UN RELATO TRISTE Y DECADENTE por Guille

Portada de JUEGO Y DISTRACCIÓN

Leí este libro meciéndome con su música sincopada y jugando con el pie a marcar el ritmo. Distraerme no me distraía, no quería perderme el gusto, ya dulce ya amargo, de ni una sola palabra.

Si nos atenemos a la literalidad de lo leído, la historia es trivial y simple: un joven rico americano juega y se distrae en Francia antes de empezar su vida adulta, antes de regresar al sitio del que proviene. Allí, en Francia, conoce a una linda muchacha con la que compartirá una gran historia de deseo y pasión que…

Pero claro, esto no es todo. Está el lenguaje, la forma, el gran poder evocador de la prosa de este hombre y que motiva eso que no está al alcance de muchos, que el libro sea uno distinto para cada lector, que el libro sea lo suficientemente sugestivo como para que se amolde a eso que nos conmueve a cada uno. En ese sentido, lo que intentó el escritor me interesa solo relativamente; lo que consiguió para otros me produce curiosidad; pero lo que de verdad importa es el libro que yo he leído. Y en el libro que yo he leído este párrafo tiene especial relevancia:

(No creo destripar nada: este párrafo aparece a poco de empezar la novela)
"NADA DE ESTO ES CIERTO... Me limito a anotar detalles que absorbí, fragmentos capaces de desgarrarme el cuerpo. Es la historia de cosas que nunca existieron, aunque el menor asomo de duda al respecto, la mínima posibilidad, lo sume todo en tinieblas. Solo quiero que quien lea esto esté tan resignado como yo."

Nada es real, pero todo es verdad, la verdad del narrador, esa que él construye quizás a través de detalles sobre personas en verdad reales; y la verdad, por último, que nosotros construimos a partir de este relato confuso, disipado en esa niebla que rodea toda la novela y que nos obliga a poner, en igual medida que el narrador, fragmentos que son capaces de desgarrarnos a nosotros mismos.

La sensación que todo el relato me transmitía era como la de estar atravesando la sala principal donde acaba de celebrarse una gran fiesta, al final de la noche, ya con todas las luces encendidas, mirando a las parejas antiguas o recién estrenadas besuqueándose por los rincones e idealizadas en un “y comieron perdices” eterno, con todas las esperanzas del inicio de la noche rotas, dando puntapiés a los confetis e indignado por el destino que me hurta lo que me merezco tanto o más que todos esos.

Y durante toda la novela, el narrador va dando puntapiés al confeti y, si no era suficientemente patética su situación en esa noche a punto de acabar, se mortifica imaginando la vida de aquellos que disfrutan en los rincones o quizás volviendo a encarnar por enésima vez en unos desconocidos (o no) una historia que parece haber marcado su vida.

“... oigo el sonido de los tacones de Annie, lentos, finos, cuando finalmente se encamina hacia la puerta, se detiene... El llega después de pagar la cuenta y salen juntos a la calle. Solo en mi mesa (siempre imagino esta escena), observo cómo se vuelven, cruzan la sala abovedada y por fin se marchan. Amantes desconocidos. Se pierden en la ciudad. No volveré a verlos nunca. Estoy aquí sentado. Tardarán por lo menos diez minutos en servirme el postre. El camarero tendrá que venir, retirar el plato principal, tomar nota de mi pedido. “

Y qué bien sabe transmitir todo esto Salter... sobretodo si tenemos en cuenta que yo nunca he sentido algo ni parecido: siempre era de los que estaba por los rincones (por cierto, si eres aquella hermosísima chiquilla, con aquel mohín tan encantador, por favor, ponte en contacto conmigo a la mayor brevedad).

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 4 votos · @Guille le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 9 años

Te has convertido, con estas dos reseñas, en el mayor experto de la página sobre James Salter, habida cuenta de que no lo ha leído nadie más que tú. Parece que esta novela te gusta más, y tus razones das. Buena reseña. Gracias por ponerme sobre la pista de un autor al que sólo conocía de oídas y que, por lo que veo en la red, tiene apasionados defensores, sobre todo entre los escritores.

@Guille hace 9 años

Jajaja, no sé si esos son méritos suficientes para declarme experto.

Esta novela me gustó bastante, sí, y también, aunque algo menos, sus relatos de La última noche. El tío escribe muy bien e incluso Todo lo que hay tiene una lectura muy agradable, aunque me resultó un tanto simplona.

@Poverello hace 5 años

No sabría decir si la decisión fue buena o mala, pero me dio por leer a Salter justo después de terminar una novela de Richard Ford, de la que ando por escribir una reseña en la que, ahora descubro que seguro voy a nombrar a Salter.

Me parecía que Ford escribía con frases cortas, lacónicas por momentos, pero son inmensamente largas comparadas con el estilo de Salter. Curioso, personal y, en la obra que nos ocupa, con un par de decisiones literarias tan dignas de admirar como peligrosas, de las que sale plenamente airoso: que el narrador sea una persona que no ha sido testigo de prácticamente nada de lo que describe con curiosa y diáfana meticulosidad, y que el tiempo sea el presente de indicativo en su mayor parte.

Una lectura harto recomendable, aunque quizá no para todos los paladares. Conociendo un poco a Faulk y sus remilgos con algunos aspectos del realismo sucio, no me atrevería a decir si le iba a gustar.