GLORIOSO FANTASMA por Tharl

Portada de LAS PENAS DEL JOVEN WERTHER

La noche del 9 de Junio de 1772, un joven Goethe de 23 años acudía al baile con su amigo Wilheim: ahí conoció a Carlota Buff una hermosa joven prometida a un hombre doblaba su edad. Goethe calló enamorado de ella en el acto y desde entonces mantuvieron una relación destructiva de amistad-rechazo en la que Goethe se esforzaba inútilmente por conquistar su amor. Al final, el 11 de Septiembre, Goethe, rendido, la abandonó sin despedirse. Poco después llegó a Weimar donde serviría al estado. Por su parte, su gran amigo Karl Wilheim se enamoró de otra mujer casada cuyo rechazo le rompió el corazón empujándole al suicidio por pistoletazo de unas armas prestadas.
Dos años después, en 1774, Goethe publicaba sus primeras obras, pertenecientes al Sturm und Drang: PROMETEO, oda romántica en que exalta la autodeterminación del hombre, del individuo, frente a las normas, pero con plena responsabilidad para con su destino, sabiendo -como buen romántico- afrontarlo, sabiendo vivir, sufrir y morir, incluso matarse si es necesario; y LAS CUITAS DEL JOVEN WERTHER, donde relataría los acontecimientos vividos poco tiempo atrás, mezclando historias, fantasía y realidad. Su relación con Carlota Buff compartirá el protagonismo, junto con sus propias reflexiones, de la primera parte y parte de la segunda, hasta que Werther se marcha –como hará él- para servir en política. La historia de su amigo Willheim –al que Werther dirige sus cartas- serán con una gran dosis de imaginación las protagonistas de la segunda y en especial de la nota de editor.

La primera novela de Goethe se propagó como un reguero de pólvora incendiando los corazones de cientos de jóvenes (pre)románticos que rápidamente adoptaron la indumentaria de su admirado protagonista y, en ocasiones, su pasión no correspondida estallaba en un trágico final idéntico al suyo. Había comenzado la “Fiebre de Werther”. La Iglesia prohibió la obra por empujar al suicidio, un ruin escritor rescribía un falso final, la crítica polemizaba, Napoleón la consideraba de las mejores obras jamás escritas -digna de acompañarle en todas sus campañas- y, mucho más adelante, se compondría una de las óperas más conocidas. Mientras, el periódico del pueblo en que se inspira Walheim, con buen humor marujeaba sobre quién era quién en la novela, se burlaba de cómo Goethe se dibujaba a si mismo y veía como aumentaban sus visitas.
¿A que se debió este éxito? Desde luego no ha que WERTHER fundará el Sturm und Drang, aunque sea su máximo exponente, ni mucho menos a que originara el Romanticismo; sino, a que materializó el sentir romántico de su época, fue capaz de plasmar a la perfección las nuevas inquietudes de los jóvenes de Europa, su nueva forma de sentir, de ver el mundo. Y esta materialización fue en la que hallaron eco los corazones románticos.
Y estoy seguro de que aquellos lectores exaltados y románticos, aquellos que tengan los sentimientos a flor de pie por los azares del amor, aquellos lectores capaces de sentirse únicos, de sentir que lo que sienten solo les ha pasado y les pasará a ellos o a un alma gemela, aquellos lectores sentirán que WERTHER fue escrito solo para ellos. Así, estos lectores (parafraseando a Goethe) no podrán rehusar su admiración y cariño al espíritu del protagonista y su carácter, ni sus lágrimas a su suerte. Y estos lectores excelentes que sentirán la misma congoja que él, recibirán consuelo de su sufrimiento, y dejarán que este librito sea su amigo, si no pueden encontrar otro más íntimo, por el destino o por su culpa.
A mi, me ha debido pillar en mal momento.
Supongo que esta sensación es la lleva a muchos a decir que el libro a envejecido mal, que sus lacrimosas páginas se han secado y solo queda un exceso no de sal, sino de azúcar. Y es cierto, pero para estos lectores admite otro tipo de lectura, tal vez una lectura más crítica (ole! La pretenciosidad) de la que se puede disfrutar, aun sin lágrimas, e incluso con ganas de abofetear al personaje y de ser ellos mismos quienes aprieten el gatillo. Esa ha sido la lectura a la que, a mi pesar, me he visto desterrado.

