 8 años

Aunque muchos, empezando por él mismo, señalan la poderosísima influencia de Chéjov en Carver, yo siempre he pensado que su estilo debe tanto o más a Hemingway y su “minimalismo”.
Debería releerlo pero me parece que incluso puede ser que el proyecto de Carver sea profundamente hemingwayniano: encontrar la verdad, entendida como autenticidad en el proyecto de una vida auténtica, en los espacios donde sigue pudiendo ser encontrada hoy en día: en el margen, el exilio. Hemingway la encontraba fuera de su tierra, en la aventura, en la caza, en la guerra, en los toros (la ejecución de un toro se dice “momento de verdad”) y, desde luego, en la violencia. Creo que McCarthy hace algo parecido y en su búsqueda de una verdad debe irse “a la frontera”. Bukowski y, tal vez, Carver, lo buscan en los márgenes dentro de nuestra propia tierra: la marginalidad.
No sé hasta qué punto puede conectarse este proyecto con Chéjov y creo que se debe precisamente a que el mundo de Chéjov era distinto y para encontrar algo auténtico no había que exiliarse. O, a lo mejor, podemos entender el teatro de Chéjov más que sus cuentos como la dramatización de que ya no es posible encontrar un sentido último, algo auténtico y tener una vida digna de ser vivida, en este mundo. Es decir, como la toma de conciencia de esto en hombres como Vania. Algo diferente a la búsqueda de lo auténtico en el exilio que caracteriza los autores que he comentado. No obstante, en sus cuentos, Chéjov todavía puede encontrar respuestas en la naturaleza y en convivencia con los mujiks. Hoy en día esa opción no es posible.


A Chéjov le criticaron sus contemporáneos la falta de compromiso social. Incluso tiene un interesantísimo cuento donde, a través de un alter-ego pintor de paisajes, se justifica. Como defiende Chéjov en ese cuento, el compromiso social no tiene por qué ser tan burdo como en la novela política o la novela social; autores genuinamente literarios como él mismo, como Kafka, Foster Wallace y tantos otros resultan mucho más fecundos a la hora de comprender la sociedad que el compromiso naif de otros autores “comprometidos”. No niego el componente de crítica social o, mejor dicho, crítica de costumbres de Chéjov, pero la lectura que a mí más me interesa de él es otra muy distinta y que apunta hacia lo que señala Guille de Munro:

“Las decisiones en momentos cruciales de las vidas de los protagonistas son uno de los puntos fijos alrededor de los cuales gira una buena parte de la narrativa de Alice Munro [y Chéjov]. […] En esta ocasión no se trata tanto de reflexionar sobre el camino elegido o el lugar alcanzado, como de la propia toma de decisiones, de las muchas veces insondable toma de decisiones.

Porque no siempre resulta fácil conocer las razones que nos llevan a tomar tal o cual decisión, y no siempre es por falta de valentía para enfrentarnos a ellas. En ocasiones parece que simplemente las tomamos o que son ellas las que nos toman a nosotros. […] incluso podríamos llegar a pensar que de forma irracional por lo perjudiciales que aparentan ser esas decisiones para ellas mismas, y, al mismo tiempo, la autora logra convencernos de que en el fondo nada podía ser de otra manera o, mejor aún, nos da pistas, ni muchas ni pocas, para construir esas razones que nos permitan hacer pie, cada uno su pie”

Esto es evidente en cuentos tempranos como “La desgracia” de Chéjov, donde todo se orienta a la decisión final vista como la desgracia que da nombre al título. Sin embargo, los mejores cuentos de Chéjov se vuelven más sutiles e inteligentes y desplazan la atención de la toma de decisiones a la situación vista como una trampa. En ellos, como “La dama del perrito”, no hay ya una importante decisión final que estructura el cuento entero, si no que el protagonista por el motivo más aparentemente banal toma conciencia repentina de la trampa hacia la que ha dirigido su vida y trata de comprender cómo ha llegado allí, cuál ha sido la decisión y qué hacer. Y él, y el lector, descubren que no ha sido una única elección voluntaria, sino elecciones sutiles, a menudo inconscientes y casi siempre cotidianas las que le han llevado poco a poco y sin darse cuenta a esa trampa. La trampa de lo cotidiano. Aquí se encuentra, creo yo, el núcleo de la contemporaneidad de Chéjov y su genio. Cuando esto se orienta a conflictos sociales, como la lucha de clases en “Enemigos” o “La nueva dacha”, la única diferencia es que la trampa no es individual, si no social; aunque se muestre representada en personajes individuales. Porque en Chéjov, el individuo y su psicología, es siempre el material último de sus relatos y no lo social o institucional/estructural.

