QUÉ TRISTE PUEDE SER VIVIR por Guille

Portada de EL JUEGO SERIO

La vida es un juego muy peligroso. Una decisión tomada quizás de forma frívola puede determinar el resto de tu vida y, al mismo tiempo, cambiar la vida de otras personas. Una especie de “Qué triste puede ser vivir”.

En un momento de la novela, alguien justifica su actitud en el deseo de averiguar si podía intervenir en el destino de otra persona; "Todo el mundo tiene esa clase de poder. Quizá haya que tener un poco de cuidado en utilizarlo", le contestan.

Esto es lo que viene a decir Hjalmar Söderberg en esta novela soberbia, delicada, sutil, precisa, concisa, contenida, incisiva, elegante, fatalista, amarga, como posiblemente solo pueda serlo una novela en la que el autor se enfrenta a sus demonios particulares. Para mí supera incluso a Doctor Glas.

Una decisión en apariencia intrascendente o natural, dadas las circunstancias personales e históricas en las que el azar sitúa a nuestra pareja de protagonistas - Arvid Stjärnblom y Lydia Stille- es tomada y el destino se transforma, se determina, se concreta, se solidifica en una dirección no prevista y, mucho menos, deseada por ninguno de ellos.

"Tengo veintidós años. Estoy empezando a vivir. No es el momento de atarme a nadie..."

Una vez iniciado el juego se inicia un proceso de acción-reacción imparable donde la inercia, el rencor, la venganza, el orgullo, el autoengaño, el miedo harán el resto: acciones que nunca se producirían si las condiciones iniciales del juego hubieran sido otras; reacciones que quizás no se habrían tenido sin la tesitura concreta que las provocó. Y es que, como me ha demostrado un maravilloso libro de reciente lectura, la unidad de nuestra personalidad es una pamema: somos muchos, aunque no siempre descubramos a todos, de la misma forma que hay personalidades de los otros que solo nos son reveladas en momentos cruciales, momentos que lo trastocan todo hasta volver la relación irreconocible e imposible ya para siempre.

"Qué poco se conoce uno a sí mismo: siempre he creído, al menos hasta ahora, que yo era una persona honesta y franca. Dentro de un límite, claro: tampoco voy por ahí abordando a mis amigos y diciéndoles qué pienso de ellos. En cualquier caso, siempre he dado por supuesto que la honradez y cierto amor desinteresado por la verdad eran dos de mis rasgos más característicos. Y ahora me encuentro en una situación que hace de la falsedad, la astucia y las mentiras una necesidad casi diaria, y para mi sorpresa me doy cuenta de que también tengo aptitudes en este terreno."

La novela está narrada en tercera persona pero casi siempre bajo el punto de vista del protagonista masculino. De él llegamos a conocer perfectamente el por qué de cada uno de sus actos, sus pensamientos, sus deseos, sus temores. De ella solo conocemos, en el mejor de los casos, sus acciones, pero nunca las razones en las que descansan, no siempre claras. Tanto es así, que, como se nos cuenta en el prólogo, otro autor, G. Sundström, posiblemente tan intrigado como yo por el alma de Lydia, escribió una versión de esta misma novela pero bajo el punto de vista de ella. Sería interesante su lectura, aunque prefiero las mil posibilidades que se me ocurren acerca de su actitud (el misterio es uno de los ingredientes fundamentales del atractivo: mil posibilidades ganan a una concreción... casi siempre).

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 2 votos · @Guille le ha puesto un 8 ·

Comentarios