LOS INCURABLES DESOLADOS por Nastenka

Portada de BARTLEBY EL ESCRIBIENTE
El autor de esta reseña ha idicado que contiene spoiler, mostrar contenido.

“Reveo esta figura: ¡pálidamente pulcra, lamentablemente decente, incurablemente desolada! Era Bartleby.” (Nos cuenta el narrador de esta historia)

Y Bartleby es el protagonista de este curioso relato, relato triste, que a mí me provocó alguna sonrisa afligida, con más de afligida que de sonrisa...
Y el narrador no es si no el jefe de nuestro protagonista, un "actor secundario" que durante la breve narración de los hechos, se convierte (para mí) en actor principal, pues no dejan de sorprenderme sus reacciones ante la visión de el modo de "no" actuar de esa figura páildamente pulcra, lamentablemente decente e incurablemente desolada.. Esas reacciones pasan del asombro a la estupefacción, de la exasperación e irritación a la empatía al conocer la taciturna existencia de Bartleby, del cual, en realidad, no conoce más que su vida dentro de la oficina.
En realidad, a mí me dió la sensación de que su conducta, tanto con Bartleby como con el resto de sus empleados, más bien parece responder a la impotencia. Se adapta, ya que es(o se siente) incapaz de cambiar las situaciones y disfraza sus decisiones(o la ausencia de ellas) de tolerancia, prudencia e incluso la ya citada empatía. Digamos que el abogado también... "preferiría no hacerlo", sólo que por una causa bastante más cobarde y menos "romántica" que la de su subordinado..

Claro que siempre hay que volver a Bartleby, con el que al principio no sentí la empatía que muestra su jefe. Yo no entendía a Bartleby... hasta que, claro, llegamos al final. La única alusión al pasado de este escribiente, esas "cartas muertas"(que él se encarga de matar) llenas de todo...que acaban siendo para nadie. La influencia del "sucio" trabajo de esa destrucción de penas, alegrías, perdones y esperanzas, parece acabar siendo un lastre demasiado pesado para un frágil corazón como el de Bartleby. Tal vez entonces, empezó a preguntarse qué sentido había en respetar las normas y cumplir con lo establecido si lo que puede llegar a ser lo más importante de nuestra vida no encuentra el camino que le conducirá a su destino(el nuestro), si no que acaba siendo arrojado(metafóricamente) a una hoguera para en unos segundos desaparecer, desvaneciéndose con ellas todas esas esperanzas acumuladas en forma de letras..
Y puede que fuera entonces cuando Bartleby(y su frágil corazón) dejara de tomar decisiones(de una forma más valiente y romántica que su jefe) y escogiera la más imprecisa de las frases, que ni le obliga ni le compromete con nadie. Una frase neutra que elige para dejarse llevar, y se aleja de todo para perder, del mismo modo que "sus" cartas, cualquier resquicio de humanidad..

Así, al dejar la última página, tengo la sensación de que la definición que hace el abogado sobre Bartleby, bien podría ajustarse a su personaje también..

Escrita hace 12 años · 4.7 puntos con 7 votos · @Nastenka le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@FAUSTO hace 12 años

Excelente reseña, Nastenka. Coincidimos en muchos puntos en la interpretación, especialmente en el personaje de Bartebly. El personaje del abogado está más borroso en la memoria, pero tu visión no desentona con lo que recuerdo.

@_567_ hace 12 años

Coincido contigo en que el jefe comparte protagonismo absoluto con Bartleby en esta historia, de hecho, además del narrador, vendría a ser como nuestra conciencia; la pluma del autor mojando tinta gris en el cerebro del lector. Y por eso, resulta tan inquietante la empatía que sentimos hacia Bartleby, que se acaba convirtiendo en el transcurso de esas pocas páginas en un personaje realmente entrañable, al menos para mí...
Pero, ¿quién es realmente Bartleby?, a mi me parece un tipo realmente kafkiano, con todo lo que ello comporta, un ser extraño e insumiso, que presume de diferencia desde su más recóndita soledad, alguien sumamente inadaptado al sistema y que huye como de la peste del orden establecido que reina entre la fauna social, un extranjero de sí mismo que se niega a formar parte del ganado de ovejitas sumisas que conforman ese Sistema, ahora sí con mayúsculas, tan... decadente.

Beeeee! Beeeeeee!

@Nastenka hace 12 años

Bueno, a mí me costó empatizar con Bartleby, supongo que necesitaba entender el por qué de su actitud, así que esa sensación no llegó hasta el final. Si dijera que Bartleby me produjo esa empatía desde el principio, estaría mintiendo.
En cuanto al abogado, Krust, tampoco se asemeja a mi modo de ver de lo que debiera ser "la conciencia", puesto que lo califico de cobarde, y la conciencia debería saltarse ese adjetivo y colocarnos la careta de valiente (no sé si me explico).

@Bakunin hace 12 años

Has logrado que vaya al abordaje con mi barco pirata a robar el cofre de Bartleby y lo haya puesto en mi lista de futuras lecturas.

@Nastenka hace 12 años

Gracias, FAUSTO, por el cumplido..

Bakunin, no sabe usted cómo me alegra haberle arrastrado a una de mis lecturas. Estoy segura que no le dejará indiferente y espero que no sea muy...futura su lectura..

@nikkus2008 hace 12 años

¡Que linda reseña Nastenka!. Me gusta eso de "los incurables desolados", me parece muy apropiado. Un gran libro sin dudas y coincidimos, además, en el análisis general de la obra.

@Poverello hace 12 años

Se me antoja pensar que de un modo u otro, en realidad Bartleby... no existe, pues es tan sólo el reflejo de la falta de voluntad de los que no tienen voluntad; tal vez por eso sea el único "invitado" del que nada se describe y, Melville tan sólo habla de él en negación (no es esto, no es lo otro, nunca...) mientras el resto de "secundarios" (que no lo serán tanto) son definidos con precisa pulcritud según su ausencia de carácter o su exceso de celo mal enfocado. Yo sí empaticé con todos, incluido el inexpresivo Bartleby, probablemente por la certeza de descubrirme igualmente tan lleno de excusas, de falsas autopromesas... que me dejan vacío frente a la necesidad de no querer tomar decisiones y estar, sin embargo, obligado a ello. Ahí entra el inexistente Bartleby, con su nihilismo exce?tico, que machaconamente me recuerda un día y otro que yo también preferiría no hacerlo, como tampoco lo hace el abogado "defensor", el auténtico protagonista alterego. Y sí, al final, uno se siente bien, quizá porque esas cartas que le adjuntamos y proveemos como excusa/motivo al inexistente Bartleby, también nos sirven a cada un@ de nosotr@s para justificar las nuestras, para mantenernos al margen... cuando en realidad debiera ser a la inversa: tod@s hemos quemado cartas, dilapidado sueños, los peores y más a menudo los propios..., por eso nos parece maravilloso creer que Bartleby existe, físicamente, porque es el motivo perfecto para seguir diciendo "preferiría no hacerlo".
Maravillosa reseña, Nastenka.
Inevitable recordar la más cruel "lo siento, no puedo evitarlo" con que el Vizconde martilleaba los oídos de la Marquesa en Las amistades Peligrosas.