Estas trampas siguen vigentes hoy, siguen existiendo y leer a Chéjov es una forma de tomar conciencia de ellas, hacer mapas para escapar y rutas con las que evitarlas y, si no es posible, al menos perdonar al otro y a nosotros mismos y reírnos porque, al fin y al cabo, ser humano consiste en caer continuamente en trampas y equivocarse y no tiene tanta importancia. Frente a otros escritores que examinan las trampas de la vida (Kafka, Foster Wallace, por repetir nombres ya citados) Chéjov me reconcilia conmigo mismo y con la humanidad y me produce el deseo de ser, como decía Gorki, “más sencillo, más sincero, más yo mismo”. Estoy convencido de que, hoy en día, si algo puede salvarnos es Chéjov.

No obstante, en Chéjov, médico rural, apenas tienen presencia las instituciones y aunque es fácil asociar ciertas trampas con un modo de vida determinado: pequeña burguesía, terratenientes en decadencia y funcionarios como “el hombre enfundado”; su enfoque es más individualista, centrado en la vida personal y la psicología de los personajes que estructural. Me parece que actualmente estamos más atravesados que nunca por instituciones que nos constituyen y nos producen en masa, nos alienan y nos cosifican: la economía, la escuela, el trabajo, internet, la televisión, toda la cultura de masas, etc. y que hay que prestar atención a ello. Como dice Foster Wallace, la misión de la literatura actual es encontrar el modo de seguir siendo humano en un mundo cada vez más inhumano. Si ser chejoviano hoy en día es dar la espalda a esto y centrarse única y exclusivamente en los avatares íntimos de la vida privada, es un modo de huir del presente y, desde luego, una opción, en el fondo, de espíritu muy poco chejoviano.
En “Olive Kitteridge” de Elizabeth Strout detecto cierto eco muy chejoviano. La novela o colección de cuentos me produjo un gusto ambivalente: me gustó y no me gustó. Apreciando sus aciertos, su “humanidad”, había algo que olía mal, molesto. Creo que podía ser esto. La sensación de un anacronismo terrible. Me costó situar las historias en mi mundo, en mi presente. Más que historias del siglo XXI o de la segunda mitad del XX, parecían historias del siglo XIX. Olía a falso, a simulacro, a naif. No sé si a Munro le sucederá igual, desde luego por lo que he oído debe ser mucho mejor escritora.

Me estoy leyendo un nuevo volumen de cuentos del ruso, cuando lo termine espero desarrollar estas ideas en una reseña para no usurpar el espacio de la Chéjov canadiense. Ya me he extendido demasiado. Perdonad el rollo.

Tengo que leer a Munro.

@Guille hace 8 años

Kodama, yo también encuentro semejanzas de Munro con Carver y estarían en la misma línea de las semejanzas que se señalan en torno a Chejov.

Tharl, mi impresión es que cuando se habla de la influencia de Chejov en Munro no se están refiriendo al estilo, muy distintos en ambos, sino al criterio acerca de lo que debe ser un cuento, del tipo de personajes, del tipo de problemas, de la materia del cuento. Y en este sentido sí creo que pueden encontrarse importantes semejanzas entre los dos autores. No quiero extenderme mucho en este comentario y siendo todos, como sois, culpables de picarme con Chejov tendréis que esperar a finalizar sus Cuentos imprescindibles para leer mi opinión sobre este asunto en la reseña correspondiente.

Pero sí querría comentar algunas de las cosas que ha dicho, Tharl. Volvemos aquí a eso tan manido pero tan cierto que son los presupuestos de los que se parte a la hora de interpretar un libro y tú y yo, Tharl, los tenemos casi diametralmente opuestos.

