LA TERNURA DE LAS RATAS por _567_

Portada de LA PESTE

Mil novecientos cuarenta y algo, ¿Qué más da el tiempo y el espacio? Podría ser en la época de los faraones egipcios o en el Londres olímpico del año que llama a la puerta. Orán era entonces una prefectura francesa en la costa argelina, una ciudad como cualquier otra de las que han existido a lo largo de la historia o de las que actualmente se erigen en cualquier país del globo bucólico o bubónico. Un emplazamiento geográfico particular, bonito por determinados aspectos o en su defecto un lugar reconocidamente feo y tranquilo como aquí se da a entender, y donde cantidades más o menos mayores de seres humanos se agrupan en sociedad e intentan construir un futuro digno de ser vivido.

Una novela en principio abierta a todo ser humano que sea capaz de vencer sus propios miedos internos y afrontar cualquier adversidad que le depare su destino personal, aunque esto puede resultar un engaño fatal para el lector desprevenido que se aventura en uno de los clásicos de la literatura del Siglo XX sin el suficiente bagaje vital como para soportar el discurrir de la novela una vez has traspasado las puertas amuralladas de la ciudad (que en un sentido metafórico sería la brevísima overtura del libro, 15 páginas para situar ese espacio-tiempo de la acción) y quedar encerrado entre sus fronteras o contraportadas, hasta que de repente tropiezas con la primera rata muerta en el rellano de la página 16 de la escalera que desciende hasta el infierno de la condición humana. Es a partir de aquí cuando todo se cierra a tu alrededor creando un clima de insoportable claustrofobia que te va a enganchar al transcurso de la acción hasta un final realmente arrebatador y del que desde luego espero se contagie todo aquel lector que consiga reunir las suficientes fuerzas como para llegar íntegro al desenlace que merece cada cuál, según lo leído con anterioridad.

Un narrador, vamos a llamarlo X aunque quizá te apetezca saber que al final vas a conocer su nombre, nos acompaña por todos los recovecos de la historia sin dejar un solo rincón inexplorado en la ciudad, observando todo lo que acontece con absoluta objetividad, desde la algarabía de las calles hasta la oscuridad de cualquier habitación infectada, y haciendo partícipe al lector de todo lo que sucede en el encierro de estas 353 páginas: narración en cuarentena, o lo que es lo mismo, resulta imposible abandonar la ciudad o la lectura hasta la resolución de la trama. A través del Señor X conocemos a una serie de excelentes personajes, diseccionados en su condición humana por la pluma, cortante como bisturí, de un Camus en estado sobrenatural que aplica una prosa tan sencilla como transmisora del virus de la comprensión bien resumida: Rieux, Cottard, Rambert, Paneloux y Grand (espero no olvidar a ninguno de los protagonistas porque sería muy injusto que así fuera) conforman una serie de personas o personajes, curiosamente todos hombres, aunque no hay que olvidar ni por un momento esos secundarios femeninos que son el estandarte invisible que abandera el noble objetivo en la lucha vital del quinteto principal; que transmiten a modo de crónica de supervivencia una serie de sucesos que te hacen meditar profundamente sobre temas de rabiosa actualidad en cualquier época pasada presente o futura: la religión, la política, la ciencia, el amor… c’est l’amour!

El absurdo de la condición humana, puede que el tema base en la obra de Camus, roza en esta novela la genialidad que solo algunos humanos son capaces de alcanzar a lo largo de muchas existencias previas. Como humano con fecha de caducidad, e inmunizado con la vacuna de la plácida insensibilidad, solo me queda felicitarme egoístamente por haber descubierto esta lectura en las postrimerías de 2011, tan lejos de aquel Orán de los años 40 y tan cerca de… la próxima plaga. Una novela que desprende efluvios de inmortalidad.

Escrita hace 12 años · 4.3 puntos con 6 votos · @_567_ no lo ha votado ·

Comentarios

@Volsung hace 6 años

Entre sus paginas bailo estos días.

@nikkus2008 hace 4 años

... Y hoy nada lejos de una locura similar.

Acabo de terminarlo, luego de algunos titubeos y de haberlo dejado de lado un tiempo. Lo tuve que abandonar varias veces porque está por momentos tan bien narrado que hace mal, que corta aliento y promueve una amarga sensación de desasosiego, no porque me haya aburrido o parecido malo.

Es un muy buen libro... Insólitamente actual, en todos los aspectos posibles.

El final es... mejor no digo nada. Pero creo que no es conveniente leerlo en estos tiempos de incertidumbre.