¡EL HORROR! ¡EL HORROR! por Tharl

Portada de EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS

Imagino a Conrad escribiendo. Solo, encerrado en su estudio, rememorando el tiempo en que era marino antes del vapor, y reviviendo su personal descenso a los infiernos en el Estado Independiente del Congo. Desquiciado, pensando en francés y maldiciendo en polaco mientras trata de agarrar las brumas de un idioma extranjero. En busca de la palabra exacta, la sintaxis precisa. Es impresionante el distanciamiento que ofrece escribir en una lengua extranjera. Hay algo denso y oscuro en el inglés de Conrad, una fuerza primitiva.

Escucho silencioso el relato de Marlow -ese buda de cartón piedra- y me sumerjo en sus palabras. Poco a poco, hasta el corazón de las tinieblas. Es un viaje cada vez más denso y pegajoso, se pega a mi carne como la asfixiante tela de una camiseta sudada. Cada vez más oscuro. Pero sigo leyendo. Leo con la avidez y la religiosidad de un ritual caníbal. En dos días lo habré devorado. Hay algo atrayente en el Congo, algo al final de la noche que me atrae irremisiblemente. Una verdad primitiva que palpita al ritmo de los tambores desde las profundidades de la selva y me arrastra adelante por esa sierpe que vigila y penetra un Edén invertido y salvaje donde se ha de esconder el fruto de la Verdad. Me arrastro con Marlow por esta atmósfera monstruosa con ojos de marfil capaz de vencer con su sol abrazador y la humedad del sudor y la inmovilidad de la enfermedad y el zumbar de los mosquitos, hasta al titán del acero. Nos arrastramos en busca de la verdad siguiendo la brillante estela de Kurtz, como hará Robinson después, y Ferdinand tras él. Entre la enfermedad y la mezquindad, el embarrado río y la maleza, trato de penetrar en las palabras de Conrad, pero no logro una percepción clara en su exuberancia, tan solo impresiones poderosas que me penetran como flechas lanzadas desde las profundidades de la selva. Cuando llegamos a la estación, cuando alcanzamos a Kurtz y al borde de la enfermedad, Marlow se retira, y yo con él, antes de alcanzar ese centro primigenio de una inmensa oscuridad.

Pero Kurtz sí estuvo ahí. Se adentró hasta su mismo corazón en busca de marfil. Y ¿quién es Kurtz? No lo sé. Es tan insondable y distante como todo en la selva tenebrosa y palpitante de Conrad. No está ni encima, ni debajo, sino flotando, inaccesible, sin nada que lo ligue a la tierra. Coppola lo relacionó con Vietnam, Orson Welles quería equipararlo a Hitler en un guión sin rodar, y yo… yo no sé, ni comprendo, a Kurtz; pero en el pillaje a su memoria, no me extrañaría encontrar las “Bagatelas para una masacre”.

Las palabras de Marlow están más allá del colonialismo y la denuncia, incluso más allá de la mera descomposición del hombre civilizado ante la naturaleza salvaje; sus palabras se sitúan en el abrupto abismo de la locura. Lo suficiente como para poder regresar medianamente ileso al mundo de la moral y el progreso antes de tener tiempo para formar una imagen definida de lo que hay al otro lado, tan solo algunas impresiones que no logro comprender, el legado de Kurtz: “¡El horror!, ¡El horror!

Escrita hace 10 años · 4.8 puntos con 5 votos · @Tharl le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@FAUSTO hace 10 años

Curiosa y “simbiótica” reseña, Tharl. Literalmente has sido atrapado por el ambiente y las sensaciones que fluyen por el texto.
No cabe duda que es un relato que puede fascinar y, asimismo, puede resultar de lo más molesto y llegar al rechazo. Su escritura barroca y su ambiguo mensaje puede alcanzar esos dos extremos. Yo no me inclino por ninguno de ellos, pero me aproximo más al primero y reconozco varias de sus cualidades. Me parece muy acertada tu reflexión: “no logro una percepción clara en su exuberancia, tan solo impresiones poderosas”.