En primer lugar, y si te he entendido bien, no creo que ni Carver ni McCarthy reivindiquen esa vida en la frontera, en los márgenes. Ambos sitúan sus relatos en ese espacio porque es un contexto propicio para las partes más negras de esa naturaleza humana de la que tanto disentimos tú y yo. De hecho, en Carver es muy corriente encontrar sentimientos de añoranza de tiempo felices, menos convulsos, y la esperanza de que vuelvan a ser posibles. No son personajes a gusto con sus vidas ni orgullosos de ellas. No veo razón alguna para que sea más verdad la vida conflictiva aunque indudablemente la infelicidad es literariamente muchísimo más interesante que la felicidad.

En lo que sí aciertas, siempre desde mi perspectiva, es en elegir el cuento “La desgracia” para aplicar lo que dije en mi reseña sobre el último libro que leí de Munro. Este es el segundo relato de la colección elegida por Richard Ford para el libro Cuentos imprescindibles de Chéjov, que he empezado a leer, y me quedé sorprendidísimo al observar como, con otro lenguaje y otra graduación en la expresión de los sentimientos, podría ser perfectamente la parte central de un cuento de Munro. Después he leído otros cuatro más y ninguno de ellos se acerca al mundo Munroniano ni de lejos. Todavía no he llegado a La dama del perrito pero lo que dices de él podría perfectamente aplicarse a otros relatos de Munro.

@Tharl hace 8 años

Creo que hay un momento de objetividad en la lectura. Conozco McCarthy mucho menos que otros en esta web y habría que examinar el asunto con detenimiento, pero creo que hay resonancias bíblicas en su escritura, y no me refiero al contenido (o no sólo), sino a la forma. Creo de veras que hay una busca de la trascendencia, la verdad y la autenticidad en él y creo que está relacionada con la violencia y la muerte. En las obras que de él he leído es evidente que la confrontación directa con la violencia y la muerte es el rito de paso hacia la madurez, lo que hace hombre al hombre e incluso, tal vez, podrían localizarse pasajes de auténticas epifanías en las que el personaje descubre una importante verdad sobre la vida. Este pensamiento de la muerte como horizonte frente al que uno da sentido a la existencia y aprende a hacerse adulto y conoce la vida es, por cierto, bastante existencialista. Y todo esto –para McCarthy- sólo es posible en la frontera, y así lo veo en su ficción y en lo poco que sé de su biografía.
Carver, no lo tengo suficiente leído; hablo de memoria y de una lectura superficial de sus textos como fue la mía e influido por mi lectura de Bukowski.
Bukowski y Hemingway, sin duda se ajustan a lo que digo y, elementos formales y de contenido a parte, ellos mismos lo han declaro explícitamente.

Me has pillado, Guille, con esa misma antología en la mano. Evidentemente no todos los cuentos de Chéjov se ajustan a lo que yo he comentado, aunque ese es mi Chéjov favorito y, creo, el más maduro. Entre los primeros cuentos hay algunos algo más chorras que Ford ha recogido para mostrar la variedad del inventor del cuento moderno, pero la colección va a mejor. De los que he leído, creo que te gustarán Enemigos, La cigarra, Un ángel, La nueva dacha y La dama del perrito. Algunos de ellos debo releerlos, pero creo que se ajustan a la lectura que propongo. La desgracia es un cuento temprano de Chéjov y no está entre mis favoritos, me parece que con el tiempo fue madurando y derivó hacia ese desplazamiento que señalo de la toma de decisiones a la toma de conciencia de la situación a causa de “microdecisiones” cotidianas.

@Poverello hace 8 años

Interesantes comentarios. Yo es que como ayer fue jornada de reflexión no me queda hoy cerebro para más, jeje.

Estoy de acuerdo con opiniones de ambos, que no me parecen contradictorias, como lo referente a McCarthy, que me parece claro el componente religioso en sus novelas, y cuyo interés por este tema puede comprobarse en la obra 'de teatro' Sunset Limited, por ejemplo, aparte de la multitud de referencias bíblicas de muchas de sus novelas. Otra cosa es eso del existencialismo y la trascendencia, a menos que se perciba en cierta medida como una critica a ambos aspectos en la condición humana.

Carver se parece más a McCarthy en este sentido que a Chéjov y Munro, los dos mucho más 'sentimentales', podríamos decir.

La de errores gramaticales que tengo en el mensaje de antes de ayer, leches, como me estaba preparando para la jornada de reflexión, ji.

