EL FRANCOTIRADOR SUIZO por sedacala

Portada de JAKOB VON GUNTEN

Cuando uno atiende a cualquiera de esas recomendaciones de libros que se leen por ahí, es porque tiene la ilusión de encontrar algo más que una simplemente buena novela con que entretenerse; y eso que encontrar una novela buena y entretenida es un logro, de por sí, nada desdeñable. Pero en estas cosas hay que aspirar a lo máximo, es como una obligación aunque en nuestro fuero interno seamos conscientes de que encontrar algo que esté realmente bien —bien para uno mismo, se entiende— puede ser algo bastante infrecuente. Este libro estuvo realmente bien. Para mí representó la posibilidad de leer un texto dotado de un sentido profundo, de una enorme intensidad emocional, y de un lenguaje lleno de expresividad y armonía, como hacía bastante que no tenía la oportunidad. Pero empecemos por el principio: ¿sabe todo el mundo quién fue Robert Walser?: no, seguramente no, yo al menos, no lo sabía hasta hace unos cuantos días.
Estamos hablando de un escritor suizo, su nacionalidad ya es una rareza, que nació en 1878, y cuya obra se compone de novelas cortas, aparte de poesías y otros textos, escritas en alemán y que no llegaron a proporcionarle gran éxito en vida. Murió en 1955 después de una trayectoria personal jalonada de estancias en clínicas psiquiátricas, en las que permaneció hasta su muerte por congelación un día de invierno, después de haberse escapado de la última clínica en la que residió. Sus libros no se publicaron en España hasta los años setenta del siglo XX, pero antes tuvieron influencia, se afirma, nada menos que en escritores como Musil y Kafka que conocieron su obra.
Es decir que Robert Walser fue una especie de “enfant terrible” o escritor maldito de la literatura suiza escrita en alemán, casi desconocido por cierta incapacidad personal para lograr darse a conocer, e incluso para relacionarse con el resto de la sociedad, y que acabó pasando, prácticamente, por demente. Su trayectoria personal me recordó mucho, apenas la conocí, a la del poeta y periodista español Alejandro Sawa, nacido en 1862, que vivió también una vida agitada y culminada prematuramente por la locura y la muerte. Pero lo que leí de Sawa no me interesó y, sin embargo, en la novela de 1909 “Jakob von Gunten”, Robert Walser me ha parecido espléndido. Es un libro de tan solo 126 páginas, escrito con claro carácter autobiográfico y con forma, aparentemente, de diario. La trama, en un sentido tradicional, es prácticamente inexistente y el texto se limita a seguir su trayectoria en el tiempo que permanece inscrito y viviendo en el “Instituto Benjamenta”, residencia docente de no mucha categoría, regida por Herr Benjamenta y su hermana Lisa, en la que trata de obtener una formación de segunda clase que le permita obtener un empleo corriente. La plasmación en las páginas de su diario de lo que le pasa allí y de su visión particular del mundo y de sus compañeros y profesores, forma el cuerpo central de lo que es el libro.
Lo primero que se aprecia cuando se empieza a leer, es una increíble sencillez en su manera de contar las cosas, combinada con una gran facilidad para expresar lo que quiere decir. Este libro (1909) es anterior, por poco, a cualquier obra de Kafka, de Musil, de Joyce, o de Proust y, cómo cualquiera de ellos, emite su mensaje mediante una especie de reflexión interior que va desgranando sin interrupción. Recuerda especialmente la manera de escribir de Kafka, con esa misma aparente simplicidad del mensaje del escritor de Praga, que poco a poco se va complicando conceptualmente hasta llegar, por momentos, a ser difícil de entender. Walser, sin embargo, por más que derive la línea de su monólogo hacía derroteros tan peligrosos como los oníricos, nunca pierde esa sencillez de comprensión que descubrimos cuando empezamos a leerle. Aparte de su excelente manejo del lenguaje, como elemento característico de su manera de escribir y con el que terminaré después esta