¿QUÉ ES LO QUE BEBES, EL AGUA O LA OLA? por Guille

Portada de EL MAGO

Me bebí la ola de un trago, como con meses de sed atrasada. Un texto brillantemente escrito, como me tiene acostumbrado el autor, capaz tanto de conducirte con ligereza y suavidad a hermosas e idílicas playas, como de voltearte hasta la desorientación o estrellarte contra las rocas de la sinrazón, y ello sin abandonar la elegancia, sin perder esa capacidad de perturbación que te sostiene cabalgando fascinado sobre esta ola de casi setecientas páginas. ¿Y el agua? El agua ya es otra cosa.

En el prólogo a la segunda edición inglesa revisada en 1977, Fowles habla de un libro que le influyó a la hora de escribir el suyo, El gran Meaulnes, de Alain Fournier (realmente cita dos más, Bevis, de Richard Jefferies, y Grandes Esperanzas, de Dickens) y del que quería copiar esa capacidad de proporcionar una experiencia que va más allá de lo literario.

Pues hasta el más allá lo he acompañado. En esta grandiosa y absurda caja china que es en parte esta novela, he vivido intensamente (sonrío ante lo que podéis pensar de esta expresión, como lo haría yo en vuestro caso) la atracción y el rechazo del protagonista ante una experiencia tan desestabilizadora, ante un personaje tan tirano y seductor como es el mago y (en este caso, para mí) el autor de la novela; he sentido como mía su confusión, su desamparo; he sufrido su rabia ante las humillaciones y la impotencia ante su insignificancia; he compartido sus anhelos y padecido sus decepciones; he comprendido sus errores, sus malos pasos, su vileza.

¿Y el agua? Pues del agua puedo decir de todo. Durante gran parte de la lectura he bebido a morro, con ansia, quizás por ello (no creo) parte del agua discurría a veces por fuera de mi boca, mojándome sin aplacar mi sed, mientras otras veces se me atragantaba y hasta ha habido momentos en los que he llegado a escupirla con cierta repugnancia. Un agua muy revuelta en la que por encima de todos los conceptos reinaba ese tan existencial de la libertad y, junto a él, la responsabilidad y, en contra de él, el fatalismo. Pero había muchos más: la verdad y la ilusión, la ética y la estética, la naturaleza y la educación, los hechos y la ficción, el amor y el deseo, el misterio y la seguridad, el suicidio, la pérdida, la traición… Una amalgama de temas no siempre claros pero siempre expuestos con inteligencia y, lo que es aun mucho mejor, de forma estimulante.

Como dejó dicho el autor: “Si el Mago tiene algún "verdadero significado", será un significado del mismo orden que el de los test psicológicos de Rorschach. Su significado es la reacción que provoque en el lector, cualquiera que sea, y por lo que a mí respecta no creo que exista ninguna reacción ´correcta´.”


P.D. Y todo ello siendo mi cultura tan pequeñita que he tenido que recurrir mil veces a sangoogle para no perderme entre la maraña de mitos y personajes shakesperianos en la que el autor envuelve la historia.

Y todo ello dudando muy mucho de la traducción (sintomático que no aparezca el nombre del traductor en la edición), lo que, dado el espíritu de la novela, puede ser, irónicamente, más fiel de lo que pudiéramos pensar a la naturaleza de la obra.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 3 votos · @Guille le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 8 años

Muy entusiasta, trabajada y "acuática" te ha quedado la reseña. Típica obra de prestigio de boca-oreja. Me la apunto.

@Guille hace 8 años

Espero que no me ahogues tras leerla, que son muchas páginas. Para mí ha sido una experiencia.

@arspr hace 4 años

Ostrás. Buenísima reseña en la que has conseguido "plagiar" todos mis pensamientos, o más bien sensaciones, al respecto de la novela. Cuando además estaba teniendo verdaderos problemas para ordenarlos de una forma medianamente coherente.

Pero coincidiendo en todo punto por punto, no coincido en el regusto final. En mi caso claramente la "ola", (su indudable calidad plástica, de ritmo y de escritura), no ha acabado de imponerse a ese batiburrillo de aguas, (el fondo, el meollo de lo narrado). Y ni siquiera es que algunas sean cenagosas, repugnantes decías tú, de mal sabor y olor se miren como se miren, sino que más bien es que el agua es en gran medida transparente, insípida, informe y mojada. Vamos agua monda y lironda sin mucho más que ofrecer. Creo sinceramente que el libro en cuanto a calado real se le ha quedado un pelo grande al autor. La tala de árboles o la "ingente" cantidad de bytes empleados no parecen demasiado justificados. Es casi como el reverso tenebroso del "si bueno y breve...", es casi un "desconfía del que te vende tochos para envolver su discurso, porque a lo mejor no es tan sesudo y profundo como se vende".

No obstante tendré que leer algo más del autor.