Hace unos años volví a releer este libro y prácticamente mis impresiones fueron las mismas que la primera vez. Me pareció que el barroquismo de su escritura llega a extralimitarse, rozando la pomposidad, con un leguaje demasiado rebuscado. Otro punto que peca en exceso son las digresiones, hacen que el ritmo sea un poco lento y desvía la trama de la acción principal, pero, eso sí, aunque parezca contradictorio, uno de los puntos fuertes de la narración está precisamente aquí y se encuentran muchas perlas (algunas excelentes) en estas digresiones o pensamientos.
Lo que más valoré fue la excelente “atmósfera” que nos sumerge Conrad (y que has descrito admirablemente). Es un relato sombrío, donde el mal y la locura están siempre presentes adentrándose en un mundo diferente, donde del horror y miedo por el salvajismo también surge una inquietante fascinación por este mismo primitivismo. Y, por supuesto, el excelente personaje de Kurtz que, para mí, representa el lado oscuro del alma humana y su atracción a lo prohibido y la depravación (conceptos en los que fue un maestro Poe).

En fin, no es una lectura fácil pero merece mucho la pena el esfuerzo por conocer este relato, que no es largo pero muy intenso. Por cierto, genial “Apocalypse now”, una de las adaptaciones más libres y más acertadas del cine, una combinación difícil de conseguir.

@Tharl hace 10 años

Muchas gracias por tu comentario, Fausto.

Cuanto más pienso en el libro, desde que cerré sus pastas y lo guardé en la estantería, más me gusta. Estamos completamente de acuerdo en esa atmósfera hipnótica y fascinante que logra Conrad y que siente el lector. Para mi también es probablemente su mayor logro.

El barroquismo de Conrad me parece un tema más espinoso. Leer su prosa es como internarse en el Congo, es una tarea hipnótica, de alto contenido emocional y, sin duda, tenebrosa. Conrad es un impresionista, no le interesa mostrar cómo son las cosas, sino cómo son percibidas a modo de impresiones por Marlow. El episodio de las flechas o el de las cabezas en los postes es paradigmático: primero leemos impresiones (palos de madera que caen del cielo, p.e.) y luego estás se van uniendo para dar lugar a la percepción. No hay pizca de objetividad, todo está filtrado por la alterada mente de Marlow. De ahí los continuos “es como…”, “como si…”, “parecía…”. Desde que Marlow comienza a hablar nos encierra en la selva de su mente sin que podamos abandonarla para llegar a lo “objetivo” o “a lo real”. Creo que en esto resiste ese barroquismo que se le adjudica a Conrad y su principal logro. Algo que, creo, le fue posible gracias a escribir en una lengua que no era la suya. Esto le permitió distanciarse en extremo del lenguaje y poder calcular cada palabra y estructura meticulosamente. No me extraña que para Conrad escribir fuera un infierno. Pero precisamente, esta “artificialidad” puede que sea el origen de la fuerza primitiva y depurada que comentaba. No encontramos florituras inútiles, ni términos rebuscados o redundantes, en absoluto, cada término es preciso y meditado: creo que el barroquismo de Conrad es más conceptual que ninguna otra cosa. Y siempre plenamente justificado. Y es esto mismo lo que hace que, a pesar de todo, su lectura se me haya hecho al mismo tiempo ligera (según mi experiencia fluye con enorme agilidad) y complicada (por la dificultad de penetrar hasta el fondo de lo que se nos dice); pero siempre intensa.

Kurtz me parece un personaje mucho más esquivo, inalcanzable y misterioso que cualquier mente perturbada que haya podido escribir Poe. Como admití en la reseña, no soy capaz de estabilizar mi imagen de Kurtz. En mi mente es una imagen nebulosa, en continuo movimiento; una vez más solo tengo impresiones. Creo que es más que el lado oscuro del alma humana y su atracción a lo prohibido y la depravación, aunque esto sea cierto. Es el fruto del choque de la civilización occidental con todos sus límites, ambiciones (imperialistas) y represiones (victorianas), con el lado salvaje de la naturaleza, libre de restricciones morales; pero es mucho más que un antecedente de “El señor de las moscas”. Tal vez sea la reacción de un alma sensible ante el horror. Pero me temo que la única forma de definirle es como el resultado de un hombre que ha descendido a los infiernos (no creo casuales las referencias al Infierno ni de Eneas ni de Dante), al abismo de la locura, al corazón de las tinieblas o al final de la noche. Y como ninguno sabremos lo que hay en ese lado del abismo, jamás podremos comprender a Kurtz, solo sentirnos atraídos y repelidos por su magnetismo.

Me volveré a ver próximamente “Apocalypse Now”. La primera vez fue en el instituto y recuerdo que la versión extendida se me hizo demasiado… extendida. Aun no he decidido si la volveré a ver en esta versión o en la original. También estoy seguro que acabaré dando una relectura al libro, tal vez entonces comprenda mejor a Kurtz.

