RUIDO por Faulkneriano

Portada de JOTA ERRE

Alfaguara tuvo el honor de traducir Los reconocimientos, la primera novela del norteamericano William Gaddis, en 1987, con más de veinte años de retraso: se publicó en 1955. La cosa quedó ahí, hasta que la editorial Sexto Piso comenzó a publicar la obra completa de Gaddis en 2008, con Ágape se paga, primero, y Gótico carpintero, en 2012. Este año le ha tocado el turno a Jota Erre, que llega a las manos del lector español, con 40 años de retraso, cuando ya hace muchos que su autor ha desaparecido. Es pues, una novela setentera, escrita en plena guerra de Vietnam. Está ya prevista la publicación de Los reconocimientos, con lo que la obra de Gaddis quedará expedita para todos aquellos valientes que quieran conocerla.

Gaddis es otro escritor secreto de los muchos que hay en unos Estados Unidos donde conviven los autores más venales del mundo, infatigables autores de literatura rápida, con otros radicalmente invisibles, encastillados en sus manías, como Pynchon o Salinger. La diferencia es que Gaddis es mucho menos conocido y, hasta donde yo puedo valorar, igual o más interesante. Como bien se dice en una crítica que está empezando a reaccionar ante la incuestionable maestría de su prosa, Gaddis es, por su estilo y cronología, un autor postmoderno como John Barth, William Gass o Donald Barthelme, aunque Gaddis es algo mayor que todos ellos, y, desde luego, absolutamente diferente. Como los citados, nuestro autor es dado a toda clase de experimentalismos y su prosa otorga pocas concesiones al lector (Jonathan Franzen le llama Mr. Difficult: por algo será) pero Jota Erre excede todas las previsiones.

A ver si me explico: la novela consta de 1150 páginas que registran las interminables conversaciones, presenciales y telefónicas, entrecortadas, caóticas, confusas, llenas de latiguillos, de un centenar bien largo de personajes que hablan interminablemente (en los despachos de una corporación financiera, en un piso atestado de correspondencia, en un caótico instituto, en un hospital) sin que el lector sepa siempre a ciencia cierta quién habla ni, seguramente, de qué, toda vez que la mayor parte de dichos diálogos giran en torno a abstrusas operaciones bursátiles y financieras, aunque también a las más puras aspiraciones del hombre o, muy típico de Gaddis, a la literatura misma –hay varios escritores- o a la música –hay también un músico-, por contraposición a esa fiebre por amasar dinero que mueve a casi todos los actores. No hay capítulos ni división alguna del texto, por lo que idealmente, si esto fuera humanamente posible, la obra debería leerse como un continuo. El lector debe resignarse a dejar el marcapáginas al azar en medio de una conversación (las que duran 40 o 50 páginas) y hacer callar por un momento a esas voces estentóreas, pagadas de sí mismas, ávidas. Las escasas líneas de texto no dialogado (que a veces estallan en barrocos párrafos aún más intrincados que los diálogos) ayudan a establecer las transiciones entre las escenas (a veces no hay: ¿dé dónde ha salido éste?) sugiriendo, como con desgana, un viaje, una llamada que se cruza, el desplazamiento de alguno de los que hablan. Bla, bla, bla. Entre el ruido de fondo el lector debe estar atento a ínfimas noticias intercaladas que montan el armazón narrativo: un accidente de coche, un suicidio, una chica que se tira por el balcón porque dice que puede volar. Gaddis no piensa repetirlo, ni recapitular, ni cerrar de forma ostensible las muchas historias que va entretejiendo alrededor de JR Valsant, estudiante, once años, verdadero genio de las finanzas, un niño desalmado, desnaturalizado, insensible e impresentable que no puede ver un helado sin pensar que debe haber un millonario tras ello ni acometer acción alguna que no tenga beneficios. Es una novela satírica de gran calado: los ejecutivos que se enredan en las trampas de JR y coadyuvan a su ascenso y caída son niños grandes, egoístas y crueles, unos zangolotinos sin apenas formación ni otro interés que no sea amasar dinero. Es un coro trágico de abogados, brokers, directores de banco, ejecutivos, generales, altos funcionarios, publicistas, un grupo de estultos intercambiables, tan eficaz en su extrema verbalización de la ambición como detestable en sus formas. Nada queda a salvo: ni la educación (una parte de la novela transcurre en el instituto donde JR acude a clase y nos presenta a sus profesores, más preocupados por montar circuitos cerrados de televisión y conseguir contratas que en comprar libros o educar a sus alumnos) ni el ejército (tan aficionado a formar parte de los consejos de administración y a dirigir la política exterior en beneficio de las grandes empresas) ni, por supuesto las altas finanzas, presentadas como un demente juego infantil: la dureza del autor alcanza aquí cotas no superadas en la historia de la literatura. Los creadores tampoco salen muy bien parados: inseguros, inmaduros, narcisistas, tanto el músico frustrado Edward Bast como los escritores (Thomas Elgen y Jack Gibbs, autor, por cierto, de una novela llamada Ágape se paga) recorren sus pobres vidas flanqueados por el fracaso literario y la insatisfacción personal: otro escritor, Schramm, lo pagará caro. Una América paranoica (Hyde y su refugio antiatómico; el director del instituto Whiteback y sus dos teléfonos, el de su cargo académico y el que enlaza directamente con el banco local del que es propietario; los indios miserables y dementes usados por las corporaciones) reflejada con una crudeza inusitada, despiadada, pero no sin sentido del humor (la historia de un matrimonio que cree que el indigente que se les ha metido en casa es el padre de uno de los dos, el viaje escolar para visitar Wall Street y comprar una acción que desencadenará las intrincadas maniobras de JR, los imbéciles razonamientos de los financieros)