WERTHER es, como dije, la encarnación de una nueva forma de sentir. La Ilustración propuso enormes cambios sociales que se consideran fundamentales para el mundo moderno, pero este no habría sido posible sin el Romanticismo. El Romanticismo es un paso más, es llevar estos cambios a las esferas más íntimas, al sentir humano. Surge así la distinción subjetividad-objetividad que aun hoy mantenemos, surge la exaltación del individuo y con ello la libertad individual y la responsabilidad; ya no hay una razón única dictada por Dios y sus emisarios en la tierra, hay una racionalidad. El hombre romántico es el hombre necesario para el estado-nación, es el hombre que dará lugar a la revolución francesa. El golpe final a este cambio del sentir, de la subjetividad, lo dará el Realismo: los románticos frustrados no se satisfarán con una falsa exaltación, con una fingida afectación exacerbada, exigirán que esta nueva forma de sentir sea auténtica y sincera, tenga su lógica (psicología de los personajes) y se halla interiorizado completamente. El principio de este recorrido de cuya regulación emocional aun somos herederos es el Sturm and Drang, es WERTHER y por ello es una oportunidad única para comprender y reapropiarnos este cambio revolucionario.
Lo primero que hay que aclarar es que la obra Goethe, aunque reúna casi todos los elementos del Romanticismo, mantiene cierto Clasicismo y carece del furor (nacional o no) que darán al movimiento, por ejemplo, en Francia. El Romanticismo de Goethe es un romanticismo aristocrático, con gusto por el decoro, por la mesura y la harmonía, lo que incluye una ligera justificación a la estratificación social, y cierto despotismo ilustrado: esto es lo que llevará a Goethe a rechazar la revolución francesa. Demasiado violenta, demasiado fea. No obstante, es probablemente este tipo de romanticismo el que se acepta en la actualidad, bajo el lema “el furor es para los jóvenes”.
No había mejor estructura para las intenciones de Goethe que la novela epistolar: ahí tiene la justificación precisa (en ese momento era necesaria) para dar rienda suelta a la exaltación del individuo, el sentimiento y la imaginación, en una palabra: la subjetividad, que prima sobre la razón, la lógica y la ciencia: la objetividad, encarnada por Alberto. El sentimiento de Werther es tan grande que la naturaleza deja de regirse por los cánones naturales, para estar en función de su estado de ánimo, del exaltado individuo. Werther es un héroe romántico, el héroe corriente, en contraposición con el héroe clásico objeto de todas las virtudes burguesas, Albert. Tenemos la ruptura y enfrentamiento subjetividad-objetividad, que se propagará por otros temas: el rechazo al mundo y la sociedad, las normas; la preferencia por las clases humildes y sencillas e idealizadas (a pesar de saber que no pueden ser todos iguales…); la crítica a la educación como encorsetamiento y represión de los individuos desde su infancia, la crítica social, el cuestionamiento al matrimonio, a los valores clásicos; y sobretodo, la exaltación del suicidio como acto no cobarde, sino valiente, la libertad llevada al extremo. Podría verse todo el libro como una apología del suicidio, como consecuencia de la libertad y la subjetividad, siendo especialmente brillante la conversación con Alberto. Lo que imposibilita a Werther el logro de su amor son las convenciones. Su amor es un grito de rebeldía contra ellas y su suicidio una liberación y una protesta al mismo tiempo. Le falta gritar “mira sociedad, mirad normas lo que hacéis con el genio, como lo reprimís y matáis si se rebela, como cortáis de raíz cada brizna de yerba que sobresale al resto.” Quien iba a decirle a Wether que este nuevo modo de sentir y de ver el mundo acabaría naturalizándose remplazando al anterior. Algunas consecuencias: la meritocracia, la exacerbada búsqueda del éxito, las ansias de diferenciación, la competición insana y las horrorosas connotaciones del termino “mediocridad”. La base, por cierto, del capitalismo y el consumismo.
Como psicólogo, tampoco puedo evitar detenerme en las raíces de la “enfermedad mental”: enfermedad mortal -término acuñado por Lutero en su traducción a los evangelios, retomado aquí y que dará título a la obra de Kierkergard- del espíritu. En la primera parte hay un capítulo brillante en el que Werther defiende el deber moral de luchar contra esta enfermedad, pues perjudica a quienes rodean al enfermo. Esta enfermedad son los malos ánimos, la pesadumbre, la tristeza, a los que compara con la pereza, pues no hay mejor cura que la actividad, el “trabajo”. Como Goethe nos señalará en las notas, por suerte un cura amigo suyo ha comenzó a dar sermones en la Iglesia predicando no solo contra la pereza, sino contra estos malos humores tan inmorales. La tristeza, los malos humores, se han convertido en enfermedad y la cura del alma se ha vuelto fundamental, parece que la subjetividad tiene sus límites y estos son puestos por la sociedad, la objetividad (y compartidos por el individuo, Werther). Sin embargo, cuando esta enfermedad es tan, tan intensa, que se convierte en enfermedad mortal capaz de superar los límites de la naturaleza, el individuo es superado y la muere inevitable. El suicido es la única liberación posible el último y mayor acto de libertad. Es lógico, pues la felicidad se ha convertido en un deber, causa de todos los suicidios. Lo único que necesitaba Werther, era un buen psicólogo clínico (pronto aparecerán) que como buen doctor experto en salud y enfermedades le ayude a superar la enfermedad. Los límites sociales a la subjetividad son inherentes al Romanticismo desde Goethe y, una vez se establezca la nueva manera de sentir, a las enfermedades mentales de los malos humores se sumarán otras: no tenerlos, no apenarse por la desgracia, no tener las emociones prescritas para cada situación. Sentir ahora está bien, pero tampoco hay que pasarse, y mucho menos sufrir o molestar a la sociedad por ellos en extremo.

Todo esto predomina en la primera parte, sin duda mi favorita, a la que no quitaría ni una carta por mucho que halla quien diga que son pensamientos del autor y no aportan nada a la trama. Que alguien me explique cómo es posible separar la el pensamiento del autor de su obra. Esta primera parte ha sido para mi algo así como el manifiesto romántico. La segunda parte es una sobredosis de azúcar que en realidad no aporta nada, tal vez salvarían las historias de los hombres del pueblo a través de las que Goethe insinúa los pensamientos más ocultos del protagonista (forzar a su amada, o matar a su prometido). La última está bien –por el fresco cambio de discurso- hasta que meten el cantar de Ossian, 5 páginas que solo aportan confusión con tanto personaje que tan poco te importa. Comprendo la relevancia del paso de Homero a Ossian por Werther -y Goethe, quien retornará al poeta griego de vuelta al clasicismo más tarde-, pero no justifica esas páginas.
Por todo esto mi impresión final ha sido bastante irregular. Disfrute enormemente la primera parte (la pondría un 7.5), me cansé en la segunda (5) y remonté en la tercera (6). Por eso me resulta tan difícil puntuarlo, y por eso me he extendido tanto, para matizar y contextualizar este 6(.5) al clásico.

No quiero terminar sin alabar el estilo de Goethe, que aunque por momentos me haya saturado, su belleza y esporádica brillantez me animan a leer algo más suyo. ¿Me atreveré con FAUSTO?
Por citar algo pondré una joya que se encuentra -cómo no- en la primera parte.
"Mucho podría decirse en pro de las reglas, casi tanto como puede decirse en alabanza de la sociedad burguesa. Quien se forma con arreglos a ella nunca producirá algo malo o carente de gusto, del mismo modo que quien se deje guiar por las leyes y los buenos modales nunca podrá ser un vecino insoportable ni un singular canalla, pero, dígase lo que se diga, ¡Toda norma destruye el verdadero sentir de la naturaleza y su auténtica expresión!"

Goethe acabó detestando su mayor éxito, su primera obra. Lamentó haber hecho público su amor por Carlota Buff y haber parido este libro; cambió su visión del suicidio considerándolo un acto de enojada arrogancia, y retomó el amor por Homero y el clasicismo rechazando a Ossian. Detestaba que todos los visitantes que conocía, aun en su vejez, solo hubieran leído este libro de entre toda su inmensa obra –poesía, prosa, ensayo y ciencia-, ¡incluso después de Fausto! Sufría con la persecución de su criatura, como si fuera un fantasma de una vida que el mismo hubiera arrebatado. Hoy en día no se ha olvidado a Goethe, pero partimos de FAUSTO, algo que creo que agradecerá su autor. Aun así, el fantasma de Werther y el Romanticismo nos persigue a donde vayamos ¡Maravilloso acoso! Podemos elegir, o lo aceptamos sin reserva vistiendo sus ropajes –frac azul, calzón corto y chaleco amarillos-, lo rechazamos como hizo Goethe, o comprendemos y aceptamos, haciéndolo explícito, desnaturalizando y tomando las riendas de nuestras decisiones, sean emocionales, enfermedades, o no.