@Guille hace 8 años

Yo tampoco interpreto a McCarthy en ese sentido, Tharl. Quizás lo haga al contrario que tú, en el sentido de que la violencia es consustancial al ser humano, cuyos dioses han sido creados a su imagen y semejanza, violentos, coléricos, celosos y vengativos.

Respecto al tema que nos ocupa, no he adelantado mucho en la lectura de Chéjov pero por ahora, excepto La desgracia no encuentro paralelismos con Munro, que me sigue gustando más que el ruso.

Y otra cosa Tharl, si quieres leer un libro notable, existencialista por los cuatro costados y con el morbo añadido de que el autor le puso los cuernos a Sartre, lee El hombre del brazo de oro.

@Tharl hace 8 años

No digo que McCarthy sea un autor religioso o existencialista o en busca de la trascendencia como algo ultraterreno. Por un lado, no lo he leído suficiente; por otro, si se limitara a plasmar una ideología o un pensamiento no podría ser un buen escritor. Lo que no quita que se pueda leer desde ciertos pensamientos sin considerar que él los está ilustrando. Lo que digo es que creo que en McCarthy el encuentro con la violencia y con la muerte produce una revelación de lo que es la vida que hace madurar al protagonista, que le hace un adulto, un hombre o como lo queráis llamar. Puede que esos momentos pueden llegar a adoptar una forma de epifanía, habría que mirarlo. Podría decirse que tras enfrentar la muerte y la violencia el personaje lleva una vida más “auténtica”, como si hubiera aceptado alguna verdad fundamental de la vida o algo así.
De todas formas, de los autores que cité McCarthy y Carver son los que menos he leído. En el caso de Bukowski y Hemingway puedo defenderlo mucho mejor. De hecho, su propio estilo, es una “retórica anti-retórica” que busca a toda costa alcanzar esa autenticidad. Por eso insisto que la lectura tiene un momento objetivo (el texto es un objeto material que no lo consiente todo) y que mi lectura de estos autores se basa en esta dimensión formal tanto como en sus contenidos. Las declaraciones de Bukowski y Hemingway pueden confirmar lo que digo, pero son secundarias.

Respecto a la relación de Chéjov y Munro no puedo decir nada hasta que la lea. Sólo señalar en Chéjov el proyecto que tú, Guille, suscribes a Munro en los párrafos que cité de tu reseña. Lo que pasa es que, como traté de explicar, creo que Chéjov según va madurando (después de La desgracia) desarrolla su proyecto de forma más sutil. Primero desplaza la importancia de la toma de decisiones voluntaria (presente desde el título de “Desgracia”) a el análisis de cómo pequeñas decisiones y momentos azarosos pueden llevar a una trampa sin que apenas medie una Gran Decisión Consciente de por medio -como sucede en Enemigos o en El beso-. En estos cuentos se diluye esa toma de decisión de La desgracia en otros aspectos más pequeños y sutiles. En Enemigos la acumulación de pequeñas minucias da lugar a una enemistad eterna; pero, aunque lo parezca, el peso no cae en un punto de inflexión determinante (el enfrentamiento) sino en las pequeñas insignificancias, azares, automatismos, malentendidos y errores que fatalmente llevan a la enemistad. En El beso, el personaje acaba destruido por esas pequeñas menudencias, como sus sucesivas fantasías y el roce áspero de una sábana. No hay pues una única razón suficiente y necesaria, sino una acumulación de acontecimientos cotidianos que deben ser interpretados por el lector para comprender cómo se ha llegado a ese punto; luego caben tantas razones como lecturas. Evidentemente en ambos hay momentos climáticos: la discusión final en Enemigos, el beso primero y la decepción final del soldado después con el momento culminante del roce de la sábana en El beso. Pero mientras que el clímax en La Desgracia es una decisión final (marcharse), en los otros dos lo es la manifestación repentina del efecto de esos pequeños detalles, de los pequeños actos más o menos conscientes que les llevaron allí. Fíjate en la nueva forma de titular los cuentos. En “La desgracia” el título se refiere a la decisión de la protagonista (aceptar “la desgracia” que sale a colación desde las primeras páginas del cuento) y su consecuencia (la desgracia, claro está); en “Enemigos” el título elimina la decisión de por medio, sólo refiere a la consecuencia; en “El beso” el título ya se ha desplazado plenamente a uno de esos detalles insignificantes -nada más tonto que un beso perdido- que disparan una sucesión de pequeñeces que acaban siendo fatales. Posteriormente será el propio personaje el que tome conciencia de su situación y busque darle sentido a través de qué decisiones y azares le han llevado hasta allí. Por eso el título se desplaza al propio personaje pero no a su nombre propio, sino por aquella trampa que le caracteriza: “El profesor de lengua”, “un Hamlet moscovita”, “El hombre enfundado”. El título “La dama del perrito” despliega una estrategia aún más sofisticada porque menciona a una protagonista y, al mismo tiempo, a aquello (ella) que comienza un proceso de toma de conciencia en el protagonista en quien se centra el punto de vista (él).

