LA FRUSTRACIÓN DE ANTHONY BURGESS por EKELEDUDU

Portada de LA NARANJA MECÁNICA
El autor de esta reseña ha idicado que contiene spoiler, mostrar contenido.

"Estaba yirando por ahí, loco, re-dado vuelta, y un chabón me dijo algo que me re-cabió". Ay... Así hablan los adolescentes porteños, y así hablaría, sin duda, Alex DeLarge, protagonista de LA NARANJA MECÁNICA, si hubiera nacido en lo que Gustavo Cerati definió como la Ciudad de la Furia. Pero como nació en Londres en un futuro indeterminado, su jerga adolescente no deriva del lunfardo sino del "cockney", dialecto barriobajero de dicha ciudad, y hay una palabra que la designa: "nadsat". LA NARANJA MECÁNICA está relatada por Alex en su dichoso nadsat, y me resulta irritante. Pero obviamente, no podemos decir que esté mal escrito, como no podríamos decir que el libro estuviera mal escrito si lo relatara un adolescente porteño repitiendo cada dos por tres cómo ésto o aquéllo le "re-cabió". Sin embargo, me sigue irritando. No lo soporto.

Pero posiblemente ni yo esté tan irritado por la futurista terminología adolescente del libro, como lo estuvo a cada rato su autor, Anthony Burgess, por algunas vicisitudes que se produjeron en relación a esta novela. El sostenía que había escrito cosas mejores; y sin haber leído ninguna, yo le creo. Cualquier escritor está en su derecho de lamentarse si le ensalzan hasta el hartazgo una novela de calidad inferior, e ignoran el resto de su producción. Pero además, esta novela le trajo aparejados otros varios dolores de cabeza.

El título remite a una expresión cockney que se traduciría como "más raro que una naranja mecánica", y el argumento puede sintetizarse así: Alex y sus drugos (amigos, en nadsat) integran una pandilla juvenil que se dedica a sanísimas actividades como el robo, la violación sexual y el apaleo de pobres ciudadanos indefensos. Disensiones entre Alex y sus secuaces harán que éstos lo traicionen, dejándolo a merced de la policía y de una sociedad no muy inclinada a respetarlo ni perdonarlo. Tras pasar un tiempo en prisión, se lo somete a un supuesto tratamiento para reformar delincuentes peligrosos, pero que en realidad lo inhibe de ser violento, por mucho que él quiera o necesite serlo; lo que lo deja indefenso frente a algunas de sus antiguas víctimas, todavía rencorosas y sedientas de venganza.

La verdad es que no es un argumento que descubra América, aunque no por culpa de Burgess, sino más bien de que en literatura ya no es tan fácil hallar continentes de insospechada existencia. No obstante, la novela, lo sabemos, fue adaptada al cine por Stanley Kubrick, quien la convirtió en una película muy personal a nivel estético, encontró un magnífico Alex en el por entonces juvenil Malcolm McDowell y sintetizó considerablemente la insoportable jerigonza nadsat, logrando con todo ello una joya del séptimo arte; sin lo cual, creo, LA NARANJA MECÁNICA no habría alcanzado los niveles de popularidad de los que goza. Pero varias ediciones del libro y la misma película cometieron un crimen decididamente imperdonable, especialmente si se lo ve desde la óptica del escritor: suprimieron el verdadero final, que se narraba en el capítulo 21 y que jamás tuve el privilegio de leer. Para un escritor, es horrible que le mutilen así una obra suya, y en este caso lo fue más porque, de alguna manera, la supresión alteró todo el libro. No diré que la novela concluía con Alex orando a Dios, de todo corazón, por el perdón de sus pecados; pero no andamos muy lejos. La verdad era que Burgess era cristiano, y lo debe haber indignado sobremanera esta especie de censura al revés, en el que el único capítulo positivo y gratificante era eliminado, dejándose intacto todo lo perverso. Para colmo, la película era muy violenta para su época, si bien hoy en día, comparado con otras cosas que se ven, sería algo como para que hasta Ned Flanders hallara casi apto para todo público; y esa violencia despertó iras entre grupos cristianos, con la consiguiente amargura de Burgess. Tampoco debe haberlo entusiasmado la suposición de que el mensaje básico de la obra, sin ese capítulo (más o menos, que el mundo es una mierda), despertara cierto regodeo morboso en ciertos lectores o espectadores (dependiendo del formato de consumo: literario o cinematográfico) que quizás la consideraran transgresora. Es más, seguramente buena parte del público hizo de Alex un icono de la incorrección política; por decirlo en nadsat, lo considera joroschós. Bien, si la cosa pasa por Los violadores cantando "Uno, dos ultraviolento" o por Die Toten Hosen interpretando "Hier kommt Alex"; el problema pasa cuando un buen día nos llega la incorrección política en la piel de un imitador de Alex para robarnos hasta las ganas de comer, violarse a todas las damas del domicilio (y como viene la mano en estos tiempos, quizás no sólo a las damas), darnos la paliza de nuestra vida y, en una palabra, jodernos la existencia de cabo a rabo.

En cuanto al nadsat, insistimos en que se trata de una jerga adolescente y no, como se quiere hacer creer, un idioma, lo que incluiría sintaxis propia, conjugaciones verbales, etc. No, no es nada tan complejo como eso, y si lo fuera, eso no haría repuntar mucho el valor de este libro, del que puedo al menos afirmar, sin culpa alguna (por coincidir con el autor), que por ningún motivo merece demasiada alharaca.

Escrita hace 11 años · 4.8 puntos con 5 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@lucero hace 11 años

Bien EKELEDUDU, al pan, pan y al vino, vino. No leí la obra (no la leeré ahora..) pero valoro la reseña concreta y con un juicio de valor definido y fundamentado. Saludos.
PD que velocidad de lectura tenés!!!

@EKELEDUDU hace 11 años

Bueno, no tanta velocidad. Aclaremos que éste, por ejemplo, lo había leído incluso antes de registrarme como usuario de este sitio. Saludos .