Escrita hace 11 años · 4.6 puntos con 8 votos · @Tharl le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Poverello hace 11 años

Llevo casi un día digiriendo tu estupenda reseña, Tharl. Tengo el libro en mis listas desde hace meses y hasta lo saqué de la biblioteca este verano junto con algún otro dejándolo postergado levemente tras ojearlo y leer parte de su introducción.
Comparto casi todo lo que dices sin duda, tanto a nivel literario como psicológico -sin ser psicólogo, :)-. Lo que me cuesta mucho más siempre es lo de determinar el inicio de determinado movimiento, influencias y demás. Puff, según algunos en realidad el 'instigador', digamos, del movimiento romántico fue el 'maestro' de Goethe Von Herder, y otros más osados se 'inventan' (la de comillas que me ha tocado poner) eso del Clasicismo de Weimar como corriente de este buen señor y de Stiller. También hay quien dice que en realidad el movimiento ese del Sturm und Drang se engloba dentro del Romanticismo, aunque para otros su aparición es anterior. Un follón, vamos; como no se puede trazar una línea en esto de los Movimientos como se hizo al dividir África, ejem.
Como de Goethe -Dios me perdone- no he leído nada más que 'Fausto', y habré de retomarlo pues cuando se habla de la obra veo que lo tengo casi olvidado en algún rincón recóndito de la mente, pues tampoco me meteré demasiado en el fango, pues no tengo mucha idea que digamos, todo lo que comentas tiene mucha lógica y lo explicas meridianamente bien. En fin, que leeremos a Werther, incluso esa segunda parte más penosa, en ambos sentidos, quizá.

Saludines y genial que vuelvas a estar activo, Tharl.

@lucero hace 11 años

Muy consistente y fundamentada tu reseña, Tharl, me hace acordar a mis estudios de literatura, con una profesora que nos hizo leer Werther. ............Puedo decir que tuve el sìndrome de @sedacala, todos me pegaban porque despotriqué contra el enamorado suicida, hasta la profesora. Me callé, hasta hoy que encuentro un alma gemela jajaj
Por algún motivo me resultó insoportable, la descripción de las conductas de un enfermo, de un neuròtico. Adhiero que si se lo tiene adelante el pistoletazo se lo daba yo!!!
Es una obra inaugural, un nuevo modo de sentir y expresar...pero excesivo para mí. Ni siquiera abordé el Fausto.
Saludos Tharl, es un placer leer reseñas así

@nikkus2008 hace 10 años

Volví a repasar las reseñas y comentarios de este libro, porque aquí, en Argentina, se ha suicidado (por razones aun ignoradas) una persona medianamente conocida; todo es noticia, y si bien a nadie le importa un diablo la muerte de nadie, este tipo de noticias, sumado al sinfín de conjeturas y burdos análisis, provoca el exaltamiento en la gente, y toman todo esto como una novela con fin trágico.

Tu reseña es excelente y esta muy pero muy bien explicada. Podríamos decir que cada uno siente algo en particular respecto al suicidio; Lucero, por ejemplo, dijo que ella misma mataría al sufrido (y hoy, completamente imbécil) Werther; yo no puedo pensar o sentir igual, en este caso. No estoy haciendo una abierta apología del suicidio, pero creo que es una opción, una opción válida, y si bien creo debería ser la última en tomarse, me parece que siempre debe ser una puerta sin llave, con los goznes engrasados, y lista para abrirse en cualquier momento.

Insisto; hoy parece a los ojos de la practicidad modernas, una estupidez. Cuando una persona toma semejante determinación, es porque ha llegado a la conclusión, terrible, de que nada, nada, en el futuro, es decir, lo que pudiera acontecerle, sería suficiente para mitigar, atenuar, calmar el dolor, o el vacío, o el hastío. Es simple; quién no ha sentido ese puto "spleen", no comprenderá jamás a Werther. Lo incierto del futuro, sería un aliciente; hay imprevisibilidad, hay un interrogante; ahora, si ya ni siquiera eso motivaría al deprimido, a continuar, es justo que se vuele la tapa de los sesos, o se arroje al agua, o tome veneno. Una persona podrida por dentro, que se desangra toidos los días un poco más, una persona que es ya una cáscara, una piel recubriendo una nada, no le sirve ni a si misma (que es lo que importa) ni a sus semejantes.
No se donde leí que alguien aconsejaba una casa junto a un cementerio (para recordarnos nuestra condición finita).

El suicidio es una puerta que deberíamos mirar de vez en cuando de reojo, o para afirmarse en la vida, o bien para ir acercándose, de a poco, a ella.

@Poverello hace 10 años

En la odiamada película "Detachment", de Tony Kaye, un habitualmente exquisito Adrien Brody (por muchos bodrios que ruede: léase Predators) suelta una frase de no recuerdo que psicólogo social: "el suicidio es una solución permanente para un problema temporal". El suicidio presupone la desesperación, es decir, la ausencia de esperanza, que dicen algunos que es lo último que se pierde. Y la ausencia de esperanza implica la creencia de que no quedan motivos para vivir. En definitiva, creer que hay alguna causa externa más fuerte que la propia voluntad. Todo ello obviando la depresión endógena o a las personas afectadas de algún tipo de trastorno. ¿Cómo si no puede entenderse que padres de familia que se han quedado en paro, a los que van a desahuciar crean que la mejor salida es el suicidio más que seguir al lado de la familia?

No hay pues que renunciar al suicidio en ningún caso, aunque habría que estar prevenidos y buscar esas fuerzas internas más fuertes que los deseos, pues no sabemos cuando vamos a estar desesperados. Buena reflexión, nikkus, y me alegro de verte de nuevo activo por aquí, ji.

@Tharl hace 10 años

Oups! No contesté a ningún comentario anterior y ya no tengo la lectura tan fresca…

A mí también me cuesta señalar al descubridor, inventor, iniciador, etc. de un movimiento, paradigma, invento o lo que sea. Me resisto a negar absolutamente la autoridad, pero ahí están la multitud de descubrimientos y teorías surgidas simultáneamente sin contacto entre sí: hay cientos solo en ciencias, pero son famosos los casos del Cálculo matemático de Newton y Leibniz y la Teoría de la evolución de Wallace y Darwin ( wikipedia. ). ¿La novela moderna, es cosa de Cervantes o de la picaresca? Si todo autor es también un fruto de su cultura, y toda su obra se inserta en ella y en una tradición, al final todo inicio de un movimiento o descubrimiento es una cuestión de atribución social.

