SANTANDER, PASEO DE PEREDA 1.885 por sedacala

Portada de SOTILEZA

Oviedo, 1.885 titulé hace poco la reseña que escribí sobre LA REGENTA, y ese mismo título serviría también para indicar la ciudad y el año en que José María de Pereda escribió, lo que quería ser la epopeya de las comunidades marineras del norte de España. Santander era el centro neurálgico de la zona cantabra y 1.885 fue también el año de publicación de SOTILEZA, de ahí el título de la reseña como remedo también de las anteriores sobre Galdós y Clarín.

LA REGENTA y FORTUNATA Y JACINTA, se consideran las novelas españolas más importantes del siglo XIX; SOTILEZA tuvo también un gran éxito popular y fue para muchos el título que habría de incorporarse a ese selecto grupo. Sin embargo, el paso de los años ha lastrado ese juicio de valor mermando mucho la consideración que se le debe a la obra. Aunque para emitir ese juicio queramos desprendernos de consideraciones de tipo ideológico, a día de hoy el resultado sigue siendo flojo. José María de Pereda, fue un hombre de un talante inequívocamente tradicional, nacionalista y conservador. Llama la atención, su relación personal de amistad con Galdós, teniendo en cuenta la manera de ser de éste, liberal, y progresista, actitud moderna ya para su época y que, sin duda, representaba el futuro. En cambio, las ideas conservadoras de Pereda, apegado a las costumbres, al terruño, y a la religión, con el paso inexorable del tiempo, han quedado definitivamente fijadas en nuestras mentes como una representación del pasado. Todas estas consideraciones de índole social, tienen una traslación al contexto literario inevitable. Cuando leemos la historia de Sotileza, tenemos la sensación de que los conflictos que nos plantea están enfocados por una mente anticuada que les trata de dar una importancia que no le darían mentalidades más modernas. Desde luego, en el siglo XVII hubieran sido plenamente vigentes, pero a finales del XIX, aun teniendo muchos partidarios entre los conservadores, empiezan a tener también muchos detractores. No quiero decir con esto, que no fueran posibles actitudes muy tradicionales, evidentemente lo eran y mucho; lo que quiero transmitir es que hoy, al leer la novela, ese enfoque ultra conservador que le imprime Pereda, con el honor y el mantenimiento de las clases sociales por encima de todo, rechina en nuestras mentes, y extrañamos no encontrar en el libro el contrapunto liberal. No en vano, la pugna entre ideas de signo contrario propias de la época, constituyen la esencia de los conflictos personales característicos de las grandes novelas del finales del XIX.

Pero, centrémonos en SOTILEZA. Hoy día, el interés de su trama consiste en conocer, y analizar, como accedían al matrimonio los jóvenes de aquella época y cómo la clase social en que habían nacido, suponía una barrera muy difícil de traspasar. Ese mismo interés de la trama, pero en la época de Pereda, habría sido analizar, como las personas decentes luchaban por conservar su honor y su sitio en la sociedad, cuando estos se veían asediados por las veleidades y la vanidad del amor romántico. Difieren ambos enfoques, en que ahora, lo relevante es interesarse por la influencia que las clases sociales tenían en el emparejamiento de los matrimonios; mientras que entonces, el interés oscilaba entre cuidar la honra y la clase social a que se pertenece, o ceder al romanticismo del matrimonio por amor. Pereda se decanta por primar el mantenimiento de la honra y no hacer concesiones al amor, lo que, incluso para la época, era ya un planteamiento retrógrado. Pero, sí analizamos la repercusión que ese posicionamiento tiene en lo literario, que es lo nos ocupa, hay que convenir que echa a perder la novela, por cuanto la convierte en un mero pasquín de rancia ideología conservadora.

Da comienzo la narración, siendo muy pequeños los personajes, y prosigue con los avatares de su niñez y su adolescencia hasta llegar a la edad casadera. Ese viaje en el tiempo, se adereza con toda una exhaustiva descripción del mundo en el que vive la clase trabajadora del mar, contando de manera detallada sus labores, sus penalidades, las costumbres, el medio físico en que viven, sus escasas diversiones, todo, en definitiva. De forma menos extensa y también menos enérgica, da unas cuantas pinceladas sobre la clase formada por los comerciantes o los marinos de más jerarquía, es decir, de la burguesía. Cada uno de los protagonistas de la novela, forma parte de alguno de esos dos mundos antagónicos, y durante el transcurso de la historia, estos niños se relacionan entre sí en las calles y en la playa, creyendo pertenecer todos a un mismo mundo. Poco a poco van comprendiendo que no es así, que existen clases, y que cada uno tiene su lugar. La esperanza equivocada de Andrés de que puede haber comunicación social entre mundos tan diferentes, da paso a los conflictos que forman el núcleo de la novela. Sí Pereda hubiese planteado estas confrontaciones con una mentalidad más abierta, los personajes tendrían más fuerza y los conflictos serían más intensos y más profundos. Pero, tal como lo hace, cada personaje se mueve animado, solo por la pauta que se le ha marcado; la mayoría de ellos carecen de autentica personalidad, actúan sólo al servicio de un guión conservador y tradicional. La propia Sotileza, es como una marioneta que obra al dictado de un ideal, que es la conservación de su honra; no tiene contradicciones, no bullen dudas en su mente, se advierte que Pereda quiere insuflarle vida propia en su interior…, pero no lo consigue. Desde que le adjudica la consigna numantina de resistir honrada, está desactivando cualquier conflicto interno que pudiera nacer en su alma. Se queda en un personaje hueco y falto de autentica pulsión. Sólo Andrés, nos engaña durante buena parte de la novela haciéndonos creer que puede tener sus propias ideas. En resumen, nada que ver con LA REGENTA y con FORTUNATA Y JACINTA, en las cuales late el corazón de sus personajes, que se debaten en la vorágine de complejas tramas. En SOTILEZA, los personajes no transmiten emoción al lector que no termina de creérselos como personajes auténticamente humanos.

