RAZONES DE LA VIGENCIA DE UN CLÁSICO por EKELEDUDU

Portada de VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA

El profesor Otto Lidenbrock, temperamental mineralogista y amante de la ciencia en general, vive en Hamburgo con su joven sobrino Axel -especie de discípulo y secretario suyo, que es además el narrador-, su ahijada Gräuben -de quien Axel está secretamente enamorado- y su criada Marta. Un día llega a su hogar más temprano de lo habitual, trayendo muy emocionado un antiguo ejemplar del Heimskringla de Snorri Sturluson en su idioma original, el islandés. En plena discusión indignada con su sobrino, a quien el libraco deja más bien indiferente, cae, de entre las hojas del volumen un papel con un escrito que resulta ser un criptograma en caracteres rúnicos, cuyo autor, según se descubre enseguida, es un tal Arne Saknussem: un alquimista y sabio islandés del siglo XVI. Impresionado, Lidenbrock se obsesiona por descifrar el criptograma, absolutamente seguro de que es la clave de algún conocimiento vital. Acierta a descubrir el idioma en que fue escrito (latín), pero no llega al fondo de la cuestión, amenazando con no comer y obligando a Axel y a Marta (Gräuben se encuentra ausente) a compartir su hambre, hasta lograr su objetivo. Axel, finalmente, logra descifrarlo por su cuenta, pero empieza ocultando este logro a su tío por prudencia por temor a las consecuencias, hasta que lo revela en beneficio de su estómago: según el contenido del enigmático mensaje, Aknussem habría viajado al centro de la Tierra siguiendo una ruta con inicio en el Sneffels, un volcán inactivo de Islandia. Los temores de Axel no tardan en concretarse: el profesor decide repetir el viaje de Aknussem y reclamar la gloria ante la comunidad científica y el mundo en general, arrastrando con él a un renuente Axel -quien no lleva su pasión por la ciencia al punto de que ésta sea más importante que su vida o su amor por Gräuben-, y secundado además por un joven y voluntarioso guía que contratará en la propia Islandia, Hans Bjelke.

VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA, huelga decirlo, se escribió en el siglo XIX, cuando la paleontología recién se iniciaba como ciencia seria y el mundo estaba asombrado y medio aterrado por los restos fósiles de enormes animales extintos que salían a la luz. A este libro se lo recuerda, mayormente, porque el famoso viaje terminaba en un mundo en el interior de nuestro planeta, donde muchos de esos animales seguían vivos aún. Es más, creo que todas las mediocres versiones cinematográficas de esta excelente novela deben haber hecho hincapié en ese giro de la trama, exagerándolo hasta límites irritantes. La verdad es que Julio Verne apenas si se ocupó de ese mundo prehistórico subterráneo, y eso, hoy, ha demostrado ser un acierto: en ese entonces, muy diferente a la actual era la visión que se tenía de los dinosaurios y otras bestias prehistóricas, todas las cuales eran vistas como monstruos, en tanto que hoy las contemplamos como animales muy singulares que vivían en un ecosistema. En otras palabras, antes parecía lógico creer que un pobre estegosaurio corriera tras los humanos, muy dispuesto a acabar con ellos; en tanto que hoy somos conscientes de que, si nos encontrásemos con uno, casi seguramente el animal seguiría pastando tranquilamente, a menos que lo hiciéramos sentirse amenazado. Esta obsoleta forma de ver a los llamados animales prehistóricos -y a la naturaleza en general, con la que el hombre antes competía o luchaba, en tanto que ahora el ansia es vivir en armonía y respeto con ella- ha hecho que más de un libro o película que en su momento tal vez pareciera soberbio, hoy mueva a risa.

No es en absoluto el caso de VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA, que atrapa desde el principio merced a la fascinación que inspira ese misterio representado por el criptograma y la extraordinaria personalidad del profesor Lidenbrock, haciendo que el lector se olvide del delirante título del libro. La teoría de la Tierra Hueca, pese a tener sus seguidores hoy en día, parecía mucho más factible en el siglo XIX o principios del XX, pero luego, cada vez más, empezó a sonar a disparate a la mayor parte de la gente. Por más que uno comparta esa opinión, Verne tiene la sorprendente habilidad de avanzar de a poco en su aventura, y de esa manera hacer que, de repente, dicha teoría parezca tan plausible como en su época. El trío integrado por Lidenbrock, su sobrino y el guía pasa la mayor parte del tiempo en la superficie o en pleno descenso, que en el mundo subterráneo al que van a parar. Durante el trayecto por Islandia, el autor da cuenta de numerosos usos y costumbres, supuestamente propios de aquella tierra. No podemos fiarnos de la veracidad de estos datos, porque, Verne escribía sobre tierras que nunca había visitado, y así, por ejemplo, parece ser (no lo leí, pero obtuve el dato de CALFUCURÁ, LA CONQUISTA DE LAS PAMPAS, de Alvaro Yunque) que en LOS HIJOS DEL CAPITÁN GRANT, ubicó monos y voraces yacarés en plena llanura pampeana, entre otros dislates. Aunque no parece que en esta novela y en ese tramo específico invente demasiado (la vadmel, cierta prenda de vestir que se nombra en algún momento, por ejemplo, existe), puede que de todos modos incurra en disparates involuntarios; no lo he averiguado, porque como sea, de principio a fin, sobre la superficie de la Tierra o bajo ella, logra su objetivo: convertirnos también a nosotros, con la magia de la literatura, en audaces aventureros. No cualquiera lo logra, no cualquiera consigue hacer creíble lo increíble. Desde el principio, el tal Arne Saknussem se antoja un personaje absolutamente verosímil, aunque no sepamos si en realidad existió o no; sabemos que en todo caso su criptograma es ficticio, pero lo olvidamos mientras acompañamos a Lidenbrock y su sobrino en sus esfuerzos por descifrarlo. De allí en más, nos olvidamos de todo y de todo, mandamos de paseo a la persona sensata que pueda haber en nosotros, y nos vamos también tras las huellas del sabio islandés. He ahí por qué VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA conserva su vigencia hasta hoy, y permanecerá igualmente vigente hasta que no haya más Humanidad.

Escrita hace 10 años · 4.7 puntos con 3 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@Tharl hace 10 años

Buena reseña Ekeledudu. Me ha llamado mucho la atención el cómo un libro -como otros de su género y época-, que en su momento tenía su principal interés en la dimensión científica (a modo de especulación), actualmente lo conserva intacto, pero gracias a su vertiente fantástica.

Nunca leí nada de Verne, pero hace poco adquirí LA VUELTA AL MUNDO EN 80 DÍAS, y aunque solo sea por volver a soñar con las aventuras que me ofreció en mi niñez un simpático zorro llamado Willy Fox, me apuntaré tarde o temprano a tan apasionante viaje.

Un abrazo

@EKELEDUDU hace 10 años

Muchas gracias. LA VUELTA AL MUNDO EN 80 DÍAS es algo que tengo pendiente todavía, pero tengo entendido que es muy bueno. Un abrazo también para vos.