Por otro lado, Poverello, más quisiera yo poder decir que de Goethe solo leí Fausto. Algún día me atreveré. No creo que tenga mucho que ver con su juvenil “Werther”.


Es casi imposible no hablar de “Werther” sin acabar discutiendo sobre el suicidio. Aunque insisto en que tiene muchos otros valores, igual de discutibles, mucho más allá del suicidio, que sería el clímax de toda esa manera de sentir y pensar que cristaliza en el libro.

El suicidio me fascina. Solo a un imbécil no le preocuparía. Decía Camus en boca de uno de sus personajes, la estremecedora frase: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”. No es casual oír esta afirmación tan certera en boca de un existencialista, movimiento desde sus orígenes tan ligado al romanticismo.

Pero me repele la idea del suicidio romántico. Al igual que Lucero, el pistoletazo a Werther se lo daba yo. Es cierto que últimamente, puede que desde mi lectura del “Werther”, estoy bastante reaccionario con el romanticismo, y cada vez más. No porque haya dejado de serlo: tuve mi educación sentimental con Víctor Hugo y Brönte en mi adolescencia, fascinado por Napoleón, las revoluciones y las grandes pasiones, y dudo que pueda dejar de ser romántico en algún momento. Tampoco dejaron de serlo Flaubert o Stendhal. Pero sí me he vuelto más sosegado, más introspectivo y sereno, y me molesta tanto toda afectación, y me resulta tan amanerada y adolescente, que por momentos desdeño hasta al formidable Baudelaire.
Puede que la mejor reflexión sobre el suicido se la haya leído a Herman Hesse en su Tractac de El lobo estepario (ver taringa. a partir del párrafo “Otro era que había que clasificarlo entre los suicidas. Aquí debe decirse que es erróneo llamar suicidas sólo a las personas que se asesinan realmente…”. No es Tony Kaye pero tampoco está mal :P . Herman Hesse, alemán como Goethe, y romántico como todos ellos. Para Hesse el suicidio no es matar a un suizo, ni matarse a sui-mismo, es una forma de VIDA, una filosofía vital que podríamos poner entre el romanticismo y el existencialismo. Al leer su visión del suicidio, la identifiqué en extremo con la mía, al menos con la que yo había ido gestando desde mi adolescencia y proyectado más allá de ella. Pocas veces he tenido esa sensación tan extrema de estar leyendo mis pensamientos previos expuestos, con una especial brillantez de la que yo sería incapaz, por otra persona. Solo recuerdo una identificación intelectual tan intensa con el Unamuno de “San Manuel Bueno mártir”.

Lamenté mucho que mi lectura de este tractatum, que se puede leer de forma independiente y recomiendo a todos, se hubiera producido después de que cambiara mi forma de pensar y de afrontar la idea del suicidio; sino me habría impresionado más aún. Es como si ya hubiera recorrido por mí mismo alguna de las sendas que abre ese tratado para salir de esa trampa afectada de “el lobo estepario”.

Aun así, sigo compartiendo mucho de lo que dice Herman Hesse. Sigo sin ligar necesariamente el suicidio a la desesperanza, y mucho menos a la depresión. Eso ya lo hacen todos los psicólogos con exquisita incompetencia. Ni me parece, como dices tú, poverello, “una solución permanente para un problema temporal”. Sí lo sigo ligando a toda esa patraña que tanto alimenta la psicología (y ahora con las patrañas capitalistas de la psicología positiva aún más) de la felicidad como imperativo moral, como fin en sí mismo de la vida, como única meta. Sí lo relaciono con “esa puerta que deberíamos mirar de vez en cuando de reojo, o para afirmarse en la vida, o bien para ir acercándose, de a poco, a ella”. Es un alivio pensar que ningún sufrimiento es tan grave, que lo padeces mientras te compensa y que siempre puedes abandonar la partida cuando te canses de ella. Pues la vida, si no hay Dios, no es más que un juego, y como tal, maravilloso y absurdo; y es lícito cansarse de él. No por desesperanza, pues sabes que antes o después cambiara tu suerte y que siempre quedan nuevas jugadas, al fin y al cabo no es más que un juego, sino por hastío, spleen o, simplemente, porque ya has ganado bastante y prefieres abandonar la partida mientras vas ganando. La idea de un hombre que se suicida, que se retira, cuando considera estar en el culmen de su felicidad y logró todo lo que quiere de la vida, es una idea que desde pequeño me ha fascinado por cuestiones personales.

En realidad no puedo desligar -quién puede- mi concepción del suicidio de la de la vida, y su final evidente, la muerte. Si en mi vida aspiro, ante todo, a no ser solo el actor que representa el drama escrito por otros desde antes de que naciera, sino a ser el propio autor de él; si lo que más me aterra es cumplir X años, mirar atrás y descubrir que mi vida no fue mía, que no puedo responder de todas mis decisiones resultaran como resultaran; entonces, el final de la obra es un punto fundamental que dará sentido a todo lo anterior. El suicidio entonces no es una evasión, una huida, ni un afectado desafío romántico, ni una pataleta; es una fría y sosegada decisión ética, y estética. “Yo escribiré mi propio final. Le guste o no a mis editores, sea del gusto o disgusto de mi audiencia”. O puedo aceptar un final ridículo y absurdo, impuesto externamente, multiplicando los sentidos del sinsentido de la obra. En este punto, toda crisis existencial, lleve o no al suicidio, no son más que crisis creativas, algo sutilmente diferente a la desesperación vital de que habla poverello.

Ahora estoy leyendo La nausea, no descartó volver a cambiar de parecer.

@Poverello hace 10 años

Creo que deberíamos quedar en un punto intermedio de la geografía, auqell@s soper@s que lo vieran oportuno, para debatir aquellos temas de trascendencia infinita y que se quedan a medio tratar en virtud de la imposible concreción a través de un comentario. tal vez con medio año estarías listos todos los flecos.

