EL TAMBORILEO DE LA CONCIENCIA por Nastenka

Portada de EL TAMBOR DE HOJALATA

"-Cuando el pequeño Óscar cumpla tres años, le compraremos un tambor."

Seré sincera, no ha sido ésta una lectura sencilla, más de una vez tuve que pararme y releer algún fragmento para entender el "tamborileo" de Óscar. Tres meses justos me ha llevado la tarea...
Y es que no es (o no me resultó) fácil seguir el compás de Óscar, que decide que a los tres años no crecerá más, justo el día que recibe su primer tambor de hojalata, que no es sólo un instrumento sino que se convertirá en un apéndice del pequeño Óscar...
Esa firme convicción de estancarse en noventa y cuatro centímetros y de no separarse de su tambor, son, durante todo el libro, una combinación antagónica entre la inocencia infaltil y lo macabro, porque la historia de Óscar (ni el por qué de su rechazo a crecer) no tiene nada que ver con aquel Peter Pan de cuento que tampoco quería crecer. No. Nada que ver.

Óscar y su apéndice son los protagonistas absolutos de la novela, pero hay más, no debemos quedarnos ahí, además de unos cuantos secundarios de lujo (algunos esperpénticos, otros menos "raros"), es la historia también de un país antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial..
Y es que la deformidad de Óscar parece seguir el ritmo de la deformidad de un país. El pequeño se "detiene" (por voluntad propia) en sus tres años, un país en guerra se estanca, deja de "crecer" como país para convertirse en algo esperpéntico, deforme... en una joroba (como la de Óscar) que aunque pueda para algunos tener "algo" de bueno, no deja de ser una alteración anómala, una pesada carga...

Seguí "escuchando" a Óscar y su tambor, contando su historia, alternando la primera y la tercera persona, fuí partícipe de sus deformidades (físicas y psíquicas), de su animalidad, de sus desgracias y maldades impúdicas... y el propio Óscar acabó convirtiéndose (para mí) en una alegoría a un país deforme, mutilado, plagado de maldades impúdicas... a una guerra que, antes incluso que Óscar (a sus tres años) debiera haber dejado de "crecer"...

Y quizá este libro sea (o debiera ser) -para muchos- como ese club de jazz que aparece en el libro "El bodegón de las cebollas" donde la gente, en lugar de ir a emborracharse al ritmo de la música, pela cebollas para poder llorar... porque se viven (y vivieron) tiempos en los que parece que muchos olvidaron el sabor de las lágrimas..

Yo nunca tuve un tambor, como Óscar, pero si tuve (y tengo) como él, un armario donde guardo mis demonios..

No juzguéis a Óscar, puesto que nunca fue un niño..

Escrita hace 11 años · 4.7 puntos con 7 votos · @Nastenka le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Tharl hace 11 años

Quién me mandará a mi sacar ni un minuto para leer reseñas como esta... otro libro a mi whistlist. Gracias. :@

@Nastenka hace 11 años

Gracias a ti por el minuto, Tharl...

Y espero que cuando le llegue el turno a Óscar sean minutos (y más minutos) de placentera lectura..