Un abrazo!

@Poverello hace 10 años

Interesante reseña y comentarios posteriores.

Hablar de Conrad me parece un mundo y ya me costó lo suyo poder enfocar como era deseable la reseña que hice sobre "El negro del Narcissus" y sus consiguientes comentarios.

Digo esto no en base al argumento, obviamente distinto, pero las obras de Conrad que he leído, tres (esta que nos ocupa, la otra de la que hablaba y "La línea de sombra"), tienen muchos puntos en común y de todas ellas resuelvo con toda subjetividad, por supuesto, que Conrad es de los mejores escritores que he leído, y me refiero concretamente a eso, a su forma de escribir sin entrar en casuísticas. Y tal vez por eso -algo ya comentaba y explicaba soberanamente bien al respecto sedacala en su reseña sobre la misma obra "El negro del Narcissus- y por su dificultad a la hora de acertar con el estilo y palabra correcta es más que necesario acertar con una metódica traducción. Conrad es, junto con Nabokov, el único escritor que escribió su obra en un idioma que no era el materno, y la dificultad de eso soy incapaz de abarcarlo con palabras; encima en estos dos casos de dominio absoluto del lenguaje (aunque el ruso comenzara a escribir en su idioma y tradujera al inglés alguna de sus propias obras).

Otro punto en común es la evidente 'simpatía' por personajes casi odiosos e incomprensibles, pero que suponen un shock anafiláctico para el lector (tanto como las personas que los soportan en las páginas), desde el propio Kurtz pasando por James Wait (el negro de marras) o el joven capitán de "La línea de sombra".

"Apocalypse Now" me parece una película excelente. Eso sí, no vi la demasiado extendida.

Abrazos a ambos.

El 'homenaje' de Ferdinand a esta obra en "Viaje el fin de la noche" es exquisito y aún más lacerante

@Tharl hace 10 años

Completamente de acuerdo con tu comentario, poverello: Conrad es también uno de los mejores escritores que he leído, y es fundamental dar con una buena traducción. Yo tiré por la edición de cátedra, que además de una trabajada traducción tiene interesantes y pertinentes notas a pies de página (no como otros libros de esta editorial en los que las notas se reducen a la demostración de una vana erudición). Tiene además el análisis crítico más extenso, y no por ello difícil de leer, que se ha hecho de la obra. Es, sin duda, muy recomendable.

Lo de los escritores que escriben en una lengua extranjera me parece fascinante. Hay muchos más casos de los que señalas. Los más famosos son Conrad, Nabokov y Beckett, pero también habría que añadir otros como Semprun y Arrabal. Lo alucinante de Conrad es que aprendió la lengua tardísimo, que no publicó jamás nada en su otra lengua y que su inglés tuviera varias deficiencias (dicen que hablaba con un acento terrible y que hay muchos rastros del francés y el polaco en su sintaxis).

Ya os comentaré más de Apocalypse Now cuando la vea, que con lo larga que es cuesta encontrar un buen momento.

@Poverello hace 10 años

Evidentemente me he explicado con poca fortuna respecto a lo de los autores, pues no sólo están los que nombras. Hay decenas (no sé si cientos, aunque no me extrañaría) que han escrito parte de su obra en otro idioma distinto al materno (muchas veces en inglés), tanto al tomarla como principal medio de expresión como de manera puntual. El propio Pessoa del que hablábamos hace poco comenzó a escribir poemas en inglés, como Borges, que aparte de algunos poemas parece ser que su biografía original está también en inglés. Incluso en la actualidad diversos escritores o escritores usan otro idioma por diferentes motivos, como la autora danesa (de cuyo nombre no puedo acordarme) de "Memorias de África", escritas nuevamente en inglés, o un largo etc.
Decía que Conrad es el único que escribió su obra (es decir toda) en otro idioma, pues Nabokov, al que saco a colación por estilo y dominio del lenguaje (podría decir lo mismo de Borges), comentaba que buena parte de su obra es en ruso. El caso de Beckett o de Arrabal es diametralmente opuesto, porque sus obras se basan en buena medida en el absurdo, simplificando sanamente, e incluso el propio Beckett llegaba a comentar que escribir en otro idioma le ayudaba a 'no tener estilo'.

Lo que sí está claro es que del mismo modo que debe de ser un suplicio traducir a Borges (agradezco ser castellano parlante) hacerlo con Conrad debe de ser muy similar.

Abrazos.