Así pues, decepción es la palabra que resume mi apreciación de esta novela. Todo lo dicho sobre la ideología conservadora de su autor, ya lo conocía. Había tenido la oportunidad de apreciarlo leyendo PEÑAS ARRIBA, título éste, que contenía en su plenitud ese talante tradicionalista. Pero, es muy curioso que en este último libro, el mensaje tradicional, no es inconveniente para la credibilidad de la historia; al revés, es beneficioso. Los personajes son sólidos, la historia es cabal y su lectura deja un buen sabor de boca. La razón de que el mismo autor, con su mismo talante, de lugar a un libro mucho mejor resuelto, puede estar en unas aspiraciones notablemente más limitadas; no intenta crear la gran epopeya de la vida montañesa, como hace en SOTILEZA con la vida marinera; simplemente quiere hacer apología de los valores de una vida apegada a la naturaleza. PEÑAS ARRIBA no pretende enfrentar grandes pasiones; sino sencillamente, convencernos de las ventajas de una vida tranquila apegada a la tierra, en comparación con la vida frenética que se lleva en Madrid. Adornar ésta tesis de ideología tradicionalista no perjudica el mensaje, incluso con ese aderezo, parece más razonable todavía.

Queda por hablar del lenguaje que Pereda pone en boca de la mayoría de sus personajes, es decir de aquellos salidos de los barrios de pescadores y de los estratos más humildes de aquella sociedad. Es una jerga hoy inexistente. No era realmente un dialecto, ni nada parecido, era una corrupción del habla a base de deformar el correcto lenguaje, uniendo palabras, cambiando diptongos, trasponiendo letras, es decir, torturando el idioma. Se dice, por ejemplo, que un niño le da a otro una gofetá; que efectivamente, quiere decir que le da una bofetada. Querer dar carta de naturaleza a esta manera de hablar más basada en la incultura y la ausencia total de educación, que en un autentico bagaje popular, me parece que fue un error de apreciación de su autor. También en PEÑAS ARRIBA utilizaba estas locuciones; pero, al igual que aquella novela me dejó un buen sabor de boca en su conjunto, también en esto del habla, el argot montañés me pareció mucho más llevadero. En el caso de SOTILEZA, este asunto llega a ser verdaderamente molesto, hasta el punto de perjudicar el correcto entendimiento de lo que se está leyendo. De hecho, en el primer tercio de la novela, con los niños protagonistas hablando una jerga, mezcla de analfabetismo y torpeza infantil, la lectura llega a hacerse verdaderamente plomiza y casi incomprensible.

Queda por decir, que para mi gusto lo mejor de este libro han sido las descripciones bastante exhaustivas de la vida marinera, en una época en que había que tirar de remos y de escotas para mover las embarcaciones. En esa materia, el Pereda escritor realista, cuenta las cosas con eficacia y hace sentir lo que era aquel durísimo medio de ganarse la vida. La salida de Andrés con los pescadores al caladero de merluza; su apocalíptico regreso a tierra al entrar la galerna; y la organización de las primeras regatas de traineras por la bahía, han quedado en mi memoria como lo mejor, con diferencia, del libro.

Escrita hace 12 años · 5 puntos con 4 votos · @sedacala le ha puesto un 5 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 12 años

Coincido plenamente con tu apreciación, Sedacala. La novela es mala y, hoy en día, poco digerible. Que Pereda es muy conservador ya se sabe, y no restaría nada a las bondades del libro si éste fuera defendible por razones estrictamente literarias. ¡Hay tantos ejemplos de excelentes escritores ultramontanos! Pero Sotileza está muy mal compuesta y es una torpe sucesión de estampas, pasada de moda ya en su tiempo. En el siglo XIX no es oro todo lo que reluce, y las obras, como en cualquier otra época, son cada una de su padre y de su madre. Hasta Galdós tiene novelas malas, mal que me pese. La pátina del tiempo no mejora lo malo; si acaso, embellece lo bueno, que es cosa distinta.