SON COMO NIÑOS por Guille

Portada de PASTORALIA

Grandísima lectura. Un magnífico puñado de buenos cuentos que me han gustado incluso más que ese otro gran puñado que se recogían en el otro libro que de él he leído, “Diez de diciembre”. Algo que en este último critiqué, las respuestas explícitas que Saunders nos ofrecía a las distopías expuestas en los relatos, no aparece en los reunidos en este nuevo libro (anterior en su elaboración) cuyos finales son abiertos o menos categóricos, con un resultado, para mí, mucho más amargo y efectivo.

Me ha vuelto a fascinar su estilo naiff cargado de mala leche. Saunders plasma con una sencillez extraordinaria, de esa clase tan complicada de conseguir, el lugar al que nos dirigimos (o peor aun, donde ya estamos) en cuanto a relaciones laborales, sociales o familiares y consigue que te conmuevas ante los patéticos hechos y los grotescos personajes que pueblan estos mundos que crea el autor y que al mismo tiempo te indignes ante lo que son, lo que suponen y la verdad de lo que narra.

La narración es exagerada, los paisajes distorsionados; en la buena literatura, la línea recta nunca ha sido el camino más corto ni el más interesante de recorrer. Los personajes se mueven en ese estado de infantilismo que parece imponerse poco a poco en una parte cada vez más importante de la sociedad, caracterizada por esa crueldad básica de los niños y la satisfacción inmediata y fácil de deseos primarios; esos sin-clase que ya han bajado los brazos ante lo que les han convencido que es impepinable, que se dejan ir y conducir y son tratados por jefes, vecinos, clientes, y, lo que es más grave, por ellos mismos, como lo que son, elementos totalmente prescindibles e intercambiables. Comportamientos que son habituales en todos nosotros en mayor o menor medida parecen dotar de un factor irremediable a las situaciones sociales criticadas. Las derrotas íntimas, las miserias y mezquindades cotidianas, los comportamientos cobardes, los autoengaños, las fantasías consoladoras son narradas en fantásticos diálogos interiores, mostrándonos unas cuantos motivos de nuestra congénita infelicidad, imposible de alcanzar e incluso de perseguir.

Quedo impaciente a la espera del siguiente libro que de este autor publique Alfabia.

Escrita hace 9 años · 0 votos · @Guille le ha puesto un 8 ·

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