Parte de nuestra divergencia puede deberse a conceptos: ¿qué entendemos por desesperanza, que entendemos por felicidad, qué entendemos por sentido de la vida? Lo que tengo claro es que sigo uniendo de manera indisoluble suicidio y falta de esperanza, no he unido ese término ni antes ni lo hago ahora a la depresión, ni a coger una pataleta, pues el primer caso excede cualquier motivación y el segundo la degrada. De hecho el spleen al que tanto aludimos no puedo entenderlo fuera de la melancólica angustia vital del propio Baudelaire, o Rimbaud, o los poetas malditos... Panero. La desesperanza es pérdida de sentido de la vida, como tú hablas muy bien a título personal Tharl. ¿Quién que siga viendo alternativas a su vida se suicidaría? Usando tu ejemplo: ¿quién que siga disfrutando del juego lo va a dejar si no existen otras motivaciones internas para hacerlo?
Y el sentido de la vida no ha de ser lógico, racional ni siquiera ético (como si la ética fuera una o quisiéramos entrar a valorar si el suicidio en sí es una decisión ética o responsable, vete tú a saber): el dinero, el hedonismo, el ser el mejor... Siguiendo uno de tus apuntes. Si alguien decide quitarse la vida en la cima como cúlmen de su deseo, ¿será que tiene miedo a dejar de ser lo que ha conseguido? ¿Será que creyó alcanzar el sentido último de su existencia y ya no le quedan otras razones para avanzar? La desesperanza no ha de ser necesariamente referida al presente, sino al futuro. Lo de saber que siempre cambiará tu suerte... lo piensan los optimistas. ¿Y si piensas a la inversa en el sentido de que ya no puedes tener más buena suerte? Igual puede conducirte a la desesperación.
Por otro lado, me resulta necesario desligar el sentido profundo de la vida a la existencia o no de un ser divino, pues muchos de mis amigos ateos y agnósticos encuentran más razones para vivir que yo mismo, aunque vayan luego a comérselos los gusanos.

Lo de llamar suicidio a quienes viven según determinados barómetros y actitud ante la vida es muy de especialistas, jeje. Pero hablábamos de suicidio suicidio, eso también lo comparto. Imposible desligar, como bien dices, la muerte de la vida.

@lucero hace 10 años

Qué debate!!! Gracias Tharl por interpretarme, el suicidio romántico de Werther es patético y me desagrada, es pueril y neurótico.
El suicidio....palabras mayores.
Lo que tengo para decir es que el abordaje profesional de las causas que llevan a quitarse la vida son escasas y muy a menudo equivocadas. Tratamos de etiquetar ese misterio, darle forma para así alejarlo de nuestras posibilidades. Calmarnos ante la tentación del vacío y la supresión del dolor.
Coincido en que la vida es nuestro drama. Asi como lo tejemos, cortamos el hilo también.
Y con respeto a las posturas religiosas, éticas y personales de cada uno. Y a sabiendas del dolor y el estupor que deja la desaparición voluntaria de un ser cercano.

@nikkus2008 hace 10 años

Bien, bien, coincido con Lucero, interesante, muy interesante cambio de posturas sobre un tema delicado...insisto en lo mismo, hoy, en pleno 2014, siglo 21, etc., Werther, ante la misma situación, se planta en el puto facebook, pone en su "estado" algo así como: "ufff, te extrañoooooo" " No puedo tenerte amor!" todo esto junto a un par de estúpidos emoticones o como diablos se llamen, caritas sonrojadas y tristes, y...y...si, la respuesta de los 7.000.000 de amigos (ninguno real) contestando desde las pc de sus casas o trabajos, apoyando el ánimo del Werther versión 2014, y hasta algunos buenos amigo invitándolo a ir de putas a un boliche ruidoso y fastuosamente iluminado, o a un boliche, donde después de las dos o tres copitas de champagne con speed está todo dispuesto a ensartar contra la pared a otra borracha (de speed con vodka digamos) y listo; un clavo saca a otro clavo, ¿cierto?, pues bien, pura basura; lo de antes, y lo de ahora. Lo de ahora, evasión, torpeza, superficialidad de sentimientos; nada dura nada; ni nadie quiere tampoco.
Es pueril, es cierto; también lo es ver cincuentones danzando estúpidamente y chupando, luego de tres divorcios, y cinco hijos, dos con la primera, uno con la segunda, dos con la tercera, y para colmo, estos especímenes, se preguntan por que no hay buenas mujeres (ellos mismos son pueriles, idiotas, supérfluos) y lo mismo al revés; mujeres separadas, vestidas como putas, chupando hasta hacer el ridículo, etc, etc.

A ver, Werther es, como dije antes, un anacronismo; esa forma de pensar, ya no existe, en NINGUN plano. Nadie está dispuesto a morir por nadie, si en cambio por el moderno Dios; el dinero, el poder.

Situarse en esas épocas (mediados del 1700) con iluminación a bujías, sin la estridencia de los coches, aviones, trenes, música de boliches, ringtones vibrando en todas partes, por favor: un momento, e imaginen a alguien atormentado en aquella época. Silencio por todas partes, oscuridad relativa por todas partes. Sin TV, sin Pc, sin Playstation ni cines ni coches con estéreos formidables, ni luces eléctricas, ni siquiera edificios; se ahogaba la vista en la profundidad de los cielos, casas bajas se recortaban ante un lívido crepúsculo de otoño, silencio, silencio, y poca luz, y sin nada con que entretenerse (como yo ahora) por las noches; Werther hizo bien de acuerdo a su época; porque sencillamente, el suicidio es subjetivo, es decir, los motivos lo son; Carla o Carlotta (no recuerdo) era todo, lo llenaba todo; el no poder alcanzar ese paraíso, lo lleva a la concluisión fatal. Y listo. Werther se suicido por algo en desuso, que creo se lo llama amor. Hoy los crímenes pasionales, son eso; pasionales. Un exaltado le ensarta trescientas puñaladas a otro por acostarse (lindo eufemismo) con su mujer; celos. Luego mata a su mujer, y luego se suicida. ¿Esto es lo mismo que le ocurrió a Werther? ¿Es la misma pasión?. Para nada.

En fin, da para largo. El mismo tipo que considera una estupidez el suicidio, por considerarlo exagerado y tonto, se trompea con otro o golpea la mesa con el puño porque Boca erró un gol...vamos, la incoherencia, la incoherencia...

