ASÍ CAEN LOS COLOSOS por EKELEDUDU

Portada de LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO

No suele ser tan sencillo discernir qué motivos acaban desencadenando tal o cual hecho histórico, y menos aún si de dicho suceso nos separa una buena cantidad de siglos en el tiempo. Varias de las fuentes que podrían habernos informado del hecho en detalle se han perdido; las que quedan deben usarse con cautela, identificando cuáles son objetivas (casi ninguna, seguramente) y cuáles no lo son. Es así como, por ejemplo, se complica explicar por qué cayó el otrora poderoso Imperio Romano de Occidente en el año 476 de nuestra era. Achacar la responsabilidad del hecho a los invasores bárbaros germanos no sería erróneo, pero sí simplista, porque dichos bárbaros llevaban mucho tiempo establecidos en las fronteras del imperio sin que Roma los considerara una amenaza seria, opinión que sí les inspiraban, en cambio, los partos (señal de que cualesquiera ínfulas de grandeza que pudieran paceder no les impedían advertir la gravedad de los peligros, cuando éstos existían). Por otra parte, hasta entonces las legiones se las habían arreglado bastante bien para conjurar el peligro de eventuales invasiones, por lo que no se entiende que de repente pudieran haberse vuelto por completo ineficaces así como así. De hecho, lo hemos visto en ROMA Y LOS BÁRBAROS: UNA HISTORIA ALTERNATIVA, de Terry Jones y Alan Ereira, el único mérito de verdad original e innovador de la antigua Roma parece haber sido la profesionalidad de su ejército; y Peter Heather, consultor de aquella obra, inicia ésta que ahora nos ocupa narrando un episodio militar aislado ocurrido en tiempos de Julio César, que da cuenta de dicha profesionalidad. Por lo tanto, a menos que el ejército hubiera sufrido transformaciones significativas en perjuicio de su eficacia, hay que buscar otras posibles causas. Una de ellas, por ejemplo, podría ser una posible crisis económica, o tal vez una degradación moral. Sin embargo, Heather se encarga de invalidar dichas causas teóricas demostrando quje, en general, la economía del imperio era más próspera que nunca al iniciarse la decadencia del Roma; y por otra parte, a lo largo de toda su Historia, alternaron o incluso coexistieron verdaderos paradigmas de virtud como Cincinato, Marco Aurelio o Juliano el Apóstata, con libertinos y hasta depravados como Catilina, Calígula o Heliogábalo.

El objetivo de este libro es demostrar que la caída del Imperio Romano de Occidente fue producto de una cadena de acontecimientos puesta en marcha a partir de la irrupción de los hunos en el horizonte de su Historia. En la primera parte de la obra, Heather se dedica en primer lugar a invalidar otras hipótesis muy comúnmente aceptadas, como la de una eventual crisis económica, a la que ya hicimos referencia. En dicha primera parte, el autor no se demuestra particularmente ameno, aunque tampoco alcanza niveles plúmbeos o soporíferos; pero la cosa se pone de verdad interesante cuando, tras dejar en claro qué no sucedió, Heather ofrece su versión de lo que ocurrió en realidad. No sé si el mérito es tanto suyo o, más bien, de la propia Historia; porque la verdad es que a partir de ese momento, el libro, hasta entonces sólo aceptable -al menos para quienes, como yo, nos acercamos a él sólo en calidad de aficionados, no de investigadores profesionales- se torna apasionante Esto es así porque a medida que Heather describe cómo, según él, se desgranó la cadena de eventos que derivaron en la hecatombe del Imperio Romano, es inevitable ser arrollado por el asombro. La explicación que adelanta el autor, ciertamente coherente, es que a partir de la mentada aparición de los hunos, una casi increíble concurrencia de múltiples golpes de mala suerte fue deteriorando al imperio; mala suerte en serio, porque hombres competentes como Estilicón y Aecio bregaron por mantenerlo en pie, pero, bien porque encontraron oposición en su entorno, bien porque tenían demasiados frentes en los que luchar, de nada valieron sus esfuerzos. Forzado a pactar donde sus ejércitos no podían combatir, a desprenderse de tierras o de oro para conjurar males mayores; frustrado una y otra vez en sus múltiples intentos de recuperar territorios perdidos de los que dependía su subsistencia, Roma acabó derrumbándose estrepitosamente, y por más que uno sepa de antemano que así terminó todo, de todos modos la sucesión de desastres deja a uno pasmado. No somos nada, afirma una frase hecha muy trillada; efectivamente, no lo somos, ni aun cuando erijamos estructuras políticas aparentemente muy macizas y consistentes que nos convenzan, falazmente, de que somos nosotros quienes tenemos el control.

Amén de todo ello, encontraremos otros datos muy interesantes, particularmente en lo referente a los hunos: ¿quién fue ese Shan-Yu que conocimos a través de MULÁN, la película de Disney? ¿Cómo fueron capaces de convertirse en una amenaza tan temible para Roma? ¿Cuál fue su destino tras la muerte de Atila? A todas estas preguntas, y más, encontraremos respuesta (en la medida en que la hay) en esta obra.

Hay una cierta discrepancia entre la imagen que Heather presenta de los vándalos y la ofrecida en el ya mentado ROMA Y LOS BÁRBAROS: UNA HISTORIA ALTERNATIVA, donde no se los describía tan terribles, y se afirmaba que la posteridad cristiana exageró su ferocidad. ¿Quién tiene razón? Suponemos que Heather, cuya condición de catedrático parece avalarlo más, pero tampoco pongamos la mano en el fuego por ello hasta conocer opiniones de otros expertos, en los cuales tal vez hayan abrevado también Jones y Ereira.

Escrita hace 11 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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