reseña, aún es tanto o más característico por el contenido de su discurso; y ello por dos razones: una, el talante descarado que marca su personalidad y que impregna absolutamente todo lo que dice. En algo de esto estaba pensando cuando, más arriba, califiqué su papel en el mundo de la literatura como de “enfant terrible”, porque su actitud es una mezcla de descreimiento, de afán por desmitificar las cosas serias, de estar de vuelta de todo, de no tenerle miedo al mundo y de usar ampliamente la burla y el sarcasmo con cualquier tema que toca. La otra razón, viene definida por la propia relación interactiva de Jakob, o sea Robert Walser, con todo lo que le rodea; de cómo opina de todo sin cortarse ante nada y cómo esto nos da idea de su actitud ante la vida; de su relación con los otros, compañeros y profesores; del enfoque docente de la escuela y de cómo repercutirá en su futuro; de su forma de contemplar la sociedad de su época, con un matiz claramente izquierdoso; y en fin, dándonos algo parecido a una versión interiorizada de los motivos de insatisfacción del hombre moderno de principios del siglo XX ante lo que se le viene por delante. Digo lo del hombre moderno, porque creo que en el planteamiento de Walser, se trasluce de manera nítida el conflicto latente en aquella época, entre la incipiente modernidad de la moral y las costumbres, y la carga de ideas anticuadas y rancias que arrastraba el siglo XIX como herencia del pasado. Fue esa una confrontación, en la que las mentes de las personas con inquietudes, tuvieron forzosamente que poner mucho de su parte para asimilar los cambios, y eso es algo que tiene un reflejo inmediato en la literatura; a los nombres que he mencionado antes, aún añadiría el de un Henry James un poco anterior en el tiempo, así como los de Italo Svevo y Miguel de Unamuno, escritores que también disponían de una significativa desfachatez a la hora de plantear estos conflictos de las personas ante un mundo en transformación. De todas formas, y volviendo a “Jakob von Gunten”, aun no habiendo prácticamente argumento en la novela, sino la sencilla narración del paso del tiempo, sí que hay una sucesión de acontecimientos, que confluyen en un final muy concreto, lo que permite al lector interesarse por el transcurso de las cosas mientras ve cómo evoluciona la mentalidad de Jakob que, sin abandonar del todo ese talante ácrata que antes decíamos, — levemente ácrata en realidad—, se nos va transformando poco a poco y va abandonando su actitud disconforme y burlonamente paradójica del principio, para progresar en una aceptación del mundo “a su manera”, en paralelo con el progreso de los acontecimientos en el “Instituto Benjamenta”. Así al final de la novela, la pátina de inconformismo que aplica el autor sobre el texto, sin ser abandonada del todo, pasa a tener un matiz más poético, con incursiones en el mundo de los sueños, deliciosas, en las que abre los ojos a otra mirada distinta, más abierta a la realidad de un mundo para adultos ya curtidos, pero a la vez más ensoñadora y más hermosa. En esa última tesitura es cuando la escritura de Robert Walser, que es magnífica durante toda la extensión de la novela, se acerca a límites de perfección, con un texto extraordinario que transmite una multitud de mensajes que se adivinan entre el tráfago de palabras, estéticamente muy bellas, que además expresan conceptos muy emotivos.
Poco más he de decir, sino volver a reiterar mi afición por esa época, en la que Walser se inscribe, de tránsito del siglo XIX al XX, en la que, además, han sido autores alemanes los que con más frecuencia me han gustado. Tengo la opinión de que sus traducciones al castellano son especialmente fluidas, apreciando en ellas una especial sensación de que lo que se lee no proviene de una traducción desde otro idioma (aunque sea realmente así), lo que resulta muy gratificante y muy alejado de lo que me suele ocurrir con textos originalmente escritos en inglés, o en ruso.

