CUANDO LA FE DERRRAMA SANGRE por FAUSTO

Portada de LAS BRUJAS DE SALEM (EL CRISOL)

Es singular la forma que, a veces, decidimos empezar un determinado escrito. Tenía “en espera” este drama (como otros incontables ejemplares) desde hace tiempo, y si lo he leído ahora ha sido por la facultad de determinadas novelas para sugerir (o imponer) otras lecturas. Me refiero a dos libros que he terminado recientemente y me han dejado una grata impresión.
“Espartaco” me recordó este drama de Miller, ya que en su argumento es una crítica, más o menos implícita al macartismo, pues el novelista lo padeció; y este fue el propósito final del dramaturgo con “Las brujas de Salem”. La siguiente novela que volvió a recordarme (como el cartero de James M. Cain, llamó por segunda vez a mi puerta) la obra de teatro, fue la magnífica “La letra escarlata”, y en concreto el prefacio donde Hawthorne contaba su amargura por ese suceso denigrante de la historia americana, y que tuvo como protagonista directo a un antepasado suyo. Uno de los personajes de Miller es el juez Hathorne, apellido real del escritor, que posteriormente añadió la w.
Me he sometido a esta “recomendación” de estos dos libros, mejor dicho amigos, y no puedo dejar de aplaudir esta elección; ha sido el descubrimiento de un gran autor con una notable y absorbente lectura.

Arthur Miller es un escritor consagrado, premiado y conocido (seguramente por su matrimonio con Marilyn fue más famoso, admirado y envidiado) donde su principal motivación literaria fue la crítica social y la denuncia que se desprenden de sus textos. En “Las brujas de Salem” tiene estas dos características, y el drama contiene varios niveles de lectura. Primero es la narración del hecho histórico, que se convierte en una alegoría sobre el abuso de poder de las autoridades públicas, el radicalismo religioso o político (incluido el macartismo), y además una crítica a las acciones interesadas, partidistas y egoístas de las personas; considerando un capítulo especial en la sinrazón de la intolerancia cuando alguna actitud no es “entendible” para la forma de pensar, que casi siempre acarrea consecuencias trágicas y crueles.

Tomó como base un episodio vergonzoso e irracional que aconteció en Salem, 1692, todavía perteneciendo a Nueva Inglaterra. Los juicios de estos fanáticos puritanos llevaron a la horca a unos 20 condenados por brujería, la mayoría mujeres, y varios centenares fueron procesados.
Sobre este esquema, el escritor “cristalizó” la no menos vergonzosa e irracional vivencia personal con la “caza de brujas” de los años 50. El senador McCarthy creó una serie de procesos, denuncias, interrogaciones, delaciones y listas negras contra posibles comunistas, amparándose en el poder y el patriotismo de los “ideales americanos”. Estos paralelismos demuestran el escaso progreso de la condición social y humana en 3 siglos, y que por desgracia continua, no hay más que echar un vistazo a la actualidad mundial o nacional.

Centrándome ya en la obra, la tragedia se divide en 4 actos, todo un portento el último. El origen de esta histeria y terror colectivo es iniciada y fomentada por Abigail, tomada como una visionaria: una Juana de Arco antagónica con imágenes y mensajes revelados por el Diablo. Su primera motivación es el miedo, intenta ocultar un falta menor y evitar el castigo (seguido por las demás muchachas), que luego derivará por otros derroteros: sed de venganza, afán de poder y lujuria. Las acusaciones ante esta paranoia “religiosa”, poco a poco, y como una bola de nieve, se harán cada vez más excesivas y difíciles de atajar.
Proctor, el otro personaje principal, enredado sin querer en las argucias de Abigail, tiene un conflicto moral, con una culpa y un juicio particular que debe ser perdonado por su mujer. Otro de los protagonistas es Hale, el ministro representante de Dios que con su “sabiduría eclesiástica” tendrá que investigar y dilucidar qué hay de verdadero en las posesiones demoniacas. Personaje interesante que sufre una conversión de criterios, y del cual he tomado una de sus frases para titular esta reseña.

En este intrincado y violento dualismo entre el bien y el mal, se genera un caldo de cultivo (el crisol) donde se mezclarán varios ingredientes: el mal como entidad y lo prohibido como comportamiento personal; la reputación por el buen nombre que se tiene en la comunidad, que cualquier chismorreo o sospecha puede echar por tierra; el desamor y la pasión hará lo imposible por recuperar lo perdido, y como último recurso queda la venganza; el arrepentimiento sincero y el requerimiento del perdón del ser querido; la superstición y la ignorancia ante cualquier acto ajeno a la religión; el desafío a la autoridad ciega y corrupta con la verdad y la honradez; las envidias y luchas vecinales por las tierras y posesiones; las hipocresías sociales, la mezquindad del ser humano con sus intereses, y el placer embriagador del poder para hacer daño. Todas las actitudes tienen una identificación con la locura, desde el principio hasta el final del texto, un sentimiento realmente perturbador, tanto en victimas como en verdugos.
Estos elementos están aderezados por las ideas principales: el fanatismo, el miedo y el despotismo de la autoridad.

