NO SE PUEDE DECIR NADA MEJOR por Guille

Portada de LA HIJA DE LA PUTA Y OTROS CUENTOS

Comentando con @Faulkneriano otro libro del mismo autor, El verano mágico en Cape Cod, le mencioné la lectura de este conjunto de relatos y me di cuenta de que no recordaba apenas nada de ellos (nada extraño, tiro a pez en estos menesteres). En contra de mis costumbres, decidí releer estos cuentos para descubrir lo poco que los supe apreciar en su día, apreciándolos no obstante, y lo mucho que me gusta este autor (va a tener razón @Faulkneriano cuando comentó que es un autor que se aprecia más y mejor desde cierta provecta edad).

Russo es uno de esos escritores, Yates sería otro ejemplo, que consigue encontrar oro de muchos quilates (y aplicarle el tratamiento más adecuado) en la vida de esas personas que carecen de un atractivo especial o de una historia especial. Es ese tipo de literatura preocupada por las corrientes interiores de esa gente normal en sus vidas normales; gente corriente que en algún momento descubre lo fuerte que era el torrente de la vida que les empujó al puerto en el que se encuentran y al que nunca posiblemente habrían pensado dirigirse y al que quizás era inevitable que se dirigieran. “Posiblemente”, “quizás”, sí, porque estamos ante unos relatos, unos trocitos de vida, con personajes a los que no acabamos de abarcar del todo, abiertos, lo que para nada quiere decir difusos; relatos que nos muestran, a su vez, como también en la vida, y en palabras de uno de los protagonistas de estas historias, es del todo punto absurdo pretender conocer la vida de cualquier persona, a lo que yo añado: incluida la de nosotros mismos.

Todos los personajes que protagonizan los siete fantásticos cuentos que componen el libro… bueno, fantásticos 6, o 5 si se me apura un poco, descubren alguna verdad importante sobre sus vidas o sobre la vida de alguien cercano a ellos y, de paso, también sobre ellos mismos. Desde esa monja del primero de los relatos que desentierra en un taller de escritura lo que se había negado a revelarse a sí misma y que condicionó su vida entera, pasando por el viudo que redescubre a su mujer en los ojos de aquel que fue el amante de ella durante años, o de ese niño que, muchos años después, confronta con su madre versiones muy distintas de lo que fue aquella escapada que hicieron juntos, o aquel que vuelve con su mujer a aquella isla después de que por ambas pasara un huracán, o hasta ese otro niño, a punto de dejar de serlo, que se enfrenta a la sospecha de que el mundo sigue girando, de que la vida de los demás continúa, aun cuando él no esté presente.

Y en todos los cuentos nos quedamos con enormes ganas de saber qué pasa después, como continúa esa nueva vida o esa que seguirá siendo sin remedio una vida antigua. No se puede decir nada mejor acerca de un cuento, creo yo.

Escrita hace 10 años · 5 puntos con 2 votos · @Guille le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 10 años

Pues tienes mucha razón: el cuento es una pequeña ventana abierta a una realidad más vasta, y es bueno quedarse con ganas de saber más de esa realidad que se apunta. Si no es así, el objetivo del cuento no se cumple.

También viene a cuento mencionar a Richard Yates, otro autor algo más antiguo pero parangonable a Russo en su interés por las pequeñas cuestiones de la vida cotidiana, en el marco de una tradición norteamericana realista (en última instancia, la referencia definitiva sería, claro está, John Cheever). Los dos son muy apreciables y seguramente darán más de una sorpresa, como estos cuentos que me apunto.

Lo de la edad provecta suena fatal...

@Guille hace 10 años

Ummmm, Cheever, otro de los grandes, sí. También se podría citar a Carver en ese grupo de cuentistas que nos ponen delante "una pequeña ventana abierta a una realidad más vasta".

Es que es fatal tener una edad provecta, @Faulkneriano, tanto en el sentido de circunstancia no muy agradable como en la de inevitable (bueno, en el mejor de los casos... o no).

@Tharl hace 10 años

Habéis descrito mis cuentos favoritos. Hay un extraño voyeurismo en la lectura de un cuento -más aún que en la novela o el cine-, y adoro la ventana indiscreta...

Apuntado queda Russo, y de rebote Richard Yates y Cheerver (he visto que le llaman el Chéjov de los suburbios); y una próxima nueva lectura de Carver. Menos mal que son cuentos o no podría llevar este ritmo de descubrimientos…

Me pregunto hasta qué punto la ascendencia de Chéjov sobre estos autores (incluida Munro) y las continuas comparaciones con él les favorecen o supone un peso y un molde del que no se pueden desligar y que les absorbe.

@Guille hace 10 años

Es tan lugar común que Chéjov es el padre o el abuelo de todo un estilo de contar que tener su etiqueta no añade ya mucho a la crítica de un cuento, sea o no cierta la influencia.