RESTOS DEL NAUFRAGIO DE UNA VIDA por Tharl

Portada de EL AMANTE

¿Quién fue Marguerite Duras? No importa. Nunca me ha interesado, no demasiado. No existía hasta hace poco. No sé nada de ella ni de su obra, solo sé que dicen que el libro es bueno. Quiero leerlo.

¿Es una autobiografía? ¿Una novela? Solo leo fragmentos sucediéndose. Son fragmentos maravillosos por sí solos.

No sé nada de ella, la autora, en principio solo una foto. 17 años. Una foto. Un comentario que inicia la obra: “Pienso con frecuencia en esta imagen que sólo yo sigo viendo y de la que nunca he hablado. Siempre está ahí en el mismo silencio, deslumbrante. Es la que más me gusta de mí misma, aquella en la que me reconozco, en la que me fascino.” “Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde. A los dieciocho años ya era demasiado tarde. Entre los dieciocho y los veinticinco años mi rostro emprendió un camino imprevisto. A los dieciocho años envejecí.” Parece que de los 18 a los 20 años su rostro envejeció como adelantándose a los efectos que en él tendría el alcohol, su Dios, su destino. La obra, creo, relata su juventud, su momento y su envejecimiento. Hasta su muerte, tuvo un rostro destruido, repleto de surcos expresivos labrados por el alcohol y la búsqueda de sensaciones.

“El Amante” no pierde ritmo salvo en un par de momentos. Logra sorprender con un final aunque lo conoces dese las primeras páginas. Es cómo leer en espiral lo mismo, avanzando en círculos, cada vez más a fondo, más profundos.

Marguerite Duras fue alcohólica, jamás se arrepintió de ello. Si se arrepintió fue de la debilidad de su hígado. “El Amante” y otro libro, son sus únicas obras –dentro de una producción amplísima- escritas fuera de los efectos de éste prodigioso maleficio. Decía “El alcohol es perfecto. No hay más que fijarse en los borrachos de las tabernas. Hablan solos, son perfectamente felices, están en armonía consigo mismos. Son reyes. Son los auténticos reyes del mundo”.

La obra está repleta de fragmentos a leer y releer, leer de nuevo y marcar.

Leo. Estoy en una isla desierta de información, lo único firme, tangible, seguro, es una foto. Todo empezó con esa foto. Paseo por la isla. Encuentro mensajes en botellas de whisky barato. Fragmentos maravillosos, desordenados. Cada fragmento es corto –duración variable entre un párrafo y una cara-, bueno, sencillo, que no simple. Intenso en su sencillez. La estructura se mantiene durante las 155 páginas, sin capítulos. Puede ser verdad, puede que falte más erotismo en las escenas correspondientes. No estoy seguro. Intensidad no les falta, desde luego no carece de sensualidad. Dudo que su intención sea ir más lejos. Voy de botella en botella. Comienzo a comprender.

La historia de su vida, ella, es el centro de la novela, eso relata el libro, su autobiografía pero “no lo es, aunque lo que aparece en el texto haya sido verdad alguna vez”.

Personajes soberbios, ya presentes en otras de sus obras. Una madre trastornada y decadente, y un asesino de niños en la noche. La noche del cazador. Difícil no despreciarle, odiarle y sentir rabia hacia él. También una víctima, y no sé si otra más... Esa chica, niña blanca, de 15 años con un vestido de seda natural, usado, casi transparente; tacones de lamé y sombrero de hombre. También un chino del Cholen. Creo que está seducido, encantado, el Amante.

Sí, hay línea temporal. Tal vez Duras no sea Proust, pero algo sabe de memoria. Comenzó como unas notas de unas fotos y fue cobrando forma, cobrando vida, de nuevo. Tirando del hilo, viajando atrás y adelante. Busca el navío perdido de su vida. Lo encuentra, está hecho trizas por las aguas alcohólicas de la edad, recompone los fragmentos de madera restantes y nos los relata. Nos permite re-recomponerlos a nosotros.
Su historia empieza con una chica, con ella, tiene 17 años. Diré más, tiene quince años y medio. “Quince años y medio, en ese país las estaciones no existen, vivimos en una estación única, cálida, monótona, nos hayamos en la larga zona cálida de la tierra, no hay primavera, no hay renovación.”
1929. Vietnam colonial, Paris. Saigon, Francia. El Mekong.
Duras vuelve adelante y atrás en el tiempo. En el pensamiento. En la memoria. Cada vez indagando más en su historia.

Marguerite decía: “Il n’y a pas d’erreur. Il n’y a que des actes bizarres” (No existen los errores. Solo hay actos extraños).

Hay denuncia social. Hay crítica, es la historia decadente de una familia en desgracia. No es solo una “novela”, un algo, de amor. La voz de Duras desgrana recuerdos familiares que llegan de antes y van mucho después de la simple aventura amorosa que aparentemente es el hilo principal de la novela. El libro cobra así una extraña profundidad, en torno también a otra dimensión más social: la situación colonial, el racismo, la corrupción administrativa, la rebeldía individual y política, el nacimiento y consumación del amor, y la liberación de la mujer.

Podría pertenecer a la “nouveau roman” (nueva novela). La fachada es objetivista, conductista, solo sabemos la conducta de los personajes. Y a veces sus deducciones. Con ello y con los fragmentos recomponemos la historia, recomponemos personas. Pero la pretendida objetividad está siempre teñida de una extrema subjetividad, y el punto de vista personal de Duras se impone a la exterioridad del texto. Siempre me sorprende que alguien de verdad se crea ser objetivo o que exista algo así. Duras es consciente de ello.

Me gusta el estilo. No comprendo las malas críticas, las bajas puntuaciones. Recomiendo la lectura, aunque no a todo lector. Es una lectura especial, un estilo especial, original.

Termino el libro. La isla ya no es tal. Algo sé de su vida, su momento. No sé si la conozco. Sé qué y cómo lo vivió.

Desapasionamiento, placer, deseo, interés, sensualidad. Pasión. ¿Amor? No, solo a la madre, a un hermano y al final un Vals, un vals y se desvelan sentimientos desconocidos de amor ocultados por el interés. Más tarde, antes, una muerte con que descubrir la inmortalidad . Incomprensión empezando por ella misma. Decadencia, rabia, rencor. Destrucción, autodestrucción. Pasión y dolor sumergidos, sensibilidad y sentimiento. Pasividad, ansias de huir, deseo. Vacío. Deseo. Es el deseo que perdura siempre a toda satisfacción, y sigue siendo el gran superviviente, prevaleciendo sobre los protagonistas -de “agón”, igual que agonía- destinados siempre a desaparecer en algún momento.

Voy a Sopa de Libros. Puntúo un 7(.5) dudo con el 8 y trato de recordar las sensaciones y el contenido del libro. Escribo el resultado, no sé si con mucho éxito ni si es comprensible.

Es completamente subjetivo por el lector y el autor. Dudo que haya dos lecturas idénticas. Ni entre sí ni con el autor.
Cada uno interpretará de una forma las conductas, creara sus personajes.

Es un experimento. El libro.

Escrita hace 12 años · 4.3 puntos con 6 votos · @Tharl le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Nastenka hace 12 años

Tan comprensible... que después de leer tu genial reseña, apuntado queda en mi lista de pendientes... (deseando probar el experimento)

@Tharl hace 12 años

Me alegro de que te haya gustado :) :)
No sé si habrás leido algo de la autora o visto alguna película suya -yo ni la conocia- pero al parecer su innovación y experimentación de la forma y sintaxis no se limita solo a la literatura y mucho menos a este libro en cuestión.
Mi consejo es que busques el libro en la red -o en la biblioteca- te leas las primeras 5 páginas y si te gusta o te llama la atención de lances por él, a mi personalmente no me decepcionó. Eso sí, su corta extensión es todo un acierto.

@Nastenka hace 11 años

No seguí tu consejo, Tharl, me lancé a su lectura sin más conocimiento que el de tu reseña, la cual, después de sumergirme(como bien dices en ella) en un torbellino de sentimientos tan ambigüos como reales.. valoro aún más..
La "estructura" que escogiste en la reseña, me recuerda bastante al modo en que Marguerite nos cuenta, nos transporta, nos arrastra... a ese ajuste de cuentas que parece plantearse a sí misma, a su infancia, a su particular modo de ser...y de no ser.

También es uno de esos libros que yo recomendaría...pero no a cualquier lector.

@Tharl hace 11 años

Me alegro de que hayas disfrutado el libro Nastenka. Yo tengo ganas de leer algo más de la autora, o de ver alguna de sus películas. Por lo visto su obra supuso una autentica revolución, al menos en Francia, y aun hoy, se estudia extensamente en la soborna.

@Tharl hace 11 años

Sorbona*