A VARIOS METROS DE ALTITUD SOBRE EL NIVEL DEL SUELO por sedacala

Portada de EL BARÓN RAMPANTE

Dentro de la, para mí absolutamente desconocida, obra literaria de Italo Calvino; este libro representa su denominada etapa fantástica. También se dice, que su mejor periodo fue el último, representado por obras como SI UNA NOCHE DE INVIERNO UN VIAJERO. Lo cierto es, que el balance final de la lectura del EL BARON RAMPANTE ha sido muy positivo; hacía tiempo que no leía una novela tan satisfactoria.

Su prosa transparente, va describiendo a los actores y al papel que desempeñan en la historia. Con ese bagaje, apenas han transcurrido unas páginas, estamos en condiciones de entender puntualmente lo que ocurre en esa familia como si viviéramos en ella, sin sorprendernos demasiado por los sucesos, ciertamente peculiares, que allí tienen lugar y que arrancan con la decisión airada de un ofendido niño de doce años. El protagonista convierte, lo que inicialmente era una simple rabieta infantil (no querer bajar del árbol al que se había subido), en un modo de vida permanente: Un hombre que vive en los árboles sin pisar nunca el suelo. Así poco a poco, todo lo que viene después forma una cadena de acontecimientos que se estiran hasta la definitiva culminación del proceso en su nivel último, nivel situado entre ramas y hojas, a varios metros sobre el terreno. Lo que no es estrictamente imposible en sí mismo, aún siendo disparatado. Y esa premisa tan irreal en que se basa todo, da lugar a un texto que se lee de corrido gracias a que su autor dispone de dos eficaces mecanismos: una prosa fluida y una imaginación perfectamente dotada para crear ficción con elementos fantásticos, que por su atinada contención no aparentan serlo en demasía.

Y allí, arriba, va a parar también el lector atrapado por esta historia de personajes peculiares, sensibles y tremendamente humanos. Y en su concentración de lector atento, no baraja siquiera la posibilidad de estar leyendo algo descabellado. Estando allí, encaramado en esa privilegiada atalaya vegetal, el lector se encuentra feliz, y puede dedicarse a observar, como Cósimo utiliza su posición para controlar, criticar y analizar, en la medida que puede, la sociedad sobre la que se sitúa. Allí, se desenvuelve como un robinsón que ha de proveerse de cuanto necesita apelando al suministro de su hermano pequeño, (que también es el narrador) de manera similar a como hacía Crusoe, recurriendo al pecio semihundido. Allí crea sus utensilios, se suministra de caza, incluso de pesca, lee los libros que le facilita su hermano, toma posesión de su título, ama con insólito éxito, incluso viaja (el bosque aquel, es casi infinito), aunque, eso sí, siguen rigiendo para él las leyes de la física como el primer día. Por fin, allí arriba organiza su vida social, sigue participando en todas las actividades de su pueblo, se crea una reputación entre las gentes, extiende su fama, y su talante deviene republicano (pese a su baronía), jacobino y masón (a su manera).

Desde abajo, podríamos preguntamos por las razones profundas de esta autoexclusión tan limitadora. Para explicarla, se podrían establecer múltiples teorías, todas aceptables y todas irrelevantes, por que lo importante no son los motivos, sino el resultado, ese es el fruto que extraigo, su lectura. Y de ella, resulta una historia amena, estimulante, que te envuelve en un mundo de magia y fantasía, que a un lector como yo, tan poco proclive a esos conceptos, le ha resultado de un conmovedor realismo ¿mágico, tal vez? no lo sé. Pero, lo sea o no, me lo he creído a pies juntillas. ¿Qué más da, que la historia sea descabellada? Para mí, lo importante es, que no lo parece y que a través de su lectura, he disfrutado y me he emocionado como hacía tiempo que no lo hacía con ninguna otra.

Casi al final del libro, su autor incluye una cita que fue una gota más que hizo rebosar sobradamente las abundantes esencias que este libro me permitió degustar. Pasa por Ombrosa, el pueblo del protagonista, un jinete, un oficial ruso provinente de las campañas napoleónicas de Rusia, y después de conversar un rato con Cósimo, se despide:

Alors, je dois m`en aller. Adieu monsieur… Quel est votre nom?
Le Baron Cosme de Rondeau, le gritó Cósimo…
Et le vôtre?
Je suis le prince Andrei…..

Y el galope del caballo arrastró consigo el apellido.

Escrita hace 12 años · 5 puntos con 8 votos · @sedacala le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@_567_ hace 12 años

Bueno, una breve corrección a tu estupenda reseña: la simple rabieta infantil (no querer bajar del árbol al que se había subido, según comentas) no es exactamente así, sino que el motivo es negarse a comer un plato de caracoles una vez sentada toda la familia en la mesa. Ya desde el capítulo 1, eso sí...
En el lado positivo me ha sorprendido el despliegue imaginativo que Calvino imprime a una novela que no me extraña que haya devenido un clásico (supongo que va a gustar mucho a quién la descubra sucesivamente en SdL...), en el negativo me ha cargado un poco bastante esa escritura tan "caramelizada" del autor y ese final que no me preguntes porqué pero me lo veía venir, también el desaprovechamiento de algún que otro personaje que podría haber dado mucho más de sí: esa hermana tan freak por ejemplo, tan dejada de lado por Cosimo (el protagonista absoluto de la función) y por su mismo hermano que como bien dices ejerce de narrador de la historia...
En todo caso, una lectura agradable, sí.

