AGUANTÉ EL TIRÓN por Guille

Portada de LAS LUMINARIAS

Casi abandono el libro a las primeras de cambio: 800 páginas por delante de una narración clásica, con misterios, secretos y enredos; todo muy alejado de mi gusto. Aguanté el tirón y al final resultó una lectura entretenida que incluso en alguna ocasión lamenté tener que interrumpir. Y esto es lo mejor que puedo decir de la novela.

Como decía, los inicios fueron duros; me estaba enfrentando a lo que parecía una enrevesada y muy larga introducción de una partida de Cluedo. La autora necesita las 360 páginas del primer capítulo para plantear la trama y presentarnos a los 20 personajes que componen el elenco de la novela, cada uno con su historia personal a cuestas y con su particular relación con ese asunto que, para su tratamiento urgente, reúne a doce de estos personajes en un hotel de una emergente ciudad minera de la Nueva Zelanda de finales del siglo XIX. Allí, cada uno irá contribuyendo a la construcción de la enmarañada red de relaciones que los une en una narración no lineal llena de secretos y misterios: hay un hombre con dos nombres, acaparador de odios ajenos; una puta suicida, que puede que no sea suicida y que parece que ya no será puta; un baúl con documentos trascendentales que no se encuentra; un rico minero desaparecido; un pagaré no firmado que se oculta; un disparo a bocajarro que no tiene los efectos habituales; un muerto, con el pecho ensangrentado, que se levanta y grita; una mina que deja de producir oro de un día para otro; un tesoro que va y viene; y un muerto que es descubierto en su solitaria cabaña por tres hombres, aunque poco antes se vio entrar a un cuarto, que deja una herencia sorprendente y una viuda de la que nada se sabía y se creía mujer de otro, y que es el nexo que une de una forma u otra a todos los personajes.

Todos estos misterios se irán desvelando, más o menos, en el resto de capítulos, once, cuyas dimensiones van disminuyendo paulatinamente hasta la página y media que compone el último de ellos, y que, según parece, deben guardar, así como los doce personajes de la reunión, alguna relación con los signos del zodiaco. A mí no me pregunten; quizás en estas relaciones con el zodiaco esté el meollo de toda la novela porque fuera de ellas no hay más que una novela de aventuras un tanto pretenciosa.

¿Qué fue lo que hizo que aguantara el tirón? Una mezcla de cosas.

La escritora tiene oficio y su estilo me facilitaba mucho la lectura, los personajes me fueron intrigando y los misterios acabaron por engancharme a esta narración que, a pesar de todo, no deja de ser una lectura intrascendente. Y eso que, a menudo, me generaba sensaciones similares a las que experimenté con la lectura de El plantador de tabaco, otro gran tocho que, como esta, reivindica el gusto por la trama, el puro placer de narrar y leer una historia llena de personajes y peripecias, homenajeando a la novela de otra época. También comparten las dos el escenario de un mundo en ciernes, con esas luchas de poder donde reina la codicia, la ambición y la inclemencia propias de una sociedad que se está formando con hombres y mujeres en busca de fortuna o desahuciados y a menudo huidos o expulsados de otros sitios y esos conflictos entre el nuevo orden que se va imponiendo al desorden inicial o a los órdenes importados de las distintas procedencias (“El hombre que encuentra una pepita podrá comprar su propia vida. El mundo civilizado no ofrece ese tipo de promesas”).

Por supuesto, en esta comparación gana por amplia goleada el Plantador de tabaco, más paródica, absurda, placentera, hilarante y lujuriosa que esta que tratamos aquí. Parafraseando una cita de aquella novela y que ya resalté en su correspondiente reseña, en El Plantador nos es dado ver mucho mejor el corazón y la médula de la vida; es en mayor medida ese maravilloso chismorreo de dioses que es un cuento bien urdido.

Esta novela, en mi opinión, está lejos de estar bien urdida aunque sí bien escrita. Esta trama detectivesca sin detective tiene varios puntos que rayan lo inverosímil sin el propósito de serlo (o sin importarle a la autora que lo sean), lo que en este tipo de literatura no es un dato muy a favor. Como tampoco lo es, para mi gusto, ese elemento fantástico que tiene un enorme protagonismo en la historia y que a mí terminó por sacarme de ella (y que empieza a salir a la luz rozando el último cuarto de las 800 páginas) y aun así, aguanté el tirón… pero creo que no será grave y que pronto estaré completamente recuperado.

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 3 votos · @Guille le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 9 años

Qué novela más rara... No debe ser un simple best-seller cuando lo publica Siruela. Tampoco sé muy bien si estaría dispuesto a transigir con 800 páginas, aunque el argumento promete. Lo de los signos del zodiaco y las cartas astrales me da un poco de repelús. Gracias por la reseña, muy esclarecedora.

@Guille hace 9 años

No, no es un simple best-seller, de hecho, ganó el Man Booker Prize. Tampoco es rara (a no ser que la estructura de la novela y su relación con el zodiaco sea tan fundamental que cambie el sentido de lo narrado hasta un nivel que yo no supe captar), se deja leer estupendamente y a mí consiguió retenerme hasta el final. Aun así, pienso que hay ocupaciones más provechosas para llenar el ocio.

@Tharl hace 9 años

Esta novela, me parece, está en todas las listas sobre lo mejor del siglo xxi. Desde luego para escribir y leer 800pp. hay que tener u a gran confianza en que va a ser así...
Soy poco amigo de los símbolos -uno, que cree que las relaciones de significación de un texto deben ser internas, ya ves tú- y, como a Faulkneriano, eso del zodiaco, cartas astrales y tarot me da grima.
Queda apartada por el momento, gracias por la reseña Guille

@Guille hace 9 años

Yo no tengo idea alguna acerca del zodiaco, pero no es algo que sea necesario pare leer la novela... o eso creo.

Lo que sí tiene es un elemento fantástico que se introduce en la trama y que para mí desentona de forma estrepitosa, amén de alguna que otra inversosimilitud.

Solo puedo decir que no la recomiendo, vaya, aunque el simple hecho de haber leído hasta el final un tocho semejante algo querrá decir.