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 5 votos · @sedacala le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 9 años

Vaya, yo haciendo publicidad de Walser en las notas y tú pergeñando esta estupenda reseña. Esto se llama coincidencia.

¿Sabes qué es lo peor? Que Jacob von Gunten no está en la biblioteca de la ciudad... Me conformaré por ahora con Vida de poeta y El paseo. Volveré sobre Walser cuando haya leido algo más. El ayudante, la única novela suya que conozco, la leí... ¡en 1990!

@sedacala hace 9 años

Naturalmente que no existe tal coincidencia, simplemente tenía la reseña pergeñada desde que la leí, que no hace mucho, y al ver tú nota decidí que era el momento de publicarla.
La novela, tal como explico en la reseña me gustó mucho, no tengo duda de ello; pero en cambio, sí dudo, si no será esta impresión mía uno de esos destellos que deslumbran pero que, realmente, no son para tanto, vamos, que me haya dejado cegar por el brillo de su apariencia. Por eso, me gustaría saber, en qué medida coincides con la impresión que yo he sacado de la novela o, en cualquier caso, cual es el balance que haces del libro que tú has leído.
Leí el libro en agosto y la idea de leerlo partió del 10 que le adjudicó Mikael unos días antes.

@Poverello hace 9 años

Pues otro autor a tener en cuenta y del que tampoco había oído nada en absoluto. En la sorprendente biblioteca provincial de Córdoba se pueden encontrar variadas obras del autor, entre ellas esta y muchas en el original alemán que dejaré para otra vida.

@Faulkneriano hace 9 años

Ausencia de argumento convencional, curioso sentido del humor teñido de melancolía, reflexiones sobre la creación literaria, defensa de la contemplación, calidez, humanidad, una visión distinta de las cosas comunes, mucha metaliteratura y, sobre todo, un estilo poderosísimo, sencillo y elegante, pulcro, sofisticado, de cambiantes y paródicos registros, lleno de ironía y a la vez omnicomprensivo para modular todas las emociones humanas, incluiso el temor a la soledad y a la muerte.

Vaya esto por delante. Continuará.

@Guille hace 9 años

Pues sí, habrá que echarle un vistazo o algo más a este autor. Buena reseña, sí señor.

@sedacala hace 9 años

Pues sí, creo que todo lo que dices, aun con distintas palabras, coincide punto por punto con lo que yo he observado en su lectura.

@Faulkneriano hace 8 años

Por fin cayó esta magnifica novela, a la que pienso aumentarle la nota en cuanto termine este comentario. Me confirma lo que ya sabía: que Walser es un gran escritor.

Sedacala, si con tu referencia a deliciosas " incursiones en el mundo de los sueños" te refieres, por ejemplo, a la onírica visita que hace Jacob con Fraulein Benjamenta a las "habitaciones interiores" del internado, tengo que convenir no sólo que son deliciosas sino que son un verdadero prodigio de imaginación y estilo. El Instituto Benjamenta es la institución educativa más rara que me he echado a la cara: esta "escuela de lacayos", de humildes siervos, de ceros a la izquierda es de una atroz ironía y una ejemplar mala leche. Aunque pueda tener, como dices, un correlato autobiográfico, es demasiado extraño como para aceptarlo como simples recuerdos de adolescencia. Compárese con Las tribulaciones del joven Torless, de Musil, sobre la brutalidad de los internados alemanes (o, más tardías, con El jardín de los frailes, de Azaña, y AMDG, de Pérez de Ayala), y se verá la libre fantasía con que Walser aborda el asunto. Cierto que él ejerció durante unos meses de ayuda de cámara, entre sus muchos oficios de "cero a la izquierda" que afrontó con tanto entusiasmo como el protagonista de El ayudante.

La comparación entre las dos novelas no es baladí: ambos protagonistas, personas aisladas, sin familia ni amigos (Jacob, repudiado por su familia; el ayudante, un errabundo que encadena unos trabajos con otros) que sufren el espejismos de formar parte de algo, de una familia (El ayudante) o de una escuela (Jacob...), siendo finalmente arrojado s de nuevo a su continuo devenir, a esa vida de poeta errante que el mismo Walser llevó hasta caer en la locura.

El final es decididamente extraño, incluyendo una tensión homosexual no resuelta bastante rara en la obra de Walser, y que no sé muy bien como interpretar.

@Guille hace 8 años

Cada vez tengo más ganas de leer este autor y concretamente esta novela.

El Instituto Benjamenta lo cita Vila-Matas en su "Bartleby y compañía" y a su lado coloca un libro de título «Instituto Pierre Menard, de Roberto Moretti, que parece ser una parodia del instituto de Benjamenta en el que se enseña a decir «no» a más de mil propuestas, desde la más disparatada a la más atractiva y difícil de rechazar.

@Faulkneriano hace 8 años

Vila-Matas es decididamente todo un fan del suizo y ha hecho mucho por aumentar su popularidad. Walser está en el centro de Doctor Pasavento.

El instituto Benjamenta es, cuando menos, difícil de explicar, sobre todo en lo referente a sus principios educativos. Sentido del humor, desde luego, no le falta a este hombre.