@nikkus2008 hace 10 años

Lo último. Letra de una canción de mediados del 1800. Donizetti:

Una furtiva lagrima
negli occhi suoi spuntò:
Quelle festose giovani
invidiar sembrò.
Che più cercando io vò?
Che più cercando io vò?
M'ama! Sì, m'ama, lo vedo. Lo vedo.
Un solo istante i palpiti
del suo bel cor sentir!
I miei sospir, confondere
per poco a' suoi sospir!
I palpiti, i palpiti sentir,
confondere i miei coi suoi sospir...
Cielo! Si può morir!
Di più non chiedo, non chiedo.
Ah, cielo! Si può, Si può morir
Di più non chiedo, non chiedo.
Si può morir, Si può morir d'amor.

Otra: Estrellita (interpretada por Kraus):

Estrellita del lejano cielo,
que miras mi dolor,
que sabes mi sufrir.
Baja y dime
si me quiere un poco,
porque yo no puedo sin su amor vivir.

Estrellita del lejano cielo,
que miras mi dolor,
que sabes mi sufrir.
Baja y dime
si me quiere un poco,
porque yo no puedo sin su amor vivir.

¡Tu eres estrella mi faro de amor!
Tu sabes que pronto he de morir.

Baja y dime
si me quiere un poco,
porque yo no puedo sin su amor vivir.
Ohhh Ohh Ohh

Baja y dime
si me quiere un poco,
porque yo no puedo sin su amor vivir.

HOY: DE LA PRESTIGIOSA BANDA LA GHETTO: CON USTEDES "CHULO SIN H:

Que tengo la polla en candela
y quiero comerte ese culo (culo..)
Ando loco por su culo (culo…)
bien bellaco con su culo (culo…
hasta abajo con su culo (culo…)
me vuelvo loco con su (culo…)
[Randy]
me enamore de tu (culo…)
me vuelvo loco por tu (culo…)
que tú te harías sin tu (culo…)
mera yo parta tu (culo…)
[De La Ghetto]
chingoteo (x3)
teo teo teo
Chingoteo (oo ooo) (x3)
[Randy]
Y a quien tu saliste
con tanto culo
vaya pantalón (vaya pantalón)
y porque que tu andas
Con tanto culo
vaya pantalón (vaya pantalón)
hasta que cambie de color el pantalón (el pantalón)
vaya pantalón
Hasta que se queme
hasta que se desgaste
guaya guaya
Me enamore de tu (culo…)
me vuelvo loco por tu (culo…)
que tú te harías sin tu (culo…)
mera yo parta tu (culo
[De La Ghetto]
chingoteo (x3)
teo teo teo
Chingoteo (oo ooo) (x3
Este chingoteo de lo bueno
de perreo
bellaqueo
estar solo
perdernos sin miedo

Que le gusta que la bese
que la agarren por el cuello
ella le encanta que la toquen
y morderse los dedos
Esto si es perreo
a lo guayo guayeteo
voy a guayarte el pantalón
demostrarte lo que tengo
igualarnos imposible de hacerlo
De La Ghetto
[Randy]
me enamore de tu (culo
me vuelvo loco por tu (culo
que tú te harías sin tu (culo
mera yo parta tu (culo…) (jowell
[Jowell]
a ti te creció el culote (culo…)
ya no es un culito (no no)
se te ve cufiao’
se te ve bonito
Pa’ acariciarlo
pa’ apretarlo
y pa’ morderlo
Todo el mundo en el barrio quiere verlo (oo shit)
remenéame (menéalo
páralo atrásalo
y sa sacúdelo (sacúdelo)
Cu cu cu
pa’ atrás
una puteria
no faltara ahí
el 10 de enero
más la puntería
culo…)
Que tengo la polla en candela
y quiero comerte ese culo (culo..)
ando loco por su culo (culo…)
bien bellaco con su culo (culo…
hasta abajo con su culo (culo…)
me vuelvo loco con su (culo…)
[Randy]
me enamore de tu (culo…)
me vuelvo loco por tu (culo…)
que tú te harías sin tu (culo…)
mera yo parta tu (culo…)
[De La Ghetto]
chingoteo (x3)
teo teo teo
Chingoteo (oo ooo) (x3)
(Culo….)

JAJAJA. Claro. Ahora si. Werther un idiota. Hoy si. Todo dicho. ¿Como podría ser de otra manera? Este es el espíritu de la modernidad; Una furtiva lagrima y Estrellita, dos pavadas sentimentales; Chulo sin H, una representación de la practicidad y el desinterés y la comodidad y el vaciamiento...ahhhjjjjjj.........

@Tharl hace 10 años

Jajaja, muy buena esa nikkus, me recordaste a: cuantarazon. .
Ahora fuera de broma, que exista gente como el Pitbull no quita que existan poetas de la sensibilidad y la talla de Neruda y Cortazar en todos los tiempos. La mala poesía me temo es una constante. Y en una época de cultura de masas, donde todos pueden subirla a la red y ser escuchados y leídos, la mala poesía se multiplica (¿también la buena?).

