EL TRAIDOR DE PRAGA por Xavierlopez

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El Nuevo Herald
Publicado el domingo 09 de septiembre del 2012
‘El traidor de Praga’
Manuel C. Díaz
Las novelas de espionaje no han gozado nunca de una verdadera tradición literaria en lengua castellana. Quizás se deba a que los espías de nuestros países, cuando se jubilan (o cuando desertan, en el caso de los cubanos) no están interesados en escribir novelas. Los de Venezuela, por ejemplo, se convierten en asesores de seguridad o se compran un apartamento en el Doral. Los cubanos, por otra parte, como no tienen el dinero de los venezolanos, se dedican (después del inevitable debriefing) a sacarle la mayor cantidad posible de dólares a la CIA, se acogen al witness protection program y, amparados en el anonimato de una falsa identidad, desaparecen (bueno, es un decir: algunos reaparecen y se convierten en invitados permanentes de los programas de la televisión cubana de Miami) en la vastedad territorial de Estados Unidos.
Los que sí escribieron novelas fueron los ex agentes de inteligencia británicos John le Carré ( El espía que vino del frío), Graham Greene ( Nuestro hombre en La Habana) y Somerset Maugham ( Ashenden). Fueron ellos los que después de la II Guerra Mundial –y más aún con la llegada de la guerra fría– popularizaron el género. No fueron los únicos; hubo otros que sin haber sido espías, como Robert Ludlum ( The Bourne Identity) y Tom Clancy ( Clear and Present Danger), no sólo incursionaron en él, sino que lo modernizaron. Y es que, en realidad, para escribir una novela de espionaje no creo que haga falta (OK, quizás ayude la experiencia) haber pertenecido al M-16 inglés, a la CIA estadounidense o la DI cubana. Y una prueba de ello es El traidor de Praga (Verbum, 2012), de Humberto López y Guerra, quien habiendo sido de todo (cineasta, periodista, guionista y escritor), menos espía, ha logrado escribir una estupenda novela de espionaje.
El traidor de Praga comienza con una escena en la que Erich Honecker, presidente del Consejo de Estado de la República Democrática Alemana, y su ministro de la Seguridad del Estado, Erich Mielke, se reúnen con los representantes de los organismos de inteligencia de Rumania, Checoslovaquia, Cuba (que había enviado al jefe de los servicios de Contrainteligencia Militar, el general Abelardo Colomé Ibarra) y Bulgaria. Esta secreta reunión, celebrada a bordo de un barco que navegaba por las aguas del mar Báltico en medio de la noche, había sido convocada para conjurar los planes que, según Honecker, Gorbachov estaba preparando para “despojarnos del poder e instaurar en nuestros países el caos de su pérfida Perestroika”. Antes de que la reunión finalizase, el ministro Mielke tomó la palabra y en un tono desafiante dijo: “nuestra respuesta tiene que ser contundente para seguir garantizando la continuidad del marxismo-leninismo”. En ese momento, todos los presentes recibieron una carpeta roja con el nombre de Comandos Internacionales de Solidaridad, que contenía “las líneas generales del plan de acción para contrarrestar la traición y seguir manteniendo la bandera del comunismo en alto”.
Es a partir de esa escalofriante premisa que la novela realmente despega. Lo que sigue es imposible de describir: hay demasiados personajes, múltiples escenarios y complicadas situaciones históricas. Mientras el jefe de los instructores cubanos de un campamento de entrenamiento terrorista en Yemen del Sur recibe la orden de partir inmediatamente en una misión especial, el segundo hombre de la inteligencia cubana en Praga (el traidor del título) decide pasar información altamente secreta a la CIA. Ambos eventos, la deserción del mayor Mario Paredes y la partida de Yemen del instructor cubano, aunque sin relación aparente, eran seguidos de cerca por Colin Bobelis, jefe del Departamento Cuba de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos.
Tratando de proporcionar cierto orden cronológico a la trama, la novela está dividida en capítulos que, además de estar numerados, son encabezados con la fecha y el lugar donde tiene lugar la acción. Un conveniente recurso pues los escenarios son numerosos y diversos: Yemen del Sur, Praga, Washington, Panamá, España, Bogotá, La Habana, Alemania y Suiza. Como también lo son los personajes: Javier Puig, el cubano agente de la CIA que ayuda al mayor Paredes a desertar; Mike, el oficial de la inteligencia cubana que recluta a Liv, una joven alemana simpatizante de la revolución; el capitán Fuentes, quien junto a las rusas Irina y Tatiana obligan (antes de asesinarlo) al director del Regions Investment Bank de Panamá a transferir más de $1,200 millones de las cuentas abiertas por Tony de La Guardia con dinero del narcotráfico, hacia otras cuentas bancarias en Hong Kong, Madrid, Bélgica y las Bahamas, que servirían para financiar las actividades de los Comandos Internacionales de Solidaridad.
El traidor de Praga es una novela escrita con tanta minuciosidad, que uno no puede menos que imaginar la cantidad de trabajo investigativo que el autor debió realizar. Hay tanto detalle que, aunque se sabe que el argumento es ficticio, se aceptan como ciertas hasta las escenas más inverosímiles. Después de la publicación de esta excelente novela, ya no podrá decirse que el género de espionaje no tiene una verdadera tradición literaria en lengua castellana. La tiene; acaba de nacer. Y es de origen cubano. A partir de ahora, los espías ya no vendrán del frío; comenzaran a llegar del trópico.
Humberto López y Guerra es un cineasta, periodista, guionista y escritor cubano-sueco. Comenzó su carrera cinematográfica en Cuba, pero la desarrolló posteriormente en Suecia. Ha dirigido más de 20 documentales y series de televisión, entre ellas Federico García Lorca: Asesinato en Granada, Arrabal, La larga condena y Los años malos, primer premio a la mejor serie de televisión de los países nórdicos de Nordvision. •

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Escrita hace 11 años · 4 puntos con 1 voto · @Xavierlopez no lo ha votado ·

Comentarios

@lucero hace 11 años

Esta reseña apareció publicada en un diario en 2012? Es de tu autoría?