En cuanto a la ficción existencialista, lo que he leído (La náusea, por ejemplo) no me gusta demasiado. Su pensamiento me parece muy interesante, aunque no lo suscriba del todo. Me apunto de todos modos el título.

¡Abrazos!

(perdonadme tanta chapa, pero es que Chéjov me apasiona)

@Faulkneriano hace 8 años

Qué hilo de comentarios más interesante. Tres cosas:

Munro no se parece a Carver (aunque Carver profesaba ferviente admiración por Chejov)

Munro se parece a Chejov porque todos los buenos cuentistas han leído al ruso hasta la extenuación, salvo los que quieren dinamitar el cuento tradicional, como Barthelme o Barth (y éstos seguro que tambíen han leido a Chejov)

Ya puestos, es mejor parecerse a Chejov que a Hemingway (que, en el fondo, también se parece a Chejov)

@Kodama hace 8 años

Para quien tenga ganas... y tiempo, texto sobre Chejov y su influencia en escritores posteriores (en el texto, casi al final, se nombran similitudes entre Chejov, Munro y Carver, cosa que me hace pensar que los que comparamos a Carver y Munro no estamos del todo locos) lecturassumergidas.

Veo que como buen Faulkneriano que eres no pierdes oportunidad de lanzarle algún dardo a Hemingway. Aquí otro artículo con su gracia sobre rivalidades literarias, obviamente la de Faulkner y Hemingway está presente: lecturassumergidas.

Saludos y felices fiestas a todos ;)

@Kodama hace 8 años

Perdón, me he equivocado en el segundo link, aquí el quería poner: 7boom.

@Faulkneriano hace 8 años

El primer articulo, sobre Chejov, es muy interesante. Leyéndolo, me reafirmo en mi impresión: Everybody comes to Chejov's.

@Tharl hace 8 años

Acabo de leer una cita que no viene muy a cuento pero no puedo resistir a compartir con vosotros. Es sobre “El viejo y el mar” de Hemingway: “Su mejor obra. El tiempo demostrará que es la mejor que cualquier de nosotros haya escrito, y con eso me refiero a sus coetáneos y a los míos.” (William Faulkner).

Ahora Hemingway sobre Chéjov: “Chéjov escribió unas seis buenas historias, pero era un escritor amateur”. Hemos llegado a un punto en que no reconocemos las críticas de los elogios. Y esta es el mayor elogio que he leído sobre Chéjov (eso interpreto yo). En primer lugar porque está al margen de la prosa laudatoria habitual al hablar del ruso, como la de los autores del interesante artículo que ha compartido Kodama. Y por ello mismo, en segundo lugar y más importante, porque es sincera. Todos los amantes de Hemingway sabemos que él se tomaba muy muy en serio la pesca, la caza y (creo) los toros, pero siempre se consideró un escritor amateur. Se opuso sistemáticamente al “escritor de despacho y universidad”. Pero lo importante es que, ¿de quién podemos decir de veras que haya escrito seis buenas historias? Salinguer, una buena historia, tal vez dos; Borges, probablemente una sola; Turguenev, una; Bukowski puede que otra; Aldecoa seguramente no más de dos. Asi dicen en el artículo que Carver siguió a UN Chéjov; según Hemingway hay seis. Las obras de estos autores son variaciones de esa buena historia que ellos fundaron. Es probable que el mismo Hemingway tampoco llegue a las seis historias. Solo se me ocurre Poe y tampoco sé si llega a la media docena. En realidad hace falta ser un amateur como lo fueron Poe, Chéjov y, tal vez, Hemingway para revolucionar un género. Sólo un amateur puede permitirse aventurarse en todas las formas que se le ocurren. Sin duda eso es lo que encontramos en Chejóv. Y por eso todos podemos venir de él.

