ANTE LA CERTEZA DE ELLA por Tharl

Portada de LA MUERTE DE IVÁN ILICH

Los hombres como Iván Ilich nacen con una vía de hierro trazada de antemano. Si suben al tren de la vida burguesa -según su cuna les espera asientos en primera, segunda o tercera clase- se garantizan una vida cómoda, agradable y decorosa. Sobre todo si no se hacen demasiadas preguntas, pero esto, como sabe Iván, se trabaja para que no afecte al trabajo, a las relaciones públicas ni a la tranquilidad personal. Les prometen una carrera de progreso y éxito con la aprobación de la sociedad. Cuentan con la estabilidad y seguridad de conocer todas las paradas y estaciones de servicio hasta llegar al final, rodeados de médicos y luchando con la muerte. Pero ese destino solo ocurre a los viejos y, siempre está demasiado lejos. Es cierto que aun así hay encrucijadas y siempre puede haber dolorosos accidentes y descarrilamiento con un duro despertar para el buen burgués que vivió como dijeron que debía, es decir, en los límites aceptados para las alegrías y caprichos dentro del deber público y del trabajo; pero estos accidentes también les ocurre siempre a otros, nunca a uno mismo. Incluso si hombres como Iván trataran de hacerlo, fuera del tren y de la estación no alcanzarían a ver qué les espera de abandonar el sendero marcado. Solo podemos fantasear al mirar por la ventanilla. Inestabilidad, libertad, inseguridad, probable fracaso y atractivas promesas que rechazamos por miedo a la incertidumbre. Pero nada es comparable al miedo a la muerte, sobre todo cuando intuimos, inconscientemente, que aún no hemos vivido como debíamos. Ante la dolorosa certeza de la mirada de ella caen todas las máscaras, comienza el juicio y la toma de conciencia.

Con solo 70 páginas, ‘La Muerte de Ivan Ilich’, es una novela corta que entrelaza un excelente análisis psicológico, crítica a la sociedad burguesa e indaga en uno de los problemas más inquietantes de la vida (sobre todo si eres ruso): la muerte.
Puede que, por momentos, la novela parezca demasiado autobiográfica, el estilo demasiado austero o el formato de novela corta, que personalmente no me gusta, falto tanto de la intensidad y concentración del cuento como de la riqueza e inmersión de la novela; pero la capacidad analítica de Tolstoi en todos los aspectos y la medida intención de cada detalle -el capítulo introductorio, la familia, los amigos, Gerasim, la profesión escogida, el accidente en lo alto de la escalera, el vint, etc.- son argumentos suficientes para que hombres como Vladímir Nabókov o Mahatma Gandhi la consideraran la obra más grande de la literatura rusa.

Llega la incurable e indefinible enfermedad. Según avanza y crece el dolor e Iván va perdiendo la esperanza, aceptando su destino, repasando su vida y tomando conciencia de lo que hizo con ella. . Lo que parecía una carrera de éxito resulto ser una piedra rodando hacia el abismo. El juez es procesado y condenado por la muerte, pues no supo vivir en vida. Pero la muerte no existe, y el castigo se vuelve liberación cuando en los últimos minutos Iván comprende y pierde el miedo.
La familia, los burócratas, los médicos y todos quienes se someten a la rutina de una vida agradable y decorosa según los patrones de su sociedad; todos aquellos seres que viven orgullosamente vidas idénticas entre sí en decorosos hogares calcados; todos ellos, son juzgados y condenados ante la cercanía de la muerte. Son condenados como hipócritas que no pueden mirarla a ella de frente, que no saben comportarse ante un moribundo por no poder (¿querer?) comprenderle y por el rechazo natural a una muerte cuyas inquisitivas preguntas les aterra. Para ellos, ante el moribundo, la única pregunta es ¿Cuándo?

“ [Ivan Ilich] Había cambiado mucho y enflaquecido aún más desde la última vez que Pyotr Ivanovích lo había visto; pero, como sucede con todos los muertos, su rostro era más agraciado y, sobre todo, más expresivo de lo que había sido en vida. La expresión de ese rostro quería decir que lo que hubo que hacer quedaba hecho y bien hecho. Por añadidura, ese semblante expresaba un reproche y una advertencia para los vivos. A Pyotr Ivanovich esa advertencia le parecía inoportuna o, por lo menos, inaplicable a él. Y como no se sentía a gusto se santiguó de prisa una vez más, giró sobre los talones y se dirigió a la puerta -demasiado a la ligera según él mismo reconocía, y de manera contraria al decoro.”