Eres todo un romántico, Nikkus. Pero los románticos también hablaban en tus mismos términos usando la Edad Media como referencia. Me ha encantado tu descripción de un Werther moderno exhibiendo sus sentimientos por Facebook. Debe ser otra constante la de gente que debe gritar su desesperación a los cuatro vientos y exhibirla para sentir que es real, como si de no haber espectadores dejaran de sentirlo. Me desagrada esa gente, y por mucho que Werther escriba infinitamente mejor en sus epístolas, tal vez ese sea el motivo de que también me desagrade él.
Los tiempos han cambiado, evidentemente, y también las formas de sentir. ¿Pero eso es mejor o peor?, ¿de verdad nadie está dispuesto a morir por nadie?, ¿ya no se ama sino superficialmente?, ¿está el amor en… “desuso”? Creo que estamos siendo un poco melodramático.
El mito del Don Juan, tan romántico, da algunas pistas. El romanticismo estaba plagado de patanes superficiales que en lugar de bailar reggeton arrimando cebolleta, escribían, cambiaban de destinario y plagiaban cartas afectadas para cepillars… perdón, fugarse, con la primera que cayera en sus brazos.
Ahora todo va más rápido, y nos pasamos la vida corriendo. No podemos sentarnos en un banco a regodearnos de nuestro sufrimiento y maldecir al mundo con los puños en alto y la cara cuidadosamente desgarrada; debemos seguir corriendo, erráticos, trastabillando, con las lágrimas borradas por el viento, sin ver a dónde vamos, chocándonos con el resto y liándola parda. Personalmente, me resulta más sincero y más amor y dolor verdadero el de un corazón desgarrado oculto entre sus colegas. Discutiendo de tetas e hinchándose de copas en el bar. Haciendo el ridículo en un local para cepillarse a cualquier golfa a sabiendas de que el dolor seguirá ahí. Viéndose sin entender cómo ni por qué, en una pelea a puñetazos, aun siendo siempre alguien pacífico. ¿Más sublimado? Puede. ¿Más errático? Por qué no. Pero igual de auténtico. Lo prefiero a alguien que ante el dolor permanece inmóvil y autolamentándose, conectado a Facebook o sus cartas para proclamar su dolor y maldiciones a los cuatro vientos o encerrándose en casa para que todos se enteren de él. Y si los demás no importan, sí él mismo. Que pueda regodearse melancólico con orgullo sintiéndose estérilmente superior al resto, como hacían algunos grandísimos románticos como Rosalía.
Prefiero la forma de sentir de Hemingway que la de Byron.
Cuando todo va más deprisa, lo externo se interioriza y al final todo está en los silencios, las miradas, los momentos alcohólicos entre camaradas. Momentos en los que se corre un velo y de los que no se vuelve a hablar (cuando se recuerdan). Sinceramente, quedarse en lo grotesco de la situación -que lo es, es tan grotesca que encantaría a más de un romántico-, me parece superficial e injusto.
Son formas distintas de sentir, y aunque distintos momentos histórico-culturales favorecen unas sobre otras, creo que con distintos matices y formas se han dado en las dos épocas. Lo importante tal vez sea que sean sinceras; y el romanticismo murió por agotamiento, cuando se quedó en meras fórmulas vacías que no se sentían realmente.
Los que matan a su mujer y luego se suicidan deberían cambiar de sistema: suicidarse y matarla después. Me resulta fácil comparar al protagonista de “El túnel” con Werther. Ambos obsesionados con su amor, reconcomiéndose hasta llegar a una decisión fatal e irreversible y cumplirla con total serenidad y frialdad. No sé si es la misma pasión, pero desde luego debe ser igual de intensa y fatal. Y me parece igual de romántica. La idea de “no puedo vivir sin ella; y me atormenta pensar en su vida sin mí” es espeluznante. Concentra toda la mezquindad, desesperación, egoísmo, posesividad, intensidad, dependencia y pasión de cierto amor romántico, y de lo humano.
Como dice poverello, sería necesario medio año de discusión sopera para aclararnos solo con los términos… Ya lo estoy viendo: “Centro autogestionado SopadeLibros” :D

Poverello, cómo bien dices es cuestión de términos, ¡pero es que todo se escapa en esos matices! Desesperación me evoca un estado momentáneo caracterizado por una activación elevada de carácter negativo. No me sirve. Desesperanza es el término que los psicólogos cognitivos relacionan al suicidio y se parece más a lo que tú comentas. Implica la idea de que el afectado no encuentra salida a su situación y basta con mostrársela. Tampoco me sirve. ¿Por qué? Bueno, porque como bien defiende Nikkus, el suicidio es subjetivo y una decisión personal. Un caso: la pérdida de un ser querido. Uno, un optimista si quieres, puede ser consciente de que el tiempo lo apaciguará, de que la vida sigue y estará bien, encontrará la manera; incluso tiene la opción de ir a un psicólogo que le “ayude a cambiar su persona para superarlo”. La pregunta entonces es, ¿de veras quiere ser una persona que siga viviendo habiendo perdido a fulano?, ¿de veras quiero cambiar para seguir viviendo sin él?, ¿quiere ser esa persona futura que se le ofrece? No es desesperanza, es rechazo a toda salida posible, rechazo a seguir viviendo a sabiendas de que hay opciones de futuro. No sé si me explico. Perder el sentido de la vida y no querer reconstruir otro no es desesperanza, es una decisión personal absolutamente respetable. Ningún psicólogo con los que he hablado entiende esto. Siempre ven el suicidio como un error (en el mejor de los casos), o la consecuencia de una enfermedad (en el peor y más frecuente), a solucionar por los dioses de bata blanca. Eso sí, cuando alguien desea la muerte por motivos físicos (temas de eutanasia) y no mentales, parece que los psicólogos que merecen la pena se quitan la bata y admiten que si alguien no quiere seguir viviendo sin lo que valoraba y no quiere cambiar para valorarlo, tiene derecho a decidir sobre su propia vida.
Completamente de acuerdo con desligar estas cuestiones de la religión. Aunque ciertas formas de religiosidad produzcan sus respuestas particulares.

Un abrazo amijos! Y recodrar las palabras del guetto:

Todo el mundo en el barrio quiere verlo (oo shit)
remenéame (menéalo)
páralo atrásalo
y sa sacúdelo (sacúdelo)
Cu cu cu

@lucero hace 10 años

Causa de suicidio...la letra que postea mi amigo nikkus!!!!! ajjjjjjj
por suerte no la había escuchado
viva Werther, viva Goethe

@nikkus2008 hace 10 años

Jaja, a ver, aclaro, primero que nada, que uno es espantosamente contradictorio; el video de este "temazo" de Chulo sin H que cualquiera puede encontrar en youtube, es suficiente para romper la cebeza de cualquiera; los traseros exhibidos son absolutamente maravillosos y dan ganas de meterse en el video y ser uno de esos comediantes de la música llamados regaettoneros.

Ahora, no niego el cambio, no hubiera querido que aun se piense al cien por ciento como en el 1800, pero hay determinadas cosas que requieren o requerirían, esa pasión (tal vez autoimpuesta, algo hipócrita en algunos o muchos casos), pero es que de esa pasión salieron escritores maravillosos, y pintores y músicos hoy inexistentes; salieron revolucionarios, incorruptibles. Hoy la izquierda (por lo menos la de acá) despotrica contra los monopolios y hacen propaganda, luego de una exposición de manual, digamos en un programa de radio o de TV, de "Tomate una Sprite" y la felicidad tocará tu puerta, que se yo!, cosas así. Hablan y hablan, y vacacionan en Miami o en Punta del este; ahorran en dólares y son millonarios; en que mierda quedamos entonces?, que se callen de una vez y reconozcan que son unos payasos. Recordemos (no sin horror) los dictadores de izquierda y derecha de otros tiempos; allí había convicciones, reales, había pasión, había romanticismo. Equivocados, cierto, pero hoy se juega a lo mismo, pero sin dicha pasión. Hoy son descafeinados. Lavados, tibios, cómodos.