Gaddis modula su obra como si fuera una inmensa cantata (las alusiones musicales son constantes) llena de ruido y furia, discordante, áspera. El desasosiego alcanza su máxima expresión en un piso con la puerta arrancada y los grifos perpetuamente abiertos, donde un enloquecido Bast prueba a poner orden en los kilos de correspondencia, grandes paquetes de muestras, palos de golf y accesorios perfectamente inútiles (se ha invocado a menudo el camarote de los Marx), un precario refugio donde el músico se encierra para escribir una delirante composición (¡para un documental de animales!) a la vez que ejerce de hombre de paja para un niño (su antiguo alumno JR) que ha creado un imperio pero no puede mostrarse como su autor. Los personajes entran y salen (un enloquecido portero, la amante de Schramm, los vecinos escritores que buscan entre el detrito sus manuscritos perdidos, un gato), una radio se activa intermitentemente, zumba el teléfono. La cartografía del piso es tan precisa como agobiante, sin espacio para moverse. Un camión enorme estaciona abajo para descargar mil gruesas de flores de plástico chinas. Para qué seguir. Hay una omnipresente sensación de provisionalidad: los personajes pierden un zapato, se visten con trajes prestados, caminan bajo la lluvia. No hay cálidos refugios, salvo para los capitostes atrincherados en sus despachos, rodeados de secretarias, prepotentes pese a sus mezquinas vidas personales.

El autor guía al lector dotando a los personajes principales de un idiolecto propio (los mmm de Whiteback, los o sea de Rhoda, los vulgarismos de JR, tan mal hablado), lo que ha debido exacerbar la dificultad de la traducción. Aún así la dificultad es formidable. Hay que rendirse a la evidencia: la obra (como la vida) es un ruido continuo, una radio defectuosa que emite ocasionales ráfagas inteligibles en un universo carente de sentido. Reseña larga para una obra monumental: no podía ser de otra manera.

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 8 votos · @Faulkneriano le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@salakov hace 9 años

Por la página 500 y pico voy, pero persevero.
A ratos la cacofonía de voces me aturulla, otras veces leo en diagonal conversaciones más o menos intrascendentes, otros pasajes me encantan y me detengo en ellos.. Un ejercicio literario delirante, disparatado, irritante en algunas ocasiones, brillante en otras, que demanda una paciencia a prueba de bombas, una fe inquebrantable, un propósito lector.
¿Una obra maestra incontestable? Tampoco, dado que creo la forma interesa más que el fondo, el sonido más que la letra, el conjunto más que el detalle, esto es, la crítica al egoísmo e individualismo de la sociedad capitalista a través de la insignificancia de quienes la componen que un retrato de dicha sociedad en sí.
Y por esto, ahí andamos, perseverando.

P.D.: Aviso para navegantes, a mí al principio me ayudó bastante esta guía de personajes y escenas de la propia página web del señor William Gaddis. Os puede ser útil, si os aventuráis con el océano bravío de "Jota Erre"...


williamgaddis.

@Guille hace 9 años

Espléndida reseña, Faulkneriano, que me ha ido quitando y poniendo ganas de leerme la novela. La tengo en casa, así que el intento está asegurado; pero el recelo es mayor y no se ha reducido, sino todo lo contrario, con el comentario de salakov.

@Faulkneriano hace 9 años

Salakov, o sea, me encanta saber que no estoy solo en esta empresa, joder, porque es duro, hos, o sea, duro de...

Tienes razón: no es una obra maestra incontestable pero... ¡ójala todas las novelas fueran así de ambiciosas! (aunque no de largas y difíciles) La forma prima sobre el fondo, cierto. En Los reconocimientos (que yo creo superior) esto no ocurre. Gaddis se dejó arrastrar, como un torbellino, por una excelente idea narrativa: yo creo que también evitó que se le fuera de las manos.

Yo también he visitado la página que citas, que es de sus admiradores (Gaddis murió en 1998, aunque por aquí nadie se enteró) El asunto me recordó el enorme material que había suscitado en Internet La broma infinita, del que también hice uso en su día. Y sigue con ella, déjate llevar por la melodía...

Pues si la tienes en casa, Guille, no tienes elección. Reserva, eso sí, varias semanas. A mí se me ocurrió alternar con otro tocho (las 700 densas páginas de El mito de la transición, de Ferrán Gallego) y por poco muero. La comparación con La borma infinita no es casualidad.