Escrita hace 10 años · 4.3 puntos con 9 votos · @Tharl le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 10 años

Buena reseña, Tharl

Esta novelita, que no engaña a nadie desde el mismo título (qué gusto no incurrir en spoilers), es una de las aproximaciones definitivas a esa dura condición de la vida que es el acabamiento. Imposible olvidar la incredulidad inicial del protagonista y luego la agónica aceptación de la certeza en unas páginas escalofriantes. Tolstoi es grave y severo y a la vez implacable. No puedo disociar la lectura de Ivan Ilich con la propia muerte del escritor, tan azarosa, en la estación de Astápovo. ¿De quién huía Tolstoi? ¿De su mujer? ¿De la vida burguesa? ¿De la muerte?

@lucero hace 10 años

Tolstoi huía de la vida, Faulk, de sus contradicciones y de la certeza de que no podía más con esa existencia . Huyó de SER TOLSOI" De Yasnaia Polyana, de Sophia....
No asocié a I.I. con su autor, en términos autobiográficos. Lo pienso, y quizás relea el cuento.
Buena reseña Tharl, como siempre. Saludos a ambos.

@Tharl hace 10 años

Tolstoi huyo ante lo imposibilidad de poder vivir acorde con su pensamiento. Siempre le preocupó la discrepancia entre su forma de pensar y su forma de vida. La sociedad y, sobre todo, la familia, le impedían vivir de acuerdo con sus pensamientos. Creo que, tras años tratando de lidiar con ello decidió marchar sin mirar atrás.

Tolstoi es uno de esos autores de quienes no me importaría leer una buena biografía (si la conociera), y no solo por su calidad como escritor.

Gracias por los comentarios.

@lucero hace 10 años

En las postrimerías de su vida creo que se dió cuenta que las ideas y el llevarlas a cabo es una tarea ímproba, que el costo es altísimo. Bien por la humanidad que disfruta su legado. Peor para él, vivo aún hoy en sus contradicciones.
Leí una biografía de S.Zweig creo. No me acuerdo si la reseñé...voy a mirar (seguro que no, soy muy haragana)

@FAUSTO hace 10 años

Gran reseña, Tharl. No hay nada peor que darse cuenta que la vida que ha llevado uno es una artificiosa mentira, una vulgar apariencia (las máscaras que mencionas) y, además, acompañado al final con un padecimiento físico y moral. Como dijo Fromm: “Morir es amargo, pero la idea de tener que morir sin haber vivido es insoportable.”
Me alegra que te haya gustado, y eso que este tipo de narraciones, la novela corta, no te entusiasme. Yo, por el contrario, me parece que es un formato que tiene grandes excelencias y características; he llegado a descubrir (a veces donde menos lo esperaba) hallazgos magníficos.

Sobre la muerte de Tolstoi y sus motivos para huir, yo apunto (a saber cuáles eran sus verdaderos pensamientos de este genio ya moribundo) a una causa más prosaica. En una carta a su esposa Sofía le comenta que en sus últimos días quiere vivir en soledad y recogimiento.
Sean cuales fueren sus razones, llama la atención que su muerte en una estación se pueda “vincular” a una de sus obras maestras: “Ana Karenina”. El inicio y el final de esta novela “circular” narran unas muertes acaecidas en una estación. No en vano la idea inspiradora de la trama fue la visión del cadáver de una amante de un amigo suyo, estaba entre las vías del ferrocarril totalmente destrozada. Casualidades de la vida… y de la muerte.

@Poverello hace 10 años

A releer, como si no hubiera bastante con los pendientes.

Si hay algo terrible en la vida es no asumir la inevitable incoherencia de la existencia. Decía Gandhi que mientras vivamos en un cuerpo es imposible practicar del todo la no-violencia, pues el mero hecho de respirar mata microbios. Los monjes jainistas se lo toman a rajatabla y pasan todo el día con una mascarilla y barriendo con una escoba por delante suya cada vez que andan. Tolstoi no era jainista (a Dios gracias) y tenía sumario conocimiento de su incoherencia. ¿Fue capaz de asumirla? Vete tú a saber, y lo peor del conocimiento es que cuanto más conoce uno más incoherente sabe que es.

En fin, que podamos decir al final de cada día que la muerte no me va a pillar desprevenido, por mucho repseto que podamos tenerle.

@Guille hace 9 años

No comparto algunas de las reflexiones que expones en tu reseña, como podrás comprobar si lees la mía, pero lo argumentas bien y entiendo tu punto de vista, por lo tanto: buena reseña, Tharl.