La única forma de salir limpio y puro de conciencia en este ambiente tiránico, es la aceptación del destino trágico, asumir con resignación el castigo injusto y resistir la tentación de la única salvación: la confesión, una mentira que dejará marcado para siempre el alma.

Si bien me gusta leer teatro, es más difícil para mí calificar el estilo de este género, que definir la prosa de las novelas. Los diálogos claros y directos de este drama histórico, sin ninguna traba del lenguaje de la época, poseen la propiedad de agilizar la trama (se sigue el argumento con avidez) y plasmar con contundencia las ideas que emanan de las palabras y reflexiones. Como comenté más arriba, hay varios grados de profundidad para la interpretación del texto, y el trasfondo lleno de conceptos ha sido lo más atrayente.

Ya que se dice que el teatro está escrito para ser representado (aunque no todo), mencionaré brevemente un par de “representaciones”.
Primero he visto una función antigua de 1965 y con 2 horas de duración, hecha para televisión del gran programa de RTVE, “Estudio 1”. Bien basado aunque falten algunos fragmentos de las escenas y personajes, pero con unas excelentes actuaciones con una buena y cuidada escenografía.
Luego vi la versión cinematográfica, “El crisol” (1996), con guión del propio Miller, y si bien es entretenida y aceptable, las imágenes no se sitúan a la altura, en mi opinión, del original, ni siquiera la adaptación teatral de “Estudio 1”.

Escrita hace 12 años · 4.8 puntos con 6 votos · @FAUSTO le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 12 años

Excelente reseña, Fausto. Es cierto que leer teatro tiene sus complicaciones, por las exigencias que plantea al lector, pero merece la pena, sin duda: muchas de las grandes innovaciones literarias vienen del teatro, y más si se trata de maestros como Arthur Miller. Es cierto, también, que el estilo teatral tiene su propia música y no es en nada parangonable a la prosa. Las réplicas deben ser cortantes, expresadas en un lenguaje muy depurado (sin confundir la sencillez con la funcionalidad, con el oficio teatral, que abomina de complicaciones innecesarias pero no renuncia a la poesía y a la expresión de ideas complejas) y teatralmente eficaces, para apuntalar la acción y hacer que progrese, pero también para definir a los personajes (tan certeramente o más que en las novelas) El lector de teatro observa cómo se montan los ingredientes verbales del guiso teatral, pero le falta el brío de la actuación, las sugerencias de la puesta en escena y tantas cosas. No obstante, lo que se puede intuir y aprender es mucho, habida cuenta de que muchas obras no suelen subir a los escenarios (o al menos al del teatro de tu localidad)

Yo también recuerdo un Estudio I de 1973 en el que actuaba nada menos que Asunción Balaguer, Enriqueta Carballeira, el gran Fernando Delgado haciendo de Proctor, Luis Prendes, José María Prada y su labio sudoroso, Berta Riaza y la encantadora Tina Sainz. Casi nada. Tengo que decir, eso sí, que nunca la he visto en el teatro. Debe ser una gozada.

@FAUSTO hace 12 años

Muy bien definido, Faulkneriano. Has explicado perfectamente la dificultad que entraña el texto del teatro. Está en “desventaja” ante la prosa para fijar personalidades, trama, ambientes o las ideas que el autor pretende reflejar. Y cuando el escritor lo consigue, es un disfrute leer teatro, aunque, como bien dices, le puede faltar la puesta en escena y darle vida con los actores.
Sin embargo, en “Las brujas de Salem”, Miller hace unas acotaciones muy amplias (en otros dramas no recuerdo nada parecido en extensión) sobre determinados personajes, donde explica detalladamente su carácter, sus motivaciones y las relaciones con la comunidad. Supongo que se documentó a conciencia sobre estos sucesos, y quiso con estas notas precisar mejor los protagonistas y darles más fuerza, tanto en la vertiente histórica como en el mensaje que quiere transmitir el autor; incluso comenta sin ambages la correspondencia de los acontecimientos de Salem con el macartismo. Seguramente sin estas explicaciones se comprende e interpreta igual la obra, ya que es un texto muy rico, pero tampoco se puede decir que sobren, pues concretan impresiones y conceptos.