@salakov hace 9 años

Sí, yo también me siento menos solo.
¡Ánimo, compañero! ¡Que la tormenta de voces no pueda contigo! Además, no sé tú, pero o ya casi voy por la mitad... ya apenas me quedan algo menos de setecientas páginas... glubs...

@Faulkneriano hace 9 años

Lo he acabado hace quince minutos, Te quedas solo frente al guirigay de voces.

@Guille hace 9 años

Reservaré lo que haga falta, Faulkneriano, aunque haré como tú y lo alternaré con otras lecturas. Por cierto, dices que Los reconocimiento es superior a esta, pero leí en algún sitio que es su obra más difícil.

@Faulkneriano hace 9 años

¡Pues claro! Con razón le llaman Mr. Difficult. Las primeras novelas suelen ser las más ambiciosas y Gaddis no tenía 30 años cuando se metió con Los reconocimientos. Esta obra es mucho más lírica y el poderío (y dificultad) de su prosa es incontestable. Por cierto, regala al lector español una visión de la España de la posguerra que recuerdo como lo más alucinante del libro. Es más intelectual (toda una novela de ideas, sosprendente en un autor tan joven) y calma, no tan llena de ruido como Jota Erre.

Quien me lea pensará quizá que soy un lector masoquista. No es eso, no es eso. Lo único que pasa es que la búsqueda de la excelencia suele llevar aparejada la dificultad. En las cumbres hay menos oxígeno y se respira peor. Es una forma de hablar.

@_567_ hace 9 años

Con los autores postmodernos suelo hacer aproximaciones, con el debido respeto, antes de atreverme a sumergirme a fondo en lo (en teoría) excelso de su obra. Quiero decir, necesito una pequeña toma de contacto (como en el caso de DFW para mí, del que solo he leído “La niña del pelo raro”…) antes de llegar a cotas mayores, o antes de llevarme alguna decepción sonada (Franzen) o semisonada (Pynchon en “Vineland”). De Gaddis igual lo pruebo con “Gótico carpintero” que es la que más me llama la atención y de la que tengo muy buenas referencias, de ahí que creara su ficha hace un tiempo, aunque no cabe duda de que con esta mega novela (¿de verdad era necesario ponerle todas las letras a su título original, “J.R.”, o es que nuestros editores van de posmodernos también?) estáis desenvolviendo, y ofreciéndole al futuro lector, un caramelo de lo más goloso.

Gran reseña, Faulk! Felicidades.-

@Faulkneriano hace 9 años

No es mala idea lo de Gótico carpintero. O, ya puestos, Agape se paga.

@Guille hace 9 años

Gótico carpintero es una excelente novela.

@Poverello hace 9 años

Me parece excelente tu reseña, Faulk. Y una invitación al suicidio que acogeré cuando me halle en predisposición. Los comentarios de Salakov más me animan a ello, pues tiene toda la pinta de que sea de la literatura que me apasiona.

Me leería las tres que nombráis al menos, pero no tengo vida, glup.

Otra a la saca.

@Tharl hace 9 años

Muy buena reseña Faulkneriano.
Las mil páginas y la sátira me hacen pensármelo dos veces, pero la idea de una novela formada a base de diálogos repletos de ruidos entre los que se desliza lo verdaderamente importante como en un juego de espejos, engaños y deslices me parece demasiado seductora como para no agregar el libro a mi whislist.
Tal vez haga como Krust y tantee antes el terreno con Gótico carpintero o Ágape se paga.
Abrazos!

@lucero hace 9 años

No lo consigo en Argentina....realmente asusta, y eso que me gusta mucho la literatura norteamericana. Creo que necesito más decisión de la que hoy tengo para ponerme con una obra así.
Superiores tus reseñas, siempre vuelvo a ellas.
Pero paso con Jota Erre.

@Guille hace 9 años

Bueno, @Faulkneriano, habrá que esperar a un mejor momento. El primer intento ha resultado fallido.

@Faulkneriano hace 9 años

C'est la vie...

@Volsung hace 9 años

Terminado y con ganas de escribir algo sobre éste libro, no sé si podria llamarse una sinopsis... una aproximación al poso que ha dejado (lo he leído a lo largo de mes y medio) tal vez, no sé. Le he puesto un ocho, pero hubiera sido más si no fueran por las últimas doscientas páginas...

@Faulkneriano hace 9 años

Pues adelante, volsung: tu opinión es siempre bienvenida.

@Faulkneriano hace 9 años

Por cierto, ¿sabéis qué libro me han regalado para mi cumpleaños? Los reconocimientos. Ya no tengo excusa para volver a leerlo.

@Volsung hace 9 años

Voy por la página 850... Por un lado la bohemia yankee y los niños bien inmaduros y por el otro los poderosos y los supuestos entendidos del Gran arte. No sé, la idea fundamental de JR se repite: la rendención de la moral protestante, explícitamente de hecho, pero me está gustando menos. Más aburrido, me ha recordado al Código Da Vinci por momentos. Eso sí, los momentos excelentes también los tiene y me extrañaría a mi que no terminara pensando que no es un libro notable, aunque agotador también.