Es cierto, muy cierto que a veces parecen pueriles (con Baudelaire, el mejor poeta de todos los tiempos, me pasa muchas veces; lo veo casi infantil en sus enojos, pero al mismo tiempo, creo que no se elije esa forma de sentir. Uno no sale a llevarse el mundo por delante cuando el agobio se esparce como una enfermedad por cuerpo y alma) y es cierto que Whitman, por ejemplo, tiene más razón que Baudelaire. El asunto, que me hace dudar, es el de la exaltación casi obligatoria de la vida. ¿Por que a alguien le causa rechazo un suicida? ¿Por que Werther es patético?; nos metemos en sus prioridades, en su visión fatal de la vida gratuitamente.

Ensayemos, juguemos a algo. Werther no se suicida. Sigue vivo, y manda a Carla o Carlotta al diablo (no solo es esto; hay un sentimiento ADMIRABLE de fidelidad hacia Albert ("rival", "enemigo" que no da ninguna razón para traicionarlo, para traicionar la amistad que nace y que se opone a la concreción de su amor por la mujer) que nadie ha marcado. No es un detalle menor. Ya son dos cosas. Pero sigamos. Este tipo no se mata entonces. Sigue. Y pasan los años, y solo encuentra naderías. No vuelve a sentir lo mismo nunca más. Tiene un par de hijos, un a o dos mujeres, alguna amante y que se yo. Como es la vida, alterna buenas y malas. Pero no lo llena nada. Entonces llega a los ochenta años. Ningún fuego, en todos estos años, vino a abrasar sus carnes, su mente, ninguna pasión furiosa; solo sentimientos a una temperatura discreta. ¡Y terminás tu días en la cama de tu casa o en un horrible hospital, que huele a lavandina y medicamentos, y en ese instante final, con una amargura que llega hasta la garganta, que hiende el alma, donde vuelven con precisión los recuerdos, el tipo piensa, ¡por que no me habré matado hace cuarenta años!. Yo no quiero terminar mis días en un hospital; quiero irme antes; en pleno éxito o en pleno fracaso. Nadie asegura que el destino le pudiera traer una Carla; bien pudiera que no sea así. O si. Pero no lo sabemos. ¿Es lícito, entonces, seguir esperando algo que no tenemos idea si va a llegar o no? y mientras tanto, el tiempo sí pasa; y todo va cambiando, amigo Tharl; Werther a los 20 años, y Werther a los cincuenta no será el mismo. Seguirá con las mismas ideas ya medio rancias, borradas, desvaídas.

Bueno, no se. Tampoco digo que sea un modelo completo. Solo rescato su determinación y respeto su decisión. Según su estructura mental, sentimental e ideológica, hizo bien.

Ahora, sábado a la noche, me contradigo de todo, abandono a Floyd, a Hendrix y a Wagner y a Chopin, y voy a escuchar al boliche a Daddy yanquee y a ver unos culos menéandose maravillosamente. Werther; ya te defendí demasiado...

@nikkus2008 hace 10 años

Perdón, hoy no es sábado (miren mi estado lamentable) pero mañana es feriado; abren los boliches, donde siempre me siento extraño, ajeno, pero donde paso las horas haciendo algo, al menos. Bueno, me llevo a Werther conmigo y le hago ver unas mini-mini-minifaldas a ver si espabila un poco y se olvida de una vez de esa histérica gataflora, jeje...

@Faulkneriano hace 10 años

Pues sí que os ponéis buenos con el suicidio. O trascendentalidad o perreo, vaya, no hay término medio.

Wherter me parece un personaje muy notable, nada contradictorio, muy en consonancia con el zeitgeist en que Goethe (quien, por cierto, no se suicidó y murió apaciblemente a los 82 años) se desenvolvía. Y no es que lo haya leído a los quince años, no, que ya rondaba los cincuenta. Decir que Werther es patético porque se mata sin necesidad es como considerar desgraciadas a las hermanas March de Mujercitas porque no tenían móviles para entretener la espera.

@Tharl hace 10 años

Hombre, tildar a Werther de patético, me parece algo excesivo. Sí dije que, por lo general, me repele la idea del suicidio romántico por parecerme afectado. En "Los sufrimientos del joven Werther" es, por supuesto, coherente. Y lo que me gustó y disgustó del libro es independiente a su final. Tiene más que ver con esa cualidad a caballo entre el neoclásico y el romanticismo del libro. Y cierto amaneramiento de estilo que, aunque precioso, me saturó a pesar de las pocas páginas. Al fin y al cabo el libro me gustó. Oye, que le tengo un siete!

@Poverello hace 10 años

Evidentemente no entendemos desesperanza en el mismo sentido, y como ante un debate habría que partir siempre de un criterio más o menos común para no entrar en casuística suelo emplear el término según la más común (no idónea, pues ninguna lo es del todo) de las definiciones, que por lo que nos toca suele contener nuestro querido (u odiado en múltiples ocasiones diccionario de la RAE), Si esperanza se define como "estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos", la desesperanza ha de ser "estado del ánimo en el cual se nos presenta como imposible lo que deseamos". En ningún momento se habla de tristeza o de amargura, que son sentimientos distintos, de hecho en variopintas ocasiones perder la esperanza puede ser la forma más lógica de sobrevivir. El ejemplo clásico es obvio: cuando sé a ciencia cierta que ya no hay nada que hacer con la pavita a la que adoro, pues a tirar para delante (o a suicidarse, claro, pero la mayoría de las personas optan por el punto uno). Y esta última decisión que en buena medida entiendes, Tharl, cuando comentas en tus argumentos que puede ser una opción ética y responsable, es puro romanticismo, que no tiene porque ir relleno de lágrimas y aspavientos, sino de cordura. Muchos filósofos repletos de cordura eran unos desesperanzados de mil demonios, como caso excepcional podríamos hablar de Cioran que comentara aquello nada ajeno a su vida de que "vivir con la idea del suicidio es estimulante", pero murió con toda racionalidad a los 84 años de edad. Y cómo no recordar al romántico de Zweig y su esposa, que inundados del ahogo inminente ante una Europa nazi se quitaron la vida como si tal cosa. Unir el suicidio romántico, o incluso el romanticismo, al amor carnal en lugar de al amor a una idea, por ejemplo, puede ser un desacierto.

Por cierto, lo del suicidio es tan curioso que en algunos países hasta se considera delito el suicidarse (o intentar hacerlo). Creo que en Inglaterra y Austria lo contemplan en el código penal.

Me estáis obligando a leer Werther, ji. Me encantaron los cantos, nikkus.