En cuanto a la representación de “Estudio 1”, no conozco la que comentas. La versión que he visto es anterior (hay un fragmento en youtube) y tiene como actores principales a: Irene Gutiérrez Caba, sin ninguna duda una de las grandes actrices españolas; Francisco Piquer, totalmente desconocido para mí, pero con un excelente trabajo como John Proctor; Gemma Cuervo muy lograda en su papel como Abigail; Tina Sainz interpretando a Mary, la criada de los Proctor, y que imagino sería otro personaje más maduro en la posterior adaptación; y Antonio Ferrandis, con su siempre buen hacer y voz característica.

@Poverello hace 10 años

Acabo de terminarlo y... bufff.

Decir que es más que curioso lo que comentas Fausto sobre las largas explicaciones de Miller sobre los personajes y la historia en sí, muy raro en teatro (nunca había leído algo similar, pues por momentos parece novela o ensayo) e imposible de representar a menos que un narrador externo lo transmitiera al espectador. Por otro lado la crítica al macartismo es clara hasta límites insospechados, y el propio autor así lo dice explícitamente en uno de esos párrafos comparando los sucesos del siglo XVII con 'la caza de brujas' de su época.

Para terminar sólo compartir que podría hablar mucho y bien de las virtudes de esta obra y que tan bien expresas, Fausto, de lo ágil de su lectura, o lo magnífico de algunos de los personajes... Pero lo que más me sale compartir es que tengo un cabreo que sólo puede imaginárselo quien haya leído la obra de teatro. Indignado estoy con la mierda de sociedad en la que vivimos.

La peli ciertamente no es una obra maestra, pero leyendo la obra volvía recordarla como si la estuviera viendo, y sólo por ver a Day-Lewis merece la pena.

¡Qué cabreo tengo!

@FAUSTO hace 10 años

Poverello comparto tu cabreo (por no emplear otra palabra más altisonante). Je, pues se puede decir que el cabreo es eterno y universal, y en la actualidad ha alcanzado límites insospechados. Toda civilización, antigua o moderna, se basa en las miserias y corrupción de la sociedad y por tanto de las personas. Es una de las “lecciones” que nos enseña la vida. Perogrullada que todos conocemos y hemos experimentado y, siguiendo con la perogrullada, lo esencial es la actitud que tomamos y la búsqueda de lo importante de dicha vida.

Volviendo a la obra de Miller, son realmente sorprendes las explicaciones con que glosa a los personajes o las situaciones análogas entre el pasado y el presente. Quiere dejar constancia de su trabajo minucioso de documentación y, sobre todo, su intención de acida crítica social, no quiere dejar nada a la sutileza o que sea malinterpretado. Quizá, literariamente, hubiera sido mejor una escritura más sutil y aguda sin ser tan evidente, pero, en cualquier caso, es un excelente texto.

En cuanto a la película, y como bien comentas, posiblemente lo mejor de ella sea la actuación de Daniel Day-Lewis. Si puedes conseguirla la versión teatral de TVE te lo recomiendo, es una notable adaptación con grandes actuaciones.

@Guille hace 8 años

Buena reseña Fausto.

Como muy bien dices, es la dramatización de una histeria colectiva para hacernos entender como un despropósito de tal calibre puede, pudo, llegar a suceder y puede, pudo, volver a suceder. De ahí el título original: El crisol.

El gran protagonista es el miedo. El miedo como estructura de convivencia, el miedo como excusa de aceptación de lo inaceptable, el miedo como herramienta de sometimiento, el miedo como desencadenante de la tragedia. Nos encontrarnos en un escenario de frontera, territorial e ideológico, de sospecha hacia todo y hacia todos. Un caldo de cultivo apropiado para la intolerancia, el puritanismo, el cierre de filas, la superstición y la religiosidad más primitiva o la tolerancia de un pueblo al poder más autoritario.

@FAUSTO hace 8 años

Hola, Guille. Es una obra que deja huella y a pesar del tiempo transcurrido (algo más de 4 años) de su lectura es una trama que tengo muy presente, bastante más que el otro texto de Miller y más reciente de “Muerte de un viajante”, que, por cierto, también es muy recomendable.
Pues sí, el miedo es realmente transcendental, que además acompañado de fanatismo y despotismo genera tal psicosis que resulta de lo más ponzoñosa para cualquier naturaleza humana. Y para más inri es terrorífico y sobrecogedor al estar basado en hechos reales, tanto del siglo XVII como del XX y que desgraciadamente hay ejemplos en la actualidad (no hay más que echar un vistazo a los periódicos) y todavía, posiblemente, se seguirá repitiendo en el futuro.

@Guille hace 8 años

El miedo, actuar por miedo y someter por miedo, y todas sus derivaciones son parte de nosotros y nos afectará siempre. Se volverá a repetir una y otra vez, sin duda.