EL ORIENTE EN PARÍS por nikkus2008

Portada de FORTUNIO - LA MUERTA ENAMORADA

Fortunio es el paradigma perfecto del espíritu, del alma que concentra el Parnasianismo, así como Hugo lo ha sido del Romanticismo o Baudelaire del Simbolismo. Históricamente, Francia ha consignado el estilo de su literatura basándose en cambios y movimientos constantes, y nos ha brindado genuinos fundadores en todas las épocas, a lo largo de su historia.

Cuando el compromiso social que impelía con ahínco el Romanticismo, y posteriormente el Realismo, hastió a algunos artistas, tanto en el campo literario como en el pictórico, un escritor francés llamado Theóphile Gautier inauguró un nuevo estilo, que proponía resaltar la estética, el arte, la belleza, por encima de los problemas sociales, de los sentimientos puros, de los amores inmaculados, róseos y frágiles del romanticismo. Esto no quiere decir que una potente vertiente romántica no fluyera por las venas de Gautier, por el contrario, era un ardiente defensor del movimiento, y que en algunas de sus obras queda claramente evidenciado su empleo. Existe un libro, también difícil de encontrar, titulado "Historia del romanticismo". En él, realiza una suerte de ensayo del desarrollo histórico del romanticismo en Francia, citando a varios escritores y sus respectivas obras.

Tiene el Parnasianismo su punto fuerte en la descripción minuciosa y en la pureza de su prosa, siempre cuidada y pulida, casi hasta la perfección. Suele demorarse, a veces varias líneas, en la descripción escrupulosa del mobiliario de una habitación, de la vestimenta de hombres y mujeres, de algún paisaje exótico, utilizando siempre un lenguaje exquisito; la voluptuosidad promovida por el arte, el amor por las formas, los colores, los perfumes embriagadores, las flores delicadas, aromadas de fuertes y pesados olores, y sobre todo la arquitectura y la pintura, donde se extasía en inventariar cada parte que conforma una estructura, cada trazo del pincel.

Fortunio no es una novela fantástica. Pero lo fantástico se puede percibir por lo maravilloso de su protagonista, un millonario (cuya fortuna es muy superior a cuanto fatuo burgués europeo pueda tener) poseedor de una belleza nada europea, criado en la India, de piel tostada, achocolatada, de carácter impasible, violento, frío. Por la otra parte tenemos a la encantadora y cruel Musidora: de piel blanca como la leche, de cabellos del color del oro, de un oro pálido. Tiene dieciocho años, pero ya está largamente corrompida. Y su graciosa coquetería sumada a su exuberante belleza sobrehumana, la convierte más en una idealización, una imagen pintada en un cuadro que en una persona con sentimientos humanos.

El argumento, como lo requiere el estilo, no es complicado, no intenta comprender ni justificar el comportamiento humano. Se limita a narrar una historia sencilla, en cuya superficie se encuentran todos sus encantos, no en su profundidad. El primer capítulo de la novela describe una cena con lujo de detalles la indumentaria, los adornos, la profusión de alimentos extraordinarios, regados de vinos espumosos, burbujeantes en bonitas copas talladas, por encima el carácter de cada invitado. La fiesta parece languidecer, apagarse por falta de alguna personalidad atrayente. Hasta que llega Fortunio. Musidora, la encantadora criatura, parece revivir con su llegada, e intenta conquistarlo, aunque sin aparente éxito. De ahí en más, la novela trata sobre el amor más pasional, más carnal que espiritual en el abrumador domicilio de Fortunio, donde gracias su ingente fortuna erige un palacio escondido de las miradas exteriores, un palacio dotado de las más increíbles y extravagantes cosas: desde dioramas que simulan paisajes de diversos climas y lugares del mundo, hasta un pedazo de suelo que al subir desde algún ignoto subsuelo, por orden de Fortunio, y cuando a éste le plazca, aparece una mesa lista con los más caros y extraños manjares de la tierra, y los licores y vinos más exclusivos. Dicho recinto, denominado por Fortunio como “El Dorado”, está cubierto por una tenue esfera de vidrio, una bóveda que emula al cielo, para crear una agradable atmósfera de calidez y atenuar el clima hostil de París.
Los jardines están sembrados profusamente de tulipanes, naranjos, palmitos y alóes, y toda clase de plantas y flores tropicales. Cientos de pájaros traídos desde la India y otros lugares de oriente, confieren al lugar la apariencia de un palacio extraído de las “Mil y una noches”. Imaginen todo esto, sumado a la vestimenta hindú que Fortunio vestía al entrar a “El Dorado”, es decir su bata y su turbante de muselina con flores de oro, la babucha de marroquí amarillo y el kriss de mango estrellado de diamantes; y su hooka o narguile, donde fumaba opio con lánguida placidez y dejaba escapar volutas de aromático humo azulado.
Podríamos resumir esta magnificencia directamente transcribiendo a Gautier:

“Del otro lado del muro, un pequeño mundo deslumbrante, tibio, dorado, armonioso, perfumado; un mundo de mujeres, de pájaros, y flores; un palacio encantado, que el mágico Fortunio había tenido el arte de hacer invisible en medio de Paris, ciudad poco favorable a los prodigios; un sueño de poeta, ejecutado por un millonario poético, tan raro como un poeta millonario, abriéndose como una flor maravillosa de los cuentos Árabes”

Es ésta una única oportunidad de aproximarse al mundo de Gautier, del mejor Gautier. Y por ende a la médula, al alma misma del Parnasianismo.
Su sobresaliente poesía, su perfección técnica, su magia verbal, producen al lector interesado en temas orientales, tropicales, en selvas humeantes y exóticos paisajes y costumbres, un sentimiento de colosal placer, de absoluta y justificada satisfacción.

Escrita hace 12 años · 4.2 puntos con 5 votos · @nikkus2008 le ha puesto un 10 ·

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