PROFETA NEUROSIFILÍTICO por Tharl

Portada de TRÓPICO DE CÁNCER

No sé en qué momento una diosa-prostituta inspiró a Henry la neurosífilis, pero fue el mejor regalo de su musa. Afirma mi edición que el autodidacta Henry Miller -nacido el año de la muerte de Melville- aspiraba a ser un “gran” escritor tradicional al modo de Dostoievski o Balzac. Sería debido a sus fracasos vitales y literarios, y no a un afán de innovación radical más propio de la alta cultura, que se vio empujado a asumir una senda radicalmente distinta, la senda del perdedor. No dudo de la influencia de estos genios en el autor, y mucho menos de la de Withman y Joyce; pero no puedo evitar representarme a este narrador y personaje como un proyecto fracasado de Ferdinand. Céline logró desde el “romance autobiográfico” -así llamó Miller a sus propias novelas- hacer una obra revolucionaria pero total en el sentido que aspiraban los autores decimonónicos: condensó una época y una cosmovisión en un libro. Creó una novela riquísima y variada pero coherente, renovadora pero lírica, furiosa y sin embargo meditada, con infinitas lecturas. Henry trató de hacer lo mismo radicalizando el sustrato autobiográfico. Decía “Todo lo que sé, todo lo que soy, quiero meterlo en este libro”. Henry ES el libro, y no hay mayor condensación de una época, su historia y una cosmovisión del mundo que un ser humano volcado en el papel. Pero Henry Miller no es Ferdinand Céline, ni de lejos. Por suerte supo sustituir el genio de éste por el exceso, el delirio y la brillante verborrea propia de un furioso brote neurosifilítico que ya había inspirado a otros genios dionisiacos.

El París en que vivió Henry no es la hermosa capital romántica del turista, ni la estimulante capital artística del burgués entregado a las vanguardias; es el París sórdido de las putas, los sablazos y los bajos fondos. Es la preciosa dama de ojos gélidos y chancros bajo el visón que, una vez seducido con sus encantos y belleza, te succiona la vida hasta abandonarte sucio, desangrado y desecho, flotando en el fondo del Sena, junto al cráneo de Luis XVI, los huesos exhumados de Mirabeau, las víctimas de Vichy y los cuerpos argelinos en proceso de descomposición. Paris es como la vida, no importa su hedor a cadáver volverías a acostarte con ella. Este es el Paris y la vida que desfilan purulentas por las páginas sin ninguna coherencia, goteando sin orden ni concierto como babosas purgaciones. Mi edición detecta claras gotas de nostalgia por la verdad y la belleza pérdidas para siempre, como Mona… Yo no veo gotitas de nostalgia en el narrador. Sí cierto dolor amarillento al mear su alma rescrita en el folio en blanco. Pero sobretodo detecto, la furiosa paz de un hombre que se ha aceptado a sí mismo, que ha aceptado la necesidad de la hecatombe, un hombre valiente capaz de aceptar una vida reducida a la biología. El amor y la amistad flotan siempre sobre la certeza del hambre, el sexo, la enfermedad, la carcajada, el alcohol, la libertad y las purgaciones. Al final, todo se reduce al dinero y la generosa imposibilidad de gestionarlo. Pura verborrea sin vertebrar. No hay más coherencia que Henry y Henry es un profeta. Comienza sobrio. Un Pernod, una carcajada irreverente, unas copas de hilarantes provocaciones y no hacen falta más vapores. Henry se eleva. Entra en brote neurosifilítico. Golpea con furia, poseído, las teclas de la máquina. Henry ha decapitado a Apolo y su oráculo es el de Dionisos. Tan críptico como zafio, no me importa admitir que a veces me pierdo en sus elevados delirios. No importa, es la divina verborrea sin sistematizar que puedes seguir por intuiciones. Henry rompe con todo, vomita su cosmovisión. Se calma el brote. Acaba la bacanal. Comienza otro capítulo. Sé bien que hay algo fascinante en esas impredecibles noches alcohólicas y bizarras de dejarse llevar, discutir, desvariar y ser arrastrado por la suciedad de la noche, guiado por vapores etílicos y otras pulsiones instintivas.
Acabo el libro. Ha salido el carro de Apolo, y estoy despierto, desnudo en mi cama. La habitación apesta a sudor y alcohol. Buceo en la resaca. No recuerdo gran cosa de la noche, pero estoy seguro de que el viaje no llegó al fin de ella. Sin recuerdos concretos salvo surrealistas salpicaduras, siempre rescato de los naufragios de la resaca, la certera sensación de una gran noche. Sé que pronto volverán esas ansias heraclitianas de romper con todo con la energía inaudita de alguien como Henry; hasta entonces, con el fantasma de la culpa, la vergüenza y la moral burguesa acechando de nuevo, pienso en Ferdinand y el auténtico valor de sus obras.

