UN TRISTE PESIMISMO por Guille

Portada de EN LA ORILLA

Que quede esto bien claro desde el principio: En la orilla no es una novela sobre el estallido de la burbuja inmobiliaria a pesar de que es como se ha publicitado. Si Crematorio nos cuenta como se fue acercando hasta llegar a la orilla aquel tsunami, esta otra orilla, lo que quedó tras su paso, es solo un escenario propicio para contarnos muchas más cosas, todas ellas desde el punto de vista tremendamente pesimista que tiene Chirbes del ser humano.

Chirbes es el Lobo Antunes patrio (sobre todo en esta obra que es narrada en primera persona prácticamente en su totalidad, con la misma verborrea incontenible (no es peyorativo), ese derroche narrativo que ambos comparten, esa literatura chorro, imparable, sin apenas pausas, con esas páginas que parecen impenetrables muros de palabras que son una delicia penetrar a pesar de la tristeza que destilan. Tampoco existe aquí una línea de tiempo que partiendo de un punto A se dirija a otro B mientras se van sucediendo los hechos que llevan a otros hechos. Ambos autores gustan de combinar el pasado y el presente, e incluso el futuro (con más confusión y mezcla el portugués), en ese collage de imágenes que, sin ningún orden (aparente), componen la obra.

Porque eso es la novela, un gran collage de imágenes que no se terminan del todo, que vuelven para ser completadas con más detalles, que se van acumulando y que van modificando detalles anteriores que acaben por perfilar el dibujo de los personajes, su carácter, su historia. Imágenes de cielos llenos de plumas y grúas inmóviles y abandonadas, de esqueletos de edificios, de montañas de escombros, de aguas contaminadas y pestilentes, de hombres heridos sentados ante el televisor día tras día, de mujeres dejando en la caja del supermercado ese lápiz de labios que no se pueden permitir. Imágenes que componen la derrota colectiva que han sido estos años y que es el escenario de este libro, y donde se abren agujeros negros (pocas veces mejor utilizado el color) que, como en esos libros infantiles donde la ilustración a doble página está plagada de múltiples ventanitas que pueden abrirse gracias a unas pequeñas pestañas, asistimos a muchas otras situaciones, otro cuadros que nos enseñan aquello que surge más fácilmente en los momentos difíciles pero que siempre estuvo ahí, aquello que nos conforma independientemente del contexto que nos haya tocado vivir... y no hay ventanas a la esperanza, y quizás ese es el fallo que pueda tener la novela (eso y también esa cantidad de escenas secundarias a las que se les da quizás demasiado protagonismo restando tensión narrativa a las historias vertebrales de la novela).

Porque también Chirbes comparte con Antunes un mismo pesimismo existencial, con la misma tristeza patológica, con parecida concepción del ser humano -"un malcosido saco de porquería"-. Si en tiempos del padre del protagonista ese escenario propicio fue la guerra y la posguerra, ahora es la gran verbena que fue esta nuestra España de final e inicio de siglo y la fortísima resaca posterior. Y eso que ha sido la vida de los españoles en estos últimos 20 años, ese retrato de toda una época que nos ha querido pintar el autor, sirve de pretexto para hablar de la vida, tal cual, sin apellidos.

Una vida en la que no hay equilibrio, la balanza está irremisiblemente inclinada hacia un lado. La familia, como condicionante de tus inicios y como pesada cadena que te sujeta y te detiene después; la lealtad hacia esos amigos que evolucionan en direcciones no coincidentes con las nuestras; el amor como fuente de sufrimiento; los anhelos juveniles no alcanzados ("te persigue lo que no alcanzas"); la desesperanza senil ("Como si la vejez no fuera un estúpido epílogo y tuviera algo que ver con la vida propiamente dicha"); la ilusión de ese sucedáneo de inmortalidad que proporcionan la llegada de los hijos y la muerte de esa ilusión. Todo es degeneración, toda la vida es una caída, el deterioro físico, el avinagramiento del carácter que nos invade tras la acumulación de decepciones, de amores malogrados, de metas no cumplidas, de errores e injusticias cometidas, la amistad que se corrompe, el amor que se evapora, el interés egoísta y hasta criminal por encima de todo. Pobres, ricos, explotados y explotadores se unen en esa tremenda concepción del ser humano. Muchos pierden, otros saben caer de pie... los peores de todos.

En cualquier caso, el balance final de la lectura de esta novela es positivo; me gusta mucho la forma de narrar de Chirbes y me gustan muchas de las cosas que dice y siempre aguanto mejor el pesimismo que el optimismo de los buenistas.

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 3 votos · @Guille le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@arspr hace 6 años

Tremendo libro de Chirbes. Para mí una obra maestra junto con Crematorio. No una continuación, como bien dices, sino algo así como una sombra, un espectro del anterior donde lo importante no es ese estallido de la burbuja sino las ventanas al alma humana que dicho escenario le permite. Tanto como en Crematorio, lo importante no era en sí el crecimiento de la burbuja sino igualmente, dicha burbuja como escenario para el "malcosido saco de porquería".

Estos últimos tiempos me he metido entre pecho y espalda a casi todo Chirbes y no me arrepiento ni lo más mínimo. Además este libro lo he ido leyendo muy poco a poco, fraccionariamente, por motivos diversos. Y creo que le ha sentado bien. Pocos otros libros lo habrían aguantado.

Y eso es bueno y es malo. Es bueno porque es una muestra de la intensidad de cada página. Da igual por dónde lo abras. Cada capítulo, fragmento, retal es un derechazo al hígado con todas las de la ley. Y es malo porque como bien dices, (y de manera igualmente parecida a Crematorio y Los Viejos Amigos), casi no hay historia ni evolución, ni nada de nada. Simplemente fogonazos en la vida de Esteban y en los que le acompañan que son siempre arquetípicos de esa zona oscura del alma humana. El libro tiene cuatrocientas páginas como podría haber tenido quinientas o trescientas. Y eso, bien reflexionado, no puede ser del todo bueno.

Pero en fin, mi fraccionada lectura, en este libro en particular, quizá haya incluso contribuido a darle ese puntito extra sobre tu propia nota...

Finalizo diciendo que a mí tampoco me ha parecido tan pesimista. Es muy manido aquello de que los pesimistas llaman (¿llamamos?) realismo a lo más negro del universo, pero es que a mí me ha parecido sinceramente realista. En el libro hay también triunfadores, (aunque sea de dudosa ética), y gente que tira para adelante por sistema (en su pequeña parcela Ahmed puede ser un ejemplo de ello, incluso reconocido por Esteban). Pero es que por mucho que nos duela, la vida siempre acaba mal y la alternativa a la vejez (o a la decrepitud, o a que la entropía se cobre su peaje por mucho que nos empeñemos en negarlo), es siempre infinitamente peor. Por ello no me parece casi ni tan mal el orgullo final de Esteban.

Si acaso a mí lo que menos me ha gustado es la historia de culebrón romántico central del libro. Y ese tiré mi vida por la borda porque me anclé a un recuerdo. Muy melodramático pero creo que (afortunadamente) muy poco realista dentro de una muy realista (pesimista) novela...

@Guille hace 6 años

Grandes obras las dos, por lo que cuentan y por la forma de hacerlo.

Ciertamente es difícil no ser pesimista siendo realista, tienes toda la razón.

Algún día volveré al autor. Hay por ahí hasta tres que me interesan: Los amigos, La larga marcha y La buena letra. Esta última tiene una edición conjunta con Los disparos del cazador que también tiene buena pinta.