TRADICIONES VS. GLOBALIZACIÓN por EKELEDUDU

Portada de TUAREG
El autor de esta reseña ha idicado que contiene spoiler, mostrar contenido.

El targui Gacel Sayah es un ignorante en materias que no vale la pena conocer o que no se pueden comprender. Por ejemplo, no vale la pena conocer los chismes de la farándula, ni los simples chismorreos habituales de todo barrio "civilizado". Y no se puede comprender que alguien intente subdividir, límites artificiales mediante, ese inmenso océano de arena que es el Sahara, su mundo, y que por lógica no podría conocer otro límite que aquel donde la Naturaleza pone fin al desierto. Y si Gacel es ignorante en estas cosas, se encuentra muy en ventaja, en cuanto a sabiduría, respecto a quienes sí saben de ellas, puesto que las cabezas de estos últimos están llenas de datos inútiles y absurdos. Precisamente huyendo de una civilización que no entiende y a la que el pueblo tuareg no podía ya oponer resistencia seria, Gacel se retiró en algún momento adonde dicha civilización no pudiera molestarlo ni humillarlo. En ese entonces, el colonialismo francés controlaba el Sahara. Pero resulta que la civilización dará con él y vendrá a molestarlo de todos modos. Esto sucede cuando un puñado de soldados irrumpen en su jaima, su tienda, guiados por otro targui,en busca de dos hombres a los que halló medio muertos y a los que ha dado hospedaje, matando a uno y llevándose prisionero al otro, sin siquiera dar la menor explicación. Para los tuareg, como para tantos otros pueblos apegados a viejas tradiciones, la hospitalidad es sagrada; si para el mundo "civilizado" no, no es su problema, porque precisamente él procuró alejarse de ese mundo que no podía entender y del que no es capaz de formar parte. En consecuencia, Gacel procurará vengarse del ultraje del que ha sido víctima. Primero buscará al targui que condujo a los soldados hasta su jaima; a ése lo despacha en honorable duelo, uno de ésos que parecían relegados al pasado o a las exhibiciones, pero que esta vez se torna muy presente y real. Acto seguido busca al oficial que de forma tan insolente le reclamó a los dos hombres que eran sus huéspedes, y lo degüella. Ya ha cometido dos asesinatos, uno de ellos de un soldado y otro de un targui que trabajaba para el gobierno; es decir, de personajes de cierta importancia, suficiente para que, como mínimo, lo condenen a dos décadas de cárcel. Sin importar lo que suceda luego, Gacel es ahora un proscrito, y ateniéndose a la lógica, sólo le queda entregarse a las autoridades y resignarse a la sentencia legal o luchar hasta la muerte. Y la cárcel mataría a un targui como él, amante fervoroso de su libertad, más cruelmente que cualquier arma de fuego.

Gacel no es un personaje que se haga amar; no de entrada, al menos. Es demasiado orgulloso y tiene esclavos, algo que repugna a nuestra mentalidad; y está ese machismo de no querer ser muy demostrativo en sus afectos hacia su esposa. Sin embargo, si uno lo piensa, reserva su orgullo para sí mismo, en lugar de exhibirse como modelo de adoración; y en cuanto a los esclavos, lo cierto es que, aunque les tiene cierto desdén, por lo demás no los maltrata, y ellos están bastante conformes con su situación. Y por lo demás, ama a su esposa, y ella a él, así que, ¿qué tienen que decir los de afuera? Especialmente teniendo en cuenta que la mayoría de quienes quisieran objetarle éstas y tantas otras cosas pertenecen a una civilización donde no siempre se trata bien a la mujer, y donde miles y hasta millones mueren de hambre en supuesta libertad. La libertad sola no da de comer, y en cambio Gacel, aunque sea por conveniencia, mantiene bien alimentados a sus esclavos. La conclusión obvia es que la idiosincrasia de los tuareg, en el peor de los casos, es simplemente distinta, y quizás incluso preferible, a las prédicas del mundo civilizado, que suenan mucho mejor, pero que en prédicas se quedan. Y Gacel ama entrañablemente su desierto, el desierto de los tuareg; ¿quienes sino ellos simbolizan mejor el Sahara y tienen derecho a reclamarlo como suyo? Y no obstante, allí va la civilización con su prepotencia, su soberbia y sus leyes (para cuya elaboración no han sido consultados los tuareg) diciéndole que no puede conservarse fiel a las tradiciones, y que ha de vivir de otro modo. De esta manera, su reacción se vuelve más comprensible. No se trata sólo de dos huéspedes; es todo su estilo de vida, el único que conoce, el único al que quiere apegarse y uno tan respetable como cualquier otro, el que está en juego. Esa certeza pone al lector, incondicionalmente, de su lado.

Para colmo, Gacel quizás no se haga querer de entrada, pero los soldados que irrumpen en su jaima directamente se hacen odiar de entrada. Es cierto que los militares en general no inspiran muchas simpatías, pero éstos ni siquiera son militares en toda regla: la mayoría son pájaros de cuenta sentenciados a penas diversas conmutadas por cierto tiempo de servicio militar en el "Culis Mundis". Constituyen una soldadesca de baja estofa que aborrece el desierto tanto como Gacel lo ama.

Este libro, en suma, trata del drama de la ahora llamada globalización; de cómo los últimos pueblos del planeta se resisten a ser "civilizados". Si fuera una película de Rambo, acabaría con el héroe triunfante sobre una pila de destrucción y cadáveres... Pero por desgracia, aunque también por suerte, esto no es una película de Rambo, y el final se anticipa amargo. Seguramente podría haber sido peor, al menos desde el punto de vista de Gacel, pero igual deja al lector indignado e impotente... E incluso con ganas de asesinar al autor, pero ¿se puede reprochar a éste haber optado por un final realista?

Al margen de eso, las descripciones del desierto son sencillas pero contundentes, eficaces. Vázquez Figueroa no precisa de palabras ampulosas ni de giros poéticos para impactar al lector con la agreste belleza del Sahara -que él debe conocer muy bien, puesto que allí vivió en su infancia y su adolescencia- ni con sus duras condiciones de vida, y el lector comprende que Gacel soporte estas últimas por amor a su desierto y, también, a su libertad.

Quizás la única objeción que puede hacérsele a este libro es que no incluya un glosario al final. Algunos hemos leído TEFEDEST y/o ENTRE LOS TUAREG, y ésos nos arreglamos bastante bien con la terminología tuareg, pero no todos; y si bien algunos términos más o menos pueden entenderse en el contexto de la frase en el que se encuentran, no sé si puede decirse lo mismo de la totalidad de los vocablos.

Escrita hace 10 años · 5 puntos con 3 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 10 años

Me sorprende grandemente que una novela de Vázquez-Figueroa sea distinguida con un diez. El mismo año que publicó Tuareg salieron a la luz al menos otras tres novelas suyas. Según mis cuentas, no le dio tiempo ni para corregir las pruebas... Así no hay quien escriba bien, hombre...

@EKELEDUDU hace 10 años

¿La leíste? Porque admito que lo que decís tiene lógica, pero lamento decir que sigue pareciéndome una excelente novela.