Escrita hace 10 años · 5 puntos con 7 votos · @Tharl le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 10 años

Tú lo has dicho: o Apolo o Dionisos. Yo soy apolíneo (es un decir) así que no he probado a Miller. A Jean Genet sí, y todavía me acuerdo...

Muy expresiva tu reseña, sí, señor.

@sedacala hace 10 años

Acabas de leer Trópico de Cancer, y te has puesto a escribir; yo hace unos días que terminé Trópico de Ca-pricornio, y no me dieron ganas de ponerme a escribir pero quizá el autor lo merezca. Lo cierto es que acabo de terminar de leer tu reseña y tengo la sensación, que algunas veces he tenido yo al escribir algunas reseñas mías, de que el autor del que hablas te somete a un proceso de abducción por el cual empiezas a escribir como él. No en el sentido, obviamente, de escribir tan bien como él, sino en el de adoptar un discurso parecido al suyo con el que empiezas a imitar, en cierta manera, su forma de expresarse y todo ello de manera involuntaria, más como una consecuencia del subconsciente que de otra cosa. Y esto se ve además incrementado por lo difícil que es explicar al que no ha leído sus Trópicos (creo que ambos son parecidos), como escribe este señor. No es cuestión sólo de verborrea, alcohol y sexo desatados, ni tampoco esa desvergüenza brutal que atesora; hay muchas más cosas en su libro, lo que pasa es que expuestas de una manera lineal, sin una historia detrás, y acumuladas de una manera informe, como un montón de cosas que ha vomitado sin demasiado orden, al fin y al cabo debe ser difícil vomitar ordenadamente. Lo de la presencia de París al fondo no deja de ser algo puramente circunstancial (en Trópico de Capricornio, es Nueva York y alrededores), en realidad da lo mismo un sitio que otro. Lo cierto es que cuando empecé me gustó bastante, por que, se puede uno enfrascar en lo que cuenta; lo cuenta bien, y tiene sentido lo que dice. El problema es que es muy largo y, en determinado momento, y aun gustándote lo que lees de repente empiezas a comprender que esto es un vómito, excelente en sus maneras, pero un vómito al fin y al cabo y además repetitivo; así que empiezas a perder la tensión con que habías empezado y te empieza a dar también un poco de repelús tanta bilis, y comienza a caer tu lectura en un declive que te conduce hasta el final con demasiados altibajos, a veces retomas algún motivo de interés, otras te aburre ya la inestabilidad psíquica y etílica del Henry Miller que aparece en la propia historia como él mismo.
Por lo demás no sé muy bien en quien haya podido influir con su estilo ni quien le ha influido a él, pero a mi no me recuerda nada a Joyce; a Whitman no sé, no le he leído y no me gusta la poesía y menos traducida.
Lo de Celine, supongo que es por lo de estar en Francia, pero tampoco le veo conexión. Creo que lo más atinado que se puede decir de él es que era un provocador.

@Poverello hace 10 años

Excelente explosión de bilis (parafraseando en parte a sedacala). Yo también leí Trópico de Capricornio, y me pudo más la sensación exquisita de asquerosa inmediatez que los redundantes recovecos a los que se acoge -no sin razón, sedacala-.
Miller es un impacto, casi de escritura automática dictada por un medium, mas detrás de tanto asco no hay que olvidar la absoluta primacía de la libertad y la despiadada forma de revertir la moral -que ya hiciera suya un conocido marqués-.

Hablando de Sade, no puedo dejarlo sin al menos recomendar el interesante filme "Henry & June", basado en el diario de Anaïs Nin, y dirigido curiosamente por Philip Kaufman, el mismo que nos entregara la excesiva pero más que firme "Quills", sobre los últimos coletazos encarcelados del Marqués de Sade. No será casualidad.