@Poverello hace 8 años

Vaya berenjenal.

De Aldecoa al menos conozco quince o veinte. Todas las que he leído, básicamente. De Borges casi lo mismo.

@Guille hace 8 años

Tengo que retractarme un poquito de lo dicho. Tras volver a leer “Cuentos imprescindible”, de Chéjov, puedo hablar con un poco más de base, aunque solo sea un poquito, para decir que, a la hora de relacionar a la autora canadiense con el autor ruso, ni siquiera creo que se refieran “al criterio acerca de lo que debe ser un cuento” como comenté más arriba. La concepción del cuento de Munro dista mucho de la concepción del autor ruso, aunque en alguno de los más de 600 cuentos que este escribió podamos encontrar paralelismos, lo que seguramente se podría establecer con casi cualquier buen cuentista posterior a él.

Parece ser que el primero en calificar a Munro como la Chéjov canadiense fue Colm Tóibín, aunque no ha sido el único. También la han denominado así Updike o Cynthia Ozick, y el motivo no puede ser otro que poner de manifiesto la altura a la que ambos autores han elevado el relato corto como género literario.

Ah, y otra cosa: si hay que elegir (y me alegro de que no sea así), me quedo con Munro.

@Faulkneriano hace 8 años

Lo raro sería que escribieran igual, llevándose más de un siglo.

Afortunadamente no hay que elegir... pero yo me quedo con Chejov.

@Guille hace 8 años

Sería raro, a mi me gustaría un poco menos, y además no le habrían concedido el noble... ¿o sí?

De hecho, me pregunto si se podría escribir igual y, si se pudiera, qué pasaría si de pronto se descubrieran una veintena de nuevos cuentos de Chéjov, saludados por la crítica como de lo mejorcito del ruso, y con sus numerosos incondicionales flipando y encantados de poder disfrutar de veinte nuevos maravillosos relatos, qué pasaría si, de pronto, su verdadero autor se diera a conocer y descubriera todo el pastel.

@Faulkneriano hace 8 años

Casi a punto de terminar el volumen, me encuentro con un relato (este sí) absolutamente chejoviano: Desencuentro, con un climax que en manos de un cuentista menos experto sería absolutamente melodramático. El volumen, lo anticipo ya, me parece magnífico.

@Guille hace 8 años

En efecto, de lo mejor de esta mujer.

@Faulkneriano hace 8 años

Son brutales las elipsis de esta mujer. En varios cuentos, la acción salta treinta o cuarenta años hacia adelante, de manera que, lejos de ofrecer una viñeta impresionista, un "momento pregnante" situado en un pasado más o menos lejano, Munro muestra toda una vida desplegada ante los ojos atónitos del lector., sin que le tiemble el pulso, y con lo fácil que es meter la pata. Y como ella escribe desde la ancianidad, no le cuesta mucho trabajo imaginar cómo serán los personajes cuando peinen canas. Vamos, que no es como el maquillaje de "viejo" que le ponen a los actores en las películas malas. Excelente volumen: solo hay uno que no termina de gustarme, pero el resto rayan a una altura estratosférica. El último, Poderes, muestra lo dúctil que es su arte. Se atreve con todo: comienza con una narración en forma de diario, sigue con un narrador en tercer persona, introduce varias cartas y luego pasa de nuevo al narrador omnisciente, pero permite (y el que haya leído el cuento no lo olvidará) que dos personajes antaño enamorados cuenten mentiras (y se maten, metafóricamente, el uno al otro) a una atónita Alice que no duda en escapar, como quien huye de la oscuridad. Tremendo.

@Guille hace 8 años

Suele ser muy habitual en Munro esa utilización de las elipsis que citas. Los cuentos recogen vidas enteras que giran adelante y atrás en torno a un momento, a un detalle, a una decisión. Y esa, por ejemplo, es una gran diferencia con los cuentos de Chéjov.