@lucero hace 11 años

De acuerdo con tu reseña, he disfrutado muchísimo de este libro, que tenía pendiente y muy recomendado. Es bello y me gusta tu asociación con el realismo mágico, no lo había pensado, pero es verdad : relismo mágico a la europea!! Ese recurso se explota cabalmente en el final que le da Calvino a su obra y a su personaje.
Maravillosa sutileza en la construccion de un personaje salvaje e ilustrado a la vez, social y ermitaño, adentro y afuera de los eventos que se desarrollan en el mundo. Breve pero muy gráfico en crear una "revolución francesa" en Ombrosa. Testigo y protagonista de los cambios sociales y polìticos.
En fin, he disfrutado con esta obra y con sus reseñas. Saludos sedacala.

@Poverello hace 9 años

Otro que se apunta al carro de disfrute con Cosimo Piovasco de Rondó, un personaje de lo más entrañable entre los que he tenido la oportunidad de leer últimamente. Cuantas más páginas pasaban más cariño le tomaba a este ser firme y sensible que no duda en llevar un convencimiento hasta sus últimas consecuencias.

Mira que me ha costado abstraerme una vez terminada su lectura para poder valorarla en su conjunto, puede ser porque estoy menos acostumbrado a leer una prosa tan sencilla (que no simple), con una narración digamos que casi lineal... Quizá influido por la época, la patria y sus principios neorrealistas Calvino renuncia expreso a todo lo superfluo en descripciones tanto de paisajes, espacios o personajes (podría asegurar que ni siquiera sabemos cómo es físicamente Cosimo más allá de unas polainas) y se queda con todo aquello que refuerza el símbolo: subirse a un árbol y vivir la vida desde esa perspectiva.

Resulta obvio que tal decisión está sujeta a múltiples interpretaciones que para mí, en buena medida es signo de resistencia, de crítica a la forma de vida aristocrática y de la importancia de distanciarse a veces de la realidad para poder objetivarla y cambiarla desde la convicción, aunque nadie pueda entenderla o compartirla. Cosimo adapta todo, desde las propias necesidades fisiológicas hasta el amor o la lucha política, para no tener que cambiar una opción que ve cristalina y que le impediría ser él mismo si renuncia a ella. No baja del árbol ni aunque venga a verlo Napoleón, pero tampoco obliga a nadie a subirse a la higuera.

Cosimo hace

@Poverello hace 9 años

Se envió antes gracias a mis dedos amorcillados, ji.

Decía que Cosimo hace que todo se transforme, interviene con lógica, con raciocinio, cabal y juicioso, e incluso es incapaz de renunciar a su idea cuando se siente celoso, perdido, en el caos... gracias a ese sentimiento impetuoso e inestable que es el amor... Es en la única ocasión en la que se siente incapaz de decir o hacer lo que piensa, pero sin ceder.

Me llegué preguntar tras alguno de los capítulos en el que salía a colación si no era en cierta medida la decisión del barón de Rondó una imagen fiel del autoexilio por razones ideológicas. Aunque quizá sea decir mucho. El caso es que una novelita de poco más de 250 páginas da para rellenar un tratado sobre la voluntad, la determinación y la audacia.

Un grato encuentro.

@sedacala hace 9 años

La verdad, Poverello, es que tu comentario me ha llevado a releer la reseña y me ha hecho temer que el efecto del paso del tiempo sobre mi recuerdo, no le haya beneficiado.
El libro es una pura fábula, yo creo que Calvino, ante la idea de escribir una historia así de inverosímil, se propuso inmediatamente sacarla adelante a modo de reto. ¿Seré capaz?, pensaría, y obviamente lo era y le salió muy bien, pero claro, como una pura fábula; en una de La Fontaine (estudié francés) que me supe de memoria, el zorro le decía al cuervo:

¡Hé bonjour, Monsieur du Corbeau, que vous êtes joli que vous me semblez beau!

Me encantaba, ¿verdad que es bonito? Y continuaba así con la animada charla del cuervo y el zorro. Y una vez terminada, que terminaba enseguida, uno sacaba la consabida moraleja y la evidente satisfacción de haber comprendido los complicados vericuetos que seguía la mente de aquellos animales humanizados.
Aquí pasa igual, ni un cuervo charla con un zorro jamás, ni un hombre puede pasarse la vida haciendo equilibrios en las ramas de una higuera (o lo que fuese que no recuerdo). Pero, al igual que en la fábula se dan por sentadas ciertas premisas, en “El barón rampante” también, con lo que uno puede llegar hasta el final y sacar sus conclusiones. A eso es a lo que tú, obviamente, juegas, que para eso se escriben y se leen estas cosas. Yo entonces me lie la manta a la cabeza y me lo leí como si leyera a La Fontaine y me gustó. Pero no sé si me gustaría otra vez, no sé si mi cabeza está amueblada con todo lo necesario para leer este tipo de cosas siempre. Tengo la sospecha de que, en aquel momento, hice un cierto ejercicio voluntarista dirigido a creer en las virtudes de la novela.

Saludos.