@Tharl hace 10 años

Me ha pasado algo curioso. Iba a comenzar posicionándome en un término medio entre vuestras dos posturas, haciendo eco de las afirmaciones y críticas de Sedacala, pero también del placer que produce el dictado de este “médium” que comenta Poverello. Sin embargo, cuando he entrado en la ficha de “Trópico de Capricornio” -me ha sorprendido que tanta gente haya leído esta tercera parte antes que las dos anteriores- he comprobado que los tres tenemos la misma nota al autor: un 7. Personalmente le habría puesto un 7.5 de haber podido.
Creo, por tanto, que los tres no solo coincidimos en nuestra percepción de lo leído, sino en nuestra apreciación. Henry Miller es un médium que vomita exquisitamente bien, con una energía sobrecogedora. Pero le pesa la nula vertebración de su narración. Cada capítulo podría ser prescindible y puede cargar por momentos. Y eso que, por lo leído en mi edición, realizó una buena criba y revisión del material original. No sé si os habrá pasado algo parecido -sospecho que al menos a ti, sedacala, es probable-, pero el final de este libro ha sido de los finales menos gratificantes que he leído. Podrían haber seguido sendos capítulos, o haber ocurrido cien páginas atrás.
Como dices tú, Poverello, Miller es mucho más que energía y ruptura con las convenciones burguesas. Es, entre otras cosas, una reivindicación furiosa del individuo y del individualismo más descarnado, y un poderoso alegato por la libertad. Además de poseer esa cosmovisión -único elemento que da coherencia al relato- que a mí, por momentos, me ha costado seguir claramente en sus momentos más delirantes. Tal vez por eso me parezca un libro aún más incoherente de lo que es.

En cuanto a las influencias de Miller, lo cierto es que en su mayor parte no leí a los autores y me he guiado por la convincente argumentación de mi edición y, sobretodo, de afirmaciones que el propio Miller suelta a lo largo del libro. De Dostoievski Miller recoge las descripciones de los bajos fondos, en especial las de “Memorias del Subsuelo”; de Joyce la convicción de que la literatura debía ser capaz de plasmar la realidad sexual con rotundidad; y de Withman, como el mismo autor afirma en su texto -Miller llega a decir que Withman es el único hombre de veras, el único autor auténticamente americano y el más grande de los hombres del futuro-, la intensa reivindicación del yo.
Respecto a los autores que ha influido la prosa de Miller, al menos en mi libro, destacan Lawrence Durrell y Erica Jong. Yo ni los he leído ni los conozco, luego no puedo opinar.

El influjo de Céline sí me lo he sacado yo de la manga, pero lo veo muy claro y más allá de los puntos de unión que ofrece Paris. De hecho, fue la intensidad con que mi lectura de Miller ha dialogado con la de Céline lo que me ha llevado a afirmar que a pesar de todas las anteriores influencias que menciona mi edición, la influencia del genio francés es la que yo noto más patente. De Céline, Henry toma el carácter autobiográfico, el protagonista anti-heroico, el perverso sentido del humor, de lo patético y de la comicidad, y el uso de una jerga que rompía con la narrativa anterior. Además de un influjo de lo biológico y de la medicina en el vocabulario para lograr un tono más cercano a la “carnaza humana”. Además de ciertas coincidencias en su forma de ver la vida y la ciudad. Si me obligarais a comparar, yo no lo dudaría, Céline es infinitamente mejor. Pero Miller sabe compensar bien sus deficiencias.

Hablando de París, no sé cómo será el papel de NY en “Trópico de Capricornio”, pero aquí París es el único personaje que logra competir con el narcisismo de Miller y que da coherencia a la novela. No es solo un escenario, insisto, es un personaje con el que Henry se relaciona y que llegará a ser su principal fuente de cambio. Me resulta del todo imposible imaginarme la “historia” y las reflexiones de Miller en otro escenario.

Sade y Genet son dos personajes que me atraen mucho. Tanto o más que sus obras. Ni si quiera un sorprendente 2 a Genet ni todas las advertencias lograrían que disminuya ni un ápice mi interés por él. Es más, aumentó mi curiosidad :D. En cuanto a Sade, me apunto esas dos películas, pove.

Un abrazo a todos!

@Faulkneriano hace 10 años

Interesante intercambio de pareceres. Lo mejor, para mi gusto, la atinada observación de sedacala acerca de lo difícil que debe ser "vomitar ordenadamente".

El del 2 a Genet (más exactamente a Diario del ladrón) soy yo. Céline solo hay uno.

@sedacala hace 10 años

Estoy bastante de acuerdo con lo que dices de tu percepción del libro (o de ambos libros), Tharl. Sólo haría una salvedad, que es, que la opinión de Poverello y la mía no son tan dispares como señalas; es una simple cuestión de detalles que quizá yo no he matizado bien. Coincido totalmente con Poverello en la imagen del “médium”, me parece perfecta y ajustada a mi propia percepción, de la misma manera, que lo referente a la primacía de su libertad individual y a su despiadada reversión de la moral. Todo esto constituye la parte de su libro que a uno le sorprende más y que uno más valora. Lo que pasa es que eso da para lo que da, que es para mucho menos que un libro de quinientas páginas, y entonces sobreviene la sensación de que está uno leyendo algo un poco vacuo; da la sensación de que una repetición excesiva de ese discurso y de esa actividad sexual, hace que éste se devalúe bastante y tenga mucho sentido todo lo que dices al respecto, como su falta de vertebración y alguna otra cosa. Por tanto creo que es bien significativo el hecho de que las visiones de su obra hayan sido tan parejas en nuestras tres lecturas. Es muy infrecuente que entre tres personas, se reciba una misma obra de manera tan parecida.

Yo si he leído a Lawrence Durrell; concretamente, dos entregas de su Cuarteto de Alejandría, y una novelita sobre su estancia en el Egeo después de la guerra, y puede que sí, que sea cierta esa influencia; además, en ambos coincide también su condición de ser a la vez, narrador y protagonista.

@_567_ hace 10 años

La leí hace demasiado tiempo como para recordarla en profundidad, pero no he olvidado esa imagen sórdida y decadente de París que en mi opinión sí que acepta la comparación con ese influjo del mencionado Céline que comentáis. Por cierto, a mí me gusta más Miller que Céline, que le vamos a hacer; en mi biblioteca personal tengo este y una muy curiosa novela epistolar que se titula “Querida Brenda”, su último disparo, algún día volveré a Miller…
Asimismo en cuanto a la posible influencia que el autor ejerció (‘Trópico de Cáncer’ se publicó en 1934) sobre la posteriormente aclamada ‘Miedo a volar’ de Erica Jong (Publicada en 1973) pues también es bastante probable por estilo y planteamiento argumental; tengamos en cuenta que ambas novelas supusieron el debut literario de sus respectivos autores, donde cualquier escritor –salvo excepciones- nunca escatima las bases y temas principales sobre los que girarán sus futuras trayectorias, y que esos casi 40 años de diferencia temporal podrían significar lo que ‘supuestamente’ vendría a suponer la realización personal en plena libertad –la sexual, se sobreentiende- de mujeres y hombres como géneros diferentes. A Miller le gustaba Jong y viceversa…

@Faulkneriano hace 10 años

Durrell (el del Cuarteto) es un escritor de primera, y lo suficientemente bueno como para que le resbalen las influencias.

Erica Jong es "una escritora superventas" (así la definen en Wikipedia) que tenía, eso sí, muy buen ojo para elegir argumentos.

Miller debe medirse con Celine: eran de la misma edad y publicaron casi al mismo tiempo, uno francés y otro norteamericano (eso importa más de lo que parece cuando se habla de París: detecto casi siempre en los estadounidenses que escriben sobre París, sean Hemingway o Paul Auster, cierto tonillo que no sé si se da en Miller, porque, insisto, mi confesor me lo ha prohibido)

@Nastenka hace 10 años

A mí también me vino a la cabeza Céline durante su lectura. Y quizá eso jugó en su contra.
Miller vomita muy bien, cada vómito por separado es digno de alabanza, sólo que el conjunto de ellos no me llevó a ningún sitio. Me quedé estancada en el laberinto, sin llegar a disfrutar del "viaje" completo, aunque disfrutara en muchas de las estaciones...

@LaChata hace 9 años

Que reseña más clara y más completa!!! Yo esta obra la tengo anotada desde hace tiempito, pero Tharl, al leer tu reseña y las notas, me han entrado más ganas...Así que aprovechando que por aquí está la Feria del Libro antigüo está será una de las adquisiciones que haré...
Saludines y besines :-)

@LaChata hace 9 años

Que reseña más clara y más completa!!! Yo esta obra la tengo anotada desde hace tiempito, pero Tharl, al leer tu reseña y las notas, me han entrado más ganas...Así que aprovechando que por aquí está la Feria del Libro antigüo está será una de las adquisiciones que haré...
Saludines y besines :-)

@Tharl hace 9 años

Pues no es una mala adquisición, desde luego. Es buena literatura, divertida y con algún momento realmente inspirado. Por otro lado, ahora que ha pasado casi un año de mi lectura, tengo que decir que no es de esas lecturas que crecen y envejecen una vez terminadas. Con un año de perspectiva recuerdo la lectura como una buena borrachera. Recuerdo haberlo pasado en grande y algunas compañías y me vienen flashes de algún momento particularmente memorable, pero por lo demás no recuerdo gran cosa.
En cualquier caso, aun sin ser una necesidad imperiosa, no me importaría volver a salir de bares con Miller. Esta vez será por Capricornio.

@LaChata hace 9 años

Ajá...jajaja...pues ya la tengo entre mis dedos, desando comerzar...si termino lo que tengo este finde el lunes estoy con Miller... :-) besines de LaChata