NO DEBÍA DE MORIRME NO DEBÍA DE MORIRME Y SIN EMBARGO… por Guille

Portada de LA MUERTE DE IVÁN ILICH

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Para aquellos que no han leído la novela, advierto que la reseña destripa totalmente su argumento, no el final de la trama, que ya nos lo destripa el título, sino el por qué de ella, o lo que yo he interpretado como ese por qué.
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Tales eran las referencias que tenía de este Iván Ilich que las expectativas con las que me enfrenté al texto eran, además de cuantitativamente elevadas, cualitativamente muy alejadas del tono ligero que me encontré al iniciar su lectura y que se mantiene hasta muy avanzada la trama. La novela, con olor y sabor de relato, tiene una estructura sencilla, una narrativa clara, sin artificios, directa, fácil y agradable de leer; todo parece simple... y quizás lo sea... puede que demasiado; y no lo digo solo por lo sumamente explícitos, lo sobradamente remarcados, de algunos comentarios definitorios de los personajes, sino por lo ingenuo que a mí me ha parecido el tratamiento del tema y sus conclusiones, sin negar con ello el enorme talento narrativo de este autor, faltaría más, pero no sé yo si como pensador es merecedor de parecidos elogios.

¿De qué nos quiere hablar Tolstoi en La muerte...? Con ser importante, no es lo principal el trato a los enfermos terminales por parte de médicos, familiares y amigos; tampoco es el tema central la hipocresía social ni esa distancia que consciente o inconscientemente abrimos ante la muerte ajena a poquito que podamos; ni siquiera creo que constituyan el meollo de la narración esas dos cuestiones tan íntimamente relacionadas entre sí y, según el autor, tan determinadas por el tema fundamental de la novela, como son el enfrentamiento con nuestra propia e inminente muerte y, en esta situación, el repaso de nuestra biografía.

No, no es nada de esto, la clave de la novela se nos comunica muy pronto, en la frase inicial del segundo capítulo: “La vida de Iván Ilich no podía haber sido más sencilla, más corriente ni más terrible”. El tema no es la muerte de Ivan Ilich, el tema es su vida.
Por supuesto, el autor juega en su campo y lo riega y lo achica a su conveniencia: toma como protagonista a un sujeto que desde la infancia ha tenido una vida fácil y placentera, sin grandes ambiciones, sin grandes pasiones, sin un gran ni problemático mundo interior, todo es pequeño en Iván Ilich, que no se implica, que guarda las distancias, que no arriesga, que construye un entorno –amigos, familia, trabajo- a su medida, con el que se encuentra a gusto, satisfecho o, al menos, conforme, y que responde al lema que preside todos sus actos y toda su vida: comme il faut.

En resumen, escoge a una persona corriente y vulgar y la enfrenta al abismo que es una terrible y dolorosa enfermedad y una muerte inminente. En este enfrentamiento, a la vista de ese abismo, aparece el horror, un horror que rodea al enfermo, un horror que se encuentra allá donde mire, pasado, presente y futuro, siendo lo vivido lo que parece condicionar a los otros dos. En su último suspiro, Iván Ilich da con el gran secreto de la existencia y, como producto colateral, con el de una buena muerte, que no es otro que una vida entregada a los demás, sin guardar distancias, involucrándonos, responsabilizándonos de y con los otros; en definitiva, amar y ser amado, no hay más secreto que este.

Parece que en 1886, Tolstoi quiso añadir a sus vitrinas una versión propia del Scrooge que Dickens nos regaló 43 años antes. ¡¡¡Bah, paparruchas!!! Sí, paparruchas, Lev Nikoláievich, porque no es tan fácil el asunto. Me parece a mí que el tema merecía más que una novela corta, o, visto de otra manera, que es imposible abordar de una forma adecuada estos asuntos en un relato de este tipo o, por qué no decirlo, que la historia merecería otro autor.

Porque, a ver Lev, incluso bajo el supuesto de que no tengamos ningún tipo de impedimento material o físico, ¿estamos todos en posesión de los talentos necesarios para conseguir esos objetivos que nos marcas? ¿Es la vida en todo caso tan flexible que es posible amoldarla a voluntad, o, lo que es prácticamente lo mismo, se puede elegir como somos? ¿Podemos todos llegar a ser como Guerásím, “un joven limpio, lozano… alegre y sereno”, que parece ser el modelo que eliges para contraponerlo a nuestro no querido difunto Iván Ilich? ¿Es ese, realmente, el modelo a seguir? ¿Se puede seguir un modelo, sea este cualquiera que sea?

Pero ahí no queda la cosa. Supongamos que vivimos una vida satisfactoria en la que no solo amemos y seamos amados sino que conseguimos lo más difícil de todo: amarnos a nosotros mismos, gustarnos. Pues bien, ¿haber vivido una vida en estos términos nos vacuna contra el horror de una muerte cercana? ¿La forma en la que hemos conducido nuestra vida o el efecto que nuestra próxima muerte tiene en aquellos que nos rodean es capaz realmente de aliviar ese horror, evitando que cualquiera de nosotros llore “por su impotencia, por su espantosa soledad” en ese trance? ¿No será que ante la vida pasada, sea esta como sea que haya sido, no responderemos todos igual que Iván Ilich lo hace al recordar su infancia, una de las pocas épocas de su vida de la que en esa última hora se siente satisfecho, al decir que “el hombre que había vivido esos momentos agradables ya no existía: era como el recuerdo de otra persona”? ¿No es irremediable que todo lo pasado y todos los anhelos, deseos, logros y miserias humanas se nos antojen pequeños y distantes ante esa inmensidad que es nuestra propia desaparición? ¿No es irremediable tratar siempre con la mentira, con el autoengaño, con esa estúpida idea o sentimiento que expresaba nuestro antihéroe: “mi caso es muy distinto: yo soy Vania, Iván Ilich, con todos mis sentimientos y mis pensamientos. No es posible que me esté destinado morir. Sería demasiado horrible… lo habría sabido, una voz interior me lo habría dicho, pero no me ha sucedido nada semejante”? ¿No es incluso esta la estrategia más habitual; esa en la que expresamos y nos expresamos argumentos en favor de la otra vida, de la continuación de esta en otro sitio? ¿Y no es cierto que ese tipo de estrategia no funciona a voluntad? ¿es realmente el problema la vida, o lo es la muerte o quizás lo son ambos? En definitiva ¿no es en el fondo trivial, sin solución quiero decir, todo el asunto, por mucho que nos vaya la muerte en ello? ¿No debiera haber titulado esta reseña de otra forma, quizás LO IMPORTANTE ES TENER SALUD?


P.D. Por cierto, ese tono ligero, que en un principio me sorprendió en Tolstoi y que me hizo llegar a pensar que me iba a encontrar con una tragicomedia (lo que posiblemente hubiera sido la forma más inteligente con la que Tolstoi o cualquier otro puede abordar estos temas); ese escándalo que expresa el enfermo ante el hecho de que la vida siga a su alrededor como si nada estuviera pasando, como si nadie se diera cuenta de que ante sus ojos estaba ocurriendo lo más tremendo que puede pasar desde nuestro punto de vista, la desaparición de uno mismo; ese estupor ante esa “mentira” que el autor recalca hasta la saciedad, esa falta de una verdadera ayuda por parte de todos ellos o, al menos, del consuelo necesario, si es que puede haber consuelo en esos momentos; todo ello, digo, me trajo a la memoria un programa de televisión que de pequeño, de muy pequeño, me impresionó de tal manera que llegó a ser uno de los pocos recuerdos que guardo de tan temprana edad; me refiero a una de esas maravillosas historias que nos contaba Ibáñez Serrador en sus Historias para no dormir -El asfalto- y que de paso os recomiendo encarecidamente a todos.

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 4 votos · @Guille le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@Tharl hace 9 años

Me alegro de que no estés de acuerdo con mi reseña. Creo que yo tampoco. Aunque no tengo el libro lo sufrientemente reciente.

Creo que aciertas al decir que La muerte de Iván Ilich trata sobre la vida. Sobre la vida ante el espejo de la muerte, de la nada. Por ello, las preguntas sobre la muerte que tú formulas me parecen secundarias en la novela. Lo importante es que frente a la certeza de la muerte, la vida inauténtica que ha llevado uno queda desenmascarada. Debe ser horrible.
Recuerdo mi lectura como la de una obra existencialista. No sé hasta qué punto es así o se ha deformado en mi recuerdo de acuerdo a mis intereses.

Me ha gustado tu reseña Guille, y son interesantes las preguntas que planteas. Creo que, uno de los méritos de ésta novela corta, es la inmensa cantidad de preguntas que plantea en tan poco espacio. Sobre la vida, sobre la muerte, sobre el yo, sobre el sufrimiento. Y la multiplicidad de respuestas que uno puede darle (imagino las que pudo dar Gandhi y me pregunto si Tolstoi estaba interesado en la filosofía oriental y el budismo). Tal vez con más páginas y desarrollo, Tolstoi hubiera empezado a responderlas (más aún) y entonces sí tendríamos un problema.

@Guille hace 9 años

Tienes razón, las preguntas sobre la muerte son secundarias en la novela y ese es para mí uno de sus grandes defectos.

Y, ¿por qué son secundarias? No porque el libro trate sobre la vida, que así es, sino porque todo el horror que una próxima muerte puede provocar es anulado por una respuesta única, simple y contundente acerca de cómo se debe vivir. Y ese es el otro gran defecto que para mí tiene la novela.

@Poverello hace 9 años

Andaba yo dándole vueltas a eso de la muerte y la vida, a las preguntas metafísicas (más o menos lógicas, simplistas o defectuosas según quien) del Conde Tolstoi y pensaba que a ver quién de los que aún vivimos tiene experiencia (no digo ya mucha sino mínima) para hablar de la muerte sin que todo sea una soberana interpretación de la que debe de ser la vida, que en el fondo es lo único que conocemos. Sale a colación Scrooge, al que Dickens también hace paradigma de lo que uno puede encuentrarse según haya vivido. Todas las obras sobre la muerte tienen que tratar en el fondo sobre la vida, porque mal que nos pese es lo único que conocemos, el resto interpretaciones que pueden resultarnos más o menos acertadas o pantomímicas.
Hoy mismo, esta mañana (¡qué curioso después de darle pábulo a esta buena reseña!) he visto morir a una anciana. Por tema laboral sucede a menudo, pero no es tan habitual ver a alguien apagarse y que en quince miserables minutos pase de estar bien a las moradas eternasen virtud de una hemorragia cerebral fulminante. Se me olvidaron todas esas preguntas mientras la anciana dejaba de respirar, y mucho más las respuestas. Lev me parece un escritor contundente y magnífico (tengo que releer esta obrita, algo que ya dije una vez) que suele plasmar e interpretar los acontecimientos en sus obras, como sucede en Guerra y paz, Resurrección... lo que puede gustar más o menos, pero en cuestiones de muerte sólo puedo opinar en virtud de la experiencia que según vives así sueles morir. Y no me refiero ya a estar rodeado de personas que te quieren, que te echarán de menos... me refiero a la paz interior, que es en buena medida lo que le falta a Iván y de donde proviene todo lo discursivo de esta novela corta. Hablo de memoria, claro.

A raíz de la reseña me ha surgido de nuevo una eterna pregunta que a menudo suelo hacerme respecto a las obras (tanto literarias como cinematográficas). ¿Influye en mi valoración estar o no de acuerdo con el planteamiento del autor o forma de vida del personaje? Creo que no me suele costar objetivar dentro de la imposibilidad humana de tal esfuerzo, y pienso en muchos ejemplos: Bukowski, Sábato en El Túnel, Toole... y a veces es difícil saber baremar lo que es mera exposición de lo que llega a la crítica, pero si me gusta a nivel literario suelo perdonar cualquier burrada ideológica. Un caso que pongo de manera habitual es la horripilante cinta racista y falsa El nacimiento de una nación, de Griffith, pero una maravilla en el plano técnico y visual, narrativo, de planificación... Un diez le puse y no comparto con el director ni una coma. Aunque no estuviera de acuerdo con las respuestas de Lev (que en este caso sí que lo estoy en buena medida) lo mismo no influiría en mi valoración, pero vete tu a saber, con Resurrección me pasó lo contrario y reconozco haberle puesto más nota de lo que quizá se mereciera literariamente.

Pues eso, que rollo que he 'soltao'.

@FAUSTO hace 9 años

Excelente reseña, Guille, muy interesantes tus reflexiones, aunque, como Thal y Poverello, no coincido demasiado contigo. Antes de nada, debo confesar que esta joyita la leí hace varios años, quizá se acerque a las dos décadas, y por tanto hablo de ella según mi memoria o, mejor dicho, según mis impresiones.

Primeramente comentas el estilo sencillo, ingenuo y poco profundo de Tolstoi, cosa que no puedo concebir en este autor y más después de mi reciente lectura de “La sonata a Kreutzer”. También emplea una expresión sencilla (nunca la tomé por simple) pero rica en recursos y temas; y mi recuerdo apuesta por el mismo talento en esta obra. Se necesita gran capacidad para abordar temas transcendentales o metafísicos con una exposición clara y accesible. Ya que eres futbolero (se acerca el gran duelo) no me resisto a citar un dicho futbolístico que me parece verdadero: “Lo más difícil del futbol es jugar fácil”. Y siguiendo con el estilo, me viene a la memoria un debate que tuvimos sobre este aspecto con “Nada” de Teller. En temática ambos libros poseen concordancias (valores de la vida), sin embargo en cuestiones narrativas las formas de la novelista me parecieron mediocres. Para mí es un claro ejemplo de la diferencia narradora entre la sencillez (Tolstoi) y la simpleza (Teller).

Otro punto atrayente es tu criterio del objetivo que tiene Tolstoi de la vida. Vuelvo a citar una frase de Fromm que expuse en la reseña de Tharl y que me parece muy adecuada: “Morir es amargo, pero la idea de tener que morir sin haber vivido es insoportable.” Tolstoi da a Iich un sentido de la vida, el “amar y ser amado” que mencionas, no obstante, según mi punto de vista, no hay que tomarlo como forma “universal y univoca”, es sólo una búsqueda que cada uno tiene que hallar para encontrarse a sí mismo en este mundo, eso sí, sin las trabas y directrices impuestas por la sociedad, la costumbre, la moral, etc. Algo parecido se vislumbra incluso en “La sonata a Kreutzer”.

Con respecto a las preguntas y las posibles repuestas, y como bien comentáis, creo que la función de la literatura está en la capacidad para formular interrogantes y exponer cuestiones, los lectores tenemos (si queremos o podemos) que responderlas conforme nuestros juicios. Las respuestas y las certidumbres son para la labor de otras disciplinas como la religión, la filosofía o la ciencia. Bueno, para ser justo y exacto, tanto la filosofía y la ciencia por cada “verdad” que enuncia siempre plantean, como mínimo, otra pregunta más, y ahí radica su fuerza y utilidad.

Por último, apoyo tu recomendación sobre “Historias para no dormir”, he empleado mucho tiempo en poder conseguir todos los capítulos que sobreviven en la inmensidad de internet y me parece una de las grandes series de TVE.

@Guille hace 9 años

En primer lugar, Poverello y FAUSTO, gracias por los elogios, que siempre es mejor recibirlos en vida :) .

En segundo lugar, y muy importante, es aclarar mi intención de no criticar el valor literario de la obra (a pesar de mis reseñas, algunas sonadas veces, a contracorriente de lo por aquí comentado, en el caso de Tolstoi no se me ocurriría criticar su talento, del cual no tengo ninguna duda) sino el contenido, digamos, filosófico, al que sí he calificado de ingenuo y poco profundo.

Sobre lo que dices, Poverello, me ha llamado la atención esta frase: “según vives así sueles morir”. No sé si estoy de acuerdo en su interpretación literal, pero si lo que intentas decir es que el problema del buen morir es, en el fondo, el mismo que el del buen vivir, estoy de acuerdo: hay quien sabe hacerlo y hay quien no y no creo que haya recetas únicas; es más, no creo que las recetas de otros sirvan para mucho a casi nadie. Por mucho que me guste y que me parezca la mejor forma de afrontar esos momentos, estoy seguro que seré incapaz de silbar en mi lecho de muerte aquella bonita melodía de La vida de Brian:

Mira siempre el lado brillante de la vida

Porque la vida es bastante absurda
Y la muerte es la última palabra
Siempre debes enfrentarte al telón con una reverencia
Olvida tus pecados y sonríe a la audiencia
Disfrútalo, de todos modos, es tu última oportunidad

Mira siempre el lado brillante de la muerte

Fi fú fifufufififú

Y en este tema sí que estoy en desacuerdo contigo, FAUSTO: creo que Tolstoi nos da una respuesta y que esta además es única, pero nunca sabremos si es así o, como tú dices, es algo más general. Y, por supuesto, sigo teniendo mis serias dudas acerca de si esa vida en verdad vivida te vacuna contra el horror de la muerte, como yo creo que sostiene Tolstoi; ni siquiera si lo atenúa.

Y con esto enlazo con lo que dice Poverello y que no puede ser más cierto: “Todas las obras sobre la muerte tienen que tratar en el fondo sobre la vida, porque mal que nos pese es lo único que conocemos”. Naturalmente, lo demás es religión.

Pero no es menos cierto, creo yo, que hay una gran diferencia entre tratar de la vida en su apogeo y tratar sobre la vida ante una muerte que se sabe cercana, y, como digo, no veo entre ambas la misma relación que establece Tolstoi.

Por último, acerca de lo que comentas, Poverello, sobre lo que puede influir en la valoración de una obra su filosofía o su planteamiento, yo tengo que decir que en mí esa influencia es enorme: soy incapaz de abstraerme de una cosa para valorar solo la otra. Puede que sea un defecto, pero me es imposible evitarlo.

@Tharl hace 9 años

No te habrá convencido del todo el libro Guille, pero que despierte comentarios como los vuestros es algo que yo tengo que agradecer a Tolstoi.

Me gusta la diferencia que haces entre tratar la vida en su apogeo o tratarla ante la inminencia de la muerte. ¿Es posible tratar la vida en su apogeo? Mientras estás viviendo me parece imposible. Sólo ante el horizonte de la nada surgen este tipo de preguntas. Sólo ante la muerte surge la pregunta por la vida. Cuando estamos arrojadas a la vida, no hay pregunta alguna, tan sólo vivimos. De ahí la estrategia de Tolstoi en su planteamiento.

Fi fú fifufufififú

@Poverello hace 9 años

"La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes" (John Lennon).

@Guille hace 9 años

Tharl, al usar la palabra "apogeo" no me refería a esos breves y extraños momentos de felicidad en los que pensar en la muerte sería una perversión patológica incompatible con la vida y casi seguro que irreconciliable con la felicidad (aunque tampoco lo aseguraría yo, que hay cada individuo e individua). Con ese término me refería a la definición astronómica de "apogeo", esto es, al momento de una vida, en el cual es muy grande la distancia entre el sujeto que la vive y su centro de atracción, que es la muerte.

Y claro que en esos momentos de apogeo se piensa en la muerte, en la vida, en la infinitud del universo, o es que tú nunca has sido adolescente. Y no ya adolescente; si fuera como dices te habrías cargado de un manotazo toda la industria de los libros y terapias de autoayuda, gran parte de la filosofía, a casi todas las religiones, un buen puñado de obras maestras de la literatura e infinitud de obras menores y no sé cuantas cosas más.