NUNCA UN JUEGO ES SOLO UN JUEGO por Guille

Portada de DAMAS CHINAS

La narración tiene dos partes claramente diferenciadas. La relación entre ambas, si existe –Mario Bellatin concibe la literatura como un juego-, es realmente oscura e intrigante. Tanto me intrigó que me puse a buscar posibles explicaciones en reseñas sobre la obra que pudieran circular por la red. La mayoría de ellas no contenía interpretación alguna y las pocas que sí la tenían eran casi tan indescifrables como el propio texto reseñado. Si lo que buscaba el autor era que jugáramos o nos sometiéramos a una especie de test de Rorschach desde luego que lo consiguió, al menos conmigo. Y esto es lo que al final creí ver en las manchas (siendo muy alta la posibilidad de que no coincida con lo que interpretarais si esta reseña cumpliera su objetivo: no por nada, en las damas chinas participan varios jugadores o puntos de vista):

La única mención que se hace en el texto al título del relato es en una de las historias dentro de otras historias, muñecas rusas, que es la segunda parte de Damas chinas; la hace una mujer que se vuelve loca cuando, por su actitud negligente y mientras tomaba baños de sol, su hija muere ahogada: “Se decía que había comenzado a quejarse de no tener ya con quien jugar damas chinas en las tardes, pasión que hasta entonces nadie le había conocido.” Este elemento extraño –las damas chinas- se había introducido sin explicación alguna en la mente de esta mujer atormentada. De la misma forma que se introdujo en la mente del ginecólogo protagonista de la primera parte de la narración el relato caótico, casi onírico, que un niño con cabeza un tanto deforme le cuenta en una sala de espera mientras su madre, que llegará a curarse milagrosamente, recibe tratamiento contra el cáncer.

En la primera parte, el ginecólogo nos cuenta (¿nos confiesa? Curiosa la relación que encuentro entre este personaje sin nombre y el Bob Scolum del que hemos estado comentando recientemente) de una forma distante y fría (sí, nuevamente la frialdad que señalé en el comentario a su relato “Salón de belleza) la indiferencia con la que asiste a su propia vida. Tras apagarse su pasión por su trabajo, por su mujer, de asistir a la infelicidad que percibe en el matrimonio de su hija, de alejarse de amigos y conocidos con los que frecuentemente celebraba fiestas y tras la muerte en circunstancias sospechosas de su hijo drogadicto, en cuyos funerales “Aparte de mi esposa, nadie pareció demostrar un verdadero dolor “, recurre a los servicios casi burocráticos que le prestan las prostitutas, sin repetir nunca con la misma mujer. En esta vida lejos de la vida, con frecuencia le viene a la mente partes del relato que el niño de cabeza deforme le contó -vete tú a saber en virtud de qué relaciones o conexiones más allá del hijo muerto-, y que por fin el ginecólogo nos relata íntegro en la segunda parte de la narración.

Por supuesto, como en otras obras suyas, el texto, a pesar de sus menos de 40 páginas, encierra y se abre a más de lo que aquí cuento: El relato abre huecos por donde se cuela la imaginación del lector (como leí en una de esas reseñas que consulté).

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 1 voto · @Guille le ha puesto un 7 ·

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