LA FIESTA por Tharl

Portada de FIESTA

Las fiestas pueden ser algo fascinante. En España lo sabemos bien. No importa lo mal que vayan las cosas, no importan las heridas de guerra, es fiesta y hemos de celebrarlo. Parloteamos, bromeamos, gastamos en copas, reímos y bebemos, bailamos, follamos y seguimos bebiendo y riendo y gastando y bromeando. Alguien llora en el baño. En algún lado se intercambian unos puñetazos. Unos abrazos y seguimos bebiendo y riendo, aún queda champán y absenta. Hay temas que no son bienvenidos a la fiesta; pero hay pequeños grupos de amigos, buenos camaradas, y se conocen bien. Intuyen sus problemas y sus heridas, y, aunque pertenecen al eteno mañana y nunca los hablan ni piensan, están presentes, flotando en el ambiente, y mediante perífrasis, sobreentendidos y escenas cargadas de alcohol se manifiestan y gestionan las heridas; como si fuesen la punta de un iceberg, sin sentido para quién no sabe ver bajo las aguas. Celebramos como si no hubiera mañana. Y todo sería perfecto si de veras no llegara mañana. Para algunas personas su vida es una fiesta
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Jake, Brett, Mike, Bill y Cohn son un grupo de americanos e ingleses en Paris. Tienen sus propias heridas y han bajado atraídos por las fiestas de Pamplona, con parada previa para una pesca revitalizante. Realmente son un grupo de amigos encantador: un pobre imbécil, un chulo castrado y un cornudo amante de la bancarrota, cinco estupendos borrachos en huida hacia delante y una zorra. Es difícil no hacerse amigo suyo. Son unos magníficos camaradas y su Fiesta es una maravillosa pesadilla. Un viaje muy chic a ninguna parte entre copas de absenta, confidencias y enfrentamientos de borracho, toros, engaños y puñetazos. Son una generación perdida.
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Quienes admiran y conocen a Hemingway previenen sobre sus novelas. Lo mejor del autor de “Las nieves del Kilimanjaro” son sus cuentos, ahí tiene varias docenas de obras maestras imperecederas. Hemingway se propuso condensar una novela en cada cuento y lo consiguió. Es un maestro de la perífrasis y el diálogo.

Hemingway sabe que la mayoría de los cambios y conflictos ocurren bajo la superficie. Su Teoría del Iceberg hace referencia a la revolucionaria voluntad del escritor de quedarse en la superficie del relato sin explicitar la materia subyacente, tan sólo sugiriéndola por una amplia variedad de recursos y dejando que se manifieste mediante la acción. Ya existía una Teoría del Iceberg antes bastante afín, pero no es necesario que los fenómenos psicológicos más íntimos se den por el demiúrgico subconsciente de Freud, simplemente no hay una auténtica necesidad, capacidad o intención de afrontarlos abiertamente. No la hay apenas en los personajes de Fiesta, aunque la huida es imposible y las cicatrices siempre acaban saliendo de una forma u otra a la superficie, como burbujas en fina una copa de champán; pero menos aun la hay en el autor, que prefiere mantener el sobreentendido. “Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado”.

Con su aparente sencillez, ni una sola palabra en Hemingway es casual. Siempre tengo la sensación, aun cuando no entiendo el porqué de ciertos detalles, de que cada palabra ha sido escogida en pos de esa sensación tan fuerte que late en sus cuentos. Pero al pasar del cuento a la novela, cuando Hemingway aplica su potente retórica basada en la perífrasis de lo realmente importante, la poderosa concentración de su prosa se diluye y el iceberg corre el riesgo de derretirse.

Quienes admiran y conocen a Hemingway suelen coincidir en que Fiesta es su mejor novela. Fiesta fue la novela por la que Fitzgerald lo apostó todo, fue la novela que atrajo definitivamente todas las miradas sobre el autor. Era la novela idónea para medir a Hemingway en largas distancias.

El resultado es un éxito, moderado. Los personajes se sienten reales y es imposible no empatizar con ellos, logra contagiar su fascinación por esa fiesta bárbara que son los toros tan relacionada con España y con la muerte y uno puede encontrar hallazgos tan brillantes como en sus cuentos; pero ahí está: la sensación de que la intensidad de su estilo se diluye pese a sus esfuerzos, los resuellos violentos del campeón de las distancias cortas.
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Más tarde, en sus memorias, hablando de su dedicatoria a la “génération perdue”, admitió Hemingway haberse dicho en París: “¿quién trata a quién de generación perdida?- Y cuando llegué a la altura de la Closerie des Lilas y la luz daba en mi viejo amigo, la estatua del mariscal Ney blandiendo su espada con las sombras de los árboles en su bronce, y allí estaba él bien solito y nadie seguía su avance y en menudo fregado se metió en Waterloo, pensé que todas las generaciones se pierden por algo y siempre se han perdido y siempre se perderán, y me senté en la Closerie para hacer compañía a la estatua y me tomé una cerveza muy fría antes de volver a casa”

Escrita hace 9 años · 4.7 puntos con 3 votos · @Tharl le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@LaChata hace 9 años

Buenos días Tarl, muy buena reseña!!! Ya me agobio de tantos libros que tengo pendientes para leer y me da cosa de seguir engrosando mi lista, pero, me parece super interesante por tema y por la línea transversal que nos revelas con tu reseña...vaya... un besote, LaChata

@LaChata hace 9 años

Buenos días Tarl, muy buena reseña!!! Ya me agobio de tantos libros que tengo pendientes para leer y me da cosa de seguir engrosando mi lista, pero, me parece super interesante por tema y por la línea transversal que nos revelas con tu reseña...vaya... un besote, LaChata

@LaChata hace 9 años

Buenos días Tarl, muy buena reseña!!! Ya me agobio de tantos libros que tengo pendientes para leer y me da cosa de seguir engrosando mi lista, pero, me parece super interesante por tema y por la línea transversal que nos revelas con tu reseña...vaya... un besote, LaChata

@Tharl hace 9 años

Gracias por el comentario LaChata. Como digo en la reseña de Hemingway es mucho mejor leer sus cuentos que sus novelas, parece haber acuerdo en eso y por mi experiencia es real. Así que recomiendo leerle primero en el género del que fue maestro. Estoy seguro que Fiesta se disfruta mucho más después, igual que París era una fiesta se disfruta muchísimo más para quien ya es un viejo conocido del autor.

Un abrazo

@Faulkneriano hace 9 años

Pues claro que hay acuerdo. Hemingway es novelista discreto y cuentista a veces, solo a veces, excelente.

@Tharl hace 9 años

Bueno, hasta el mejor cuentista es excelente sólo a veces. Con una buena docena de obras maestras del cuento, otros muchos buenos como poco y escasísimos resbalones en sus Cuarenta y nueve primeros cuentos, creo que el grande de Hemingway tiene bien merecido un hueco de su tamaño en todo canon y estantería. Puede que hasta del tamaño de su ego.

Leeré alguna otra novela suya, pero más adelante. Como persona, Hemingway sabía hacerse insoportable. Y ya tuve suficiente con París era una fiesta.