YAGO, EL DEMONIO DE LOS CELOS. por Tharl

Portada de OTELO

Suele decirse que Otelo es la tragedia de los celos, igual que Hamlet es la de la venganza. Pero Otelo no es Hamlet.

Mientras Hamlet reunía todos los elementos de la venganza y la tragedia, y toda la obra en su persona, Otelo no es más que víctima de esa pasión, veneno, locura o enfermedad que son los celos. El verdadero demonio de ojos verdes no es él, sino Yago. Yago es el auténtico protagonista de la tragedia –él es la tragedia y no ese insulso pero noble Otelo. Otelo no es Hamlet.

Yago es el traidor y astuto demonio que disfrazado de amigo del amor se oculta en todos los amantes –hasta en los más nobles- con el ansia secreta de perturbar su calma y corroer su sentimiento. Es el cáncer que susurra al oído del enamorado esperando la ocasión de ser escuchado y reproducirse. Es astuto, mezquino y mordaz, amigo del cinismo, la duda y la desconfianza, peligroso enemigo del amante… y en manos de Shakespeare un gran personaje con ingenio a raudales. Él, el gran personaje de la obra, –no es por nada que Disney optó por darle un justo homenaje en Aladdin- sabe que, ante la duda, la incertidumbre y la ansiedad son tal que preferimos sospechar lo peor a mantener la imborrable y corrosiva sospecha. Sabe que en esa situación de locura la más mínima nimiedad puede convertirse en prueba, y unos gestos inocentes en una burla y confesión…
Así, aunque Otelo no es Hamlet, es inevitable sentir durante toda la obra ansias de ponerte los ropajes de actor y entrar en escena como Deus ex machina –al que los best seller nos tienen bien acostumbrados- para rogar a Otelo que no escuchen esa lengua ponzoñosa o que una vez sembrada la duda que se confíe a Desdémona. Pero no es posible… reservemos el consejo para nuestra propia tragedia.

Y poco más se puede decir de la obra, porque Otelo no es Hamlet, y no trata tantos temas tan ricos y variados como él, y aunque es hermoso –al fin y al cabo es Shakespeare- tampoco tiene su gracia. No, Otelo no es Hamlet, y no me refiero solo al personaje.

Pero que nadie se confunda “Otelo” sigue siendo una de las maravillas de la literatura, completamente por delante de su época –y no me refiero solo al hecho de representar la virtud en un moro y la mezquindad en un veneciano como bien señala Hamlet en su magnífica reseña-, me refiero al personaje de “Emilia”: otro de los grandes aciertos del libro, junto al amor fiel y apasionado capaz de enamorar a todo lector de Desdémona y junto a la maravillosa catarsis. Y por supuesto, como ya he dicho, el audaz y rencoroso Yago.

Y no me enrollo más. Otelo habla sobradamente mejor que yo sobre su personaje y la obra:
“¡Solo un momento!
Una palabra o dos antes de iros.
Algún servicio le presté al Estado,
y ellos lo saben. Mas no hablemos de eso.
Cuando debáis narrar en vuestras cartas
estos hechos funestos, os lo ruego,
pintadme tal cual soy; nada paliéis,
pero nada añadáis por mal propósito.
Debéis, por tanto, hablar de quien amó,
no con cordura, sino demasiado;
de quien, si no propicio a sentir celos,
cayó, instigado, en el confuso extremo;
de un hombre cuya mano,
cual la del indio inculto,
arrojó de su lado aquella perla
que más valía que su raza entera;
de alguien de cuyos ojos abatidos,
aunque no acostumbrados a las lágrimas
corrió profuso el llanto, igual que vierten
los arboles de Arabia su resina
medicinal. Hablad de todo esto,
Y después añadid que, una vez en Alepo,
donde un maligno turco enturbantado
tundía a un veneciano, al mismo tiempo
que injuriaba al Estado,
agarré por el cuello al perro circunciso
y le di muerte… así.
(se apuñala)

“Los celos son, de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la cual más cosas sirven de alimento y ninguna de remedio.” Montaigne.

Escrita hace 12 años · 4.3 puntos con 3 votos · @Tharl le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Hamlet hace 12 años

Fantástica reseña Tharl!! Además de su contenido me ha encantado el ritmo y tono que le confieres. Además, completamente de acuerdo en que el auténtico protagonista y más fascinante de los personajes es Yago. Un sólo apunte. Ese demonio de ojos verdes, que es capaz de pudrir con su mefítico aliento hasta el aire que respira, está encarnado en Yago sin ser él mismo, ya que Yago se mueve también por los celos más fuertes...los celos de la dicha y del amor.

@Tharl hace 12 años

Gracias por el comentario y la felicitación. Me dejaste poco que añadir con tu reseña =)

Aunque respecto a Yago no sé si estoy del todo de acuerdo contigo... Para mi representa los celos en el sentido de que es como ese pensamiento que como dice él mismo – y tú le haces estupendamente eco en tú reseña- se puede colar en todo palacio por noble que sea “¿Quién tiene un corazón tan puro donde las sospechas odiosas no tengan sus audiencias y se sienten en sesión con las meditaciones permitidas?”. Primero la voz de los celos se cuela en palacio como amigo e introduce el germen de la sospecha y paulatinamente empieza a crecer la semilla de la locura haciéndote dudar de lo que ves, y cegando el juicio. Tal y como hace Yago con Otelo .
Si bien es cierto lo que tú dices de que Yago actúa por el mismo sentimiento… Yo al leerlo le tenía más como que actúa por rencor por no haber sido ascendido, a lo que más adelante se suma las sospechas de que Otelo yació con su mujer, cierto. Claro que ese rencor bien es fruto de los celos…
No sé, puede que tengas razón. Pero si dos libros nunca son idénticos, tampoco lo son dos lecturas y menos dos interpretaciones.

@Hamlet hace 12 años

Tienes razón Tharl. Yo la lectura que hago de Iago es precisamente esa. Él también es víctima de los celos (ya sean por lo de su mujer, el ascenso o seguramente por ambas cosas) y por eso como bien dices hago eco de ese fragmento. Para mí, de alguna forma es una confesión de Iago al auditorio. Una confesión donde intenta exculparse. Donde intenta hacer ver a aquellos que lo prejuzguen a la ligera la complejidad de su sino (que no es otro en esta tragedia que erigirse en el motor de los celos). Donde intenta hermanarse no con los demonios sino con los hombres. Ese es el poder catártico de Iago. Iago representa aquello peor en lo que uno puede llegar a convertirse cuando es fruto de los celos, que no es otra cosa que en un agente contagioso de su propia enfermedad. Otelo es víctima de los celos pero no su agente, no al menos en el sentido de Iago. Los celos de Otelo empiezan y acaban con él y con su objeto de amor (desgraciadamente una mujer). Lo de Iago es aún peor. No obstante, parte de la fuerza y fascinación de Iago, de su poder transformador y catártico, reside en su "humanidad". Su personaje es tan transformador e influyente en positivo (como mal a evitar) que es equiparable a la máxima cristina de "quien se halle libre de culpa que tire la primera piedra". De ahí que haga ese discurso del que hablamos. Si su público piensa que el mal viene de fuera yerra en su función. Si piensa que no puede convertirse en Otelo o lo que es peor en Iago, también. Si no cree en la humanidad de Iago, juzgándolo como un ser inhumano, difícilmente habrá aprendido algo.

@Hamlet hace 12 años

Por cierto, otro aspecto a considerar es porque Otelo tiene en tan alta estima a Iago. ¿Por qué siempre ha estado engañado? Pienso que no. Mi explicación es porque Iago ha sido un gran hombre, un manantial de virtudes (algunas se mantienen como su astucia y elocuencia), que por celos se ha echado a perder, convirtiéndose en el más temible agente de lo que lo destruyó. En la vida real hay montones de sucesos similares. De mimesis de aquello que nos destruye, cuando debiera ser lo contrario. Un ejemplo claro es la persona que siendo fiel a su pareja descubre la infidelidad de esta última y, curiosamente, lo paga siendo infiel a la infinitud de parejas que la seguirán. Es un mal que lejos de agotarse se extiende. Pienso que Shakespeare intenta, quizás vanamente, echarle frente al asunto.

@Tharl hace 12 años

Mmm... Me gusta tu visión de Yago, sin duda has hecho una lectura mucho más profunda que la mía, no había caído en todo lo que dices, aunque es plenamente plausible.
No sé si sería la intención de Shakespeare, pero al fin y al cabo, los autores que pasan a la Historia, y sin duda Shakespeare es de los grandes de ellos, es porque sus obras se pueden leer en cualquier contexto y por mucho que haya cambiado la sociedad siempre se les puede dar un nuevo significado o reconstruir el original desde los valores del momento. Sino fijémonos en la mitología, sino habrá tenido interpretaciones, reinterpretaciones y nuevos significados.

Otra cosa que se me ha olvidado poner en la reseña y que me ha encantado es el uso del verso y la prosa que hace Shakespeare. No me había fijado ni en “Hamlet” ni en “Romeo y Julieta”, pero gracias a “Otelo” he advertido que utiliza la prosa para los personajes o los sentimientos bajos y el verso para los personajes honorables, los monólogos interiores y las emociones nobles. Es un